Columna La Tercera, 16.05.2024 Carolina Valdivia Torres, abogada y exsubsecretaria de RREE
El domingo concluyó la visita del presidente chino Xi Jinping a Europa, la primera en casi cinco años. Y desde hoy, Xi recibirá a Putin en Beijing. Por su elección de países en Europa y por aceptar una segunda visita del presidente ruso en menos de seis meses, las actividades internacionales de Xi muestran cómo busca influir en la reconfiguración de lealtades, minar el poder hegemónico de EE.UU. y alcanzar la decretada “multipolaridad”.
En Europa, Xi visitó Francia, Hungría y Serbia. Si bien la elección de estos países se ha explicado por la conmemoración de importantes aniversarios -60 años de relaciones diplomáticas con Francia y 75 con Hungría-, el viaje de Xi está cargado de símbolos. Señales sobre las cuales reposan decisiones esenciales de su política exterior.
Más allá de las seis décadas de relaciones diplomáticas, la visita a París se da en un contexto marcado por profundas reflexiones del presidente Macron. Entre ellas, el que “la civilización europea puede morir”, la tarea de alcanzar la “autonomía estratégica” de la UE (ante la duda sobre si EE.UU. sostendrá la alianza transatlántica) y el empuje directo y claro de Macron sobre la necesidad, para la supervivencia de Europa, de que Ucrania venza a Rusia (para lo cual la reticente Bruselas debería apoyar con todos los medios a Kyiv). Con su visita a París, Xi reconoce el liderazgo del presidente francés, pero sobre todo, se postula como una alternativa a EE.UU., civilización que, a ojos chinos, agoniza para dar lugar a un orden multipolar. Este orden en ciernes, sin embargo, tendrá reglas muy distintas a aquellas que nos han guiado desde 1945, y por ello, Xi solo respondió con evasivas a las peticiones concretas de Macron para persuadir a Rusia de detener su agresión a Ucrania.
Si en París Xi perfilaba a su país ante un alicaído Occidente, la visita a Hungría y Serbia, muestran que, en los márgenes, China desplegará sin ambages la estrategia de “divide y vencerás”. Ambos estados son parte de la ambiciosa apuesta china de la Franja y la Ruta y han recibido importantes inversiones chinas. Ambos países, a su vez, tienen lazos cercanos con Rusia. Hungría, además, se ha transformado en un hub para el ensamblaje de vehículos eléctricos chinos, circunnavegando la eventual imposición de tarifas a esos automóviles por parte de Bruselas. Otro símbolo que no debe soslayarse es la visita a Serbia cuando se cumplen 25 años del bombardeo de la embajada china en Belgrado por la OTAN. Que sirva de advertencia de que China -y no solo Rusia- no aceptarán la expansión de la OTAN hacia el Oriente.
Aparte del periplo europeo, desde hoy Xi recibirá a Putin en Beijing. Siendo la primera visita al exterior que realiza Putin tras asumir un nuevo mandato, Rusia y China consolidan su “alianza sin límites” y envían un mensaje sobre sus prioridades.
Desde el otro lado del mundo, la reacción de EE.UU. ha sido contundente. El anuncio de la imposición de agresivas tarifas a importaciones chinas incluyendo vehículos eléctricos, baterías, semiconductores y minerales críticos, así como sanciones adicionales a empresas rusas. Un mundo convulso y en movimiento, al que tendremos que acostumbrarnos.