Carta OpinionGlobal, 30.05.2023 Ricardo Concha Gazmuri, embajador de Chile (r)
Luego de siete de años de haberlo retirado, el gobierno ha anunciado la designación de un embajador en Venezuela. Evidentemente que esta decisión, cualesquiera sean sus motivos de fondo, representa un cambio trascendente en la política mantenida por tres diversos gobiernos chilenos durante los últimos años, con respecto al régimen de Caracas. En efecto, hasta este momento el gobierno del presidente Boric había dado continuidad a esa línea política adoptada primero por Michelle Bachelet y luego por Sebastián Piñera, y que tenía como objetivo esencial marcar un distanciamiento político-diplomático de Venezuela, transmitiendo así una expresión crítica ante la situación de profundo desmedro institucional, democrático, social y de respeto a los derechos humanos existente en ese país.
Sería importante saber cuál es o son las razones que puedan justificar este punto de inflexión que ha llevado a Chile a retomar las relaciones al más alto nivel diplomático con el estado caribeño. Desde luego habría que comenzar por descartar que ello obedezca a una mejoría en las condiciones sociopolíticas del régimen chavista, pues eso ciertamente no se ha verificado. Tampoco se puede deber a un acercamiento o entendimiento entre Maduro y Boric, pues si bien era esperable que eso sucediera, el presidente chileno ha mantenido una postura crítica, aunque moderada, contra el régimen de Maduro y sus excesos, lo que le ha valido insolentes comentarios contra su persona y su gobierno. Del mismo modo, claramente no existen intereses comerciales que hayan podido incidir en esta sorpresiva y poco comprensible resolución.
Sin embargo, sí es dable especular que este paso podría obedecer a un posible reposicionamiento político del gobierno, alineándose más aún con la izquierdización imperante en la región y preparándose para el posible resurgimiento de la fenecida Unasur, así como para el cónclave de líderes sudamericanos convocados por Lula da Silva y en cual estará presente Nicolás Maduro.
Nuestra cancillería ha dejado entrever que la normalización de relaciones tendría por propósito facilitar las gestiones para negociar la crisis migratoria que ha causado el ingente éxodo de venezolanos a Chile. En este sentido, queda la impresión que la repatriación aérea llevada a cabo por el gobierno de Venezuela hace unas semanas atrás, podría haber sido parte de una negociación que incluyó la determinación chilena. Es decir, no parece improbable que Maduro haya accedido enviar un avión para repatriar a sus ciudadanos, a cambio del nombramiento de un embajador por parte de Chile. De ser así, bien podríamos esperar la llegada de varios otros aviones venezolanos para transportar a ciudadanos que solicitan regresar, así como a aquellos sujetos a expulsión en conformidad a la legislación chilena.
En fin, cualquiera haya sido la motivación final, lo que resulta inconcuso es que el nombramiento de un embajador en Caracas fortalecerá y legitimará al régimen dictatorial de Maduro, provocador y responsable único de la catástrofe humana migratoria más grande que haya padecido nuestra región. Por todo ello, no parece ser una buena señal para Chile contribuir a la normalización de otra dictadura en nuestra región, sumándonos así, a aquellos países que hacen vista gorda con la defensa y respeto de la Carta Democrática Interamericana.