El llamado conflicto Mapuche

Autor: Clímaco Hermosilla Silva
Algunas consideraciones acerca de lo que se ha dado en llamar “El Conflicto Mapuche”.

Desde hace unos veinte años, los chilenos hemos visto cómo se ha comenzado a desarrollar una escalada de actos violentos y de corte abiertamente terrorista en la zona sur (fundamentalmente en el extremo sur de la Región del BíoBío y en las Regiones de La Araucanía y de Los Lagos). Estos actos, que comprenden apropiación (toma) de fundos, robo de la madera de sus plantaciones de pino o de eucaliptus, tomas de caminos y ataques a vehículos de transporte de maderas, incendio de maquinaria agrícola, bosques y casas de parcelas y fundos, ataques armados a policías y a civiles de la región, etc, han culminado con el asesinato atroz del matrimonio Luchsinger Mac Kay, los que fueron atacados a balazos, encerrados en su propia casa y quemados vivos dentro de ella. Este feroz asesinato horrorizó a gran parte del país y muchos chilenos pensamos que él traería aparejada una reacción del Gobierno de la nación y de aquella mayoría de chilenos que se opone al terrorismo y a la violencia, lo que determinaría, finalmente, poner atajo a estas conductas violentistas que tanto daño han causado al imperio de la ley en el país, al respeto a sus instituciones, al progreso económico y al desarrollo de estas hermosas regiones de nuestro sur o a la paz y tranquilidad de los cientos de miles de chilenos que han visto pisoteados sus derechos a vivir y trabajar en un clima de respeto a la ley y de normalidad institucional en estas regiones de nuestro Chile.

Desgraciadamente, este asesinato atroz, no fue capaz de galvanizar a la opinión pública en la defensa de la causa de la paz y la justicia. Ni las grandes masas de ciudadanos demócratas y respetuosos de la Ley ni el Ejecutivo o los poderes Parlamentario y Judicial se mostraron determinados a acabar con esta violencia irracional y destructiva. Los asaltos, ataques incendiarios y asesinatos han continuado en el sur. Los Parlamentarios han hecho oídos sordos al clamor ciudadano. El Gobierno de la Nueva Mayoría, en lugar de implementar una política de respeto a la Ley y de pacificación de los espíritus, ha partido por afirmar que la Ley Antiterrorista no será aplicada en los casos de violencia en el sur (a pesar de que los hechos a suceder puedan ser catalogados abiertamente como sediciosos o terroristas) y el representante del Presidente de la República en la zona, el Intendente Huenchumilla, como uno de sus primeros actos, ha ido a saludar “y a pedir perdón” al principal acusado, e inculpado, por el crimen del matrimonio Luchsinhger Mac Kay. El sistema Judicial ha hecho prevalecer la impunidad para la casi totalidad de los inculpados por los actos de violencia y, al revés, ha tenido una conducta “castigadora” para las fuerzas policiales encargadas de investigar y reprimir estos actos de violencia. En el momento de escribir estas reflexiones, leo en “El Mercurio” las declaraciones del Intendente Huenchumilla que insiste en su mensaje de apoyo a los ocupantes ilegales de tierras y a los que atacan impunemente las propiedades de los agricultores del sur, diciendo que: “En la Araucanía no puede haber cientos de familias viviendo en una hectárea cuando al lado hay caballeros que tienen dos mil. Tienen que entender que deben entregar su fundo”. Este es un mensaje que llama abiertamente a seguir el despojo de tierras a sus legítimos dueños y es un mensaje de odio racial y de clases en el mejor estilo de los años de la guerra fría y del enfrentamiento de los años ´60 en Chile.

Los hechos denunciados en los párrafos anteriores nos invitan a hacer una breve síntesis de los elementos que están presentes en el origen y desarrollo de esta situación de crisis social e institucional en el país y de los factores que, a nuestro juicio, son absolutamente necesarios de adoptar para superar esta situación de grave convulsión social y económica por la que atraviesan estos territorios del sur de Chile.

Estos elementos serían:

  1. La satanización de la Conquista española y de sus consecuencias
  2. La “ancestralidad” de los “pueblos originarios”; la “reivindicación de sus derechos”; “la recuperación” de sus tierras “ancestrales”; “la deuda histórica” del estado de Chile.
  3. La Guerra de Arauco, la idealización del indígena conquistado y de “la causa mapuche” y la ideologización e instrumentalización del conflicto
  4. El mito del reconocimiento de la soberanía y de los derechos indígenas por parte de la Corona española y de la República de Chile a través de los Parlamentos (Fronteras del Bío Bío y el Toltén; los fuertes de Arauco, Tucapel, Paicaví y Purén y las ciudades de Angol y Los Angeles)
  5. Estrategias para combatir la propaganda indigenista, difundir los argumentos de los sectores que se oponen a la violencia y al terrorismo étnico y organizar a este sector para darle nuestra voz a estas mayorías silenciosas.

 

1 - Hay que tener presente que el origen de todo es la conquista española de los territorios americanos a partir de fines del siglo XVI, proceso geopolítico que se enmarca dentro del proceso general de avance de las potencias europeas de la época en los territorios que se van descubriendo en un mundo que, gracias a los avances en la cartografía y la navegación de los mares, se ensancha notablemente. Los ideólogos de las actuales causas indigenistas parten por descalificar “el derecho de Conquista” que un pueblo haya podido tener sobre otros y por condenar “el genocidio” y la asimilación cultural que deben sufrir los pueblos conquistados. Hay que tener presente que la Historia de la Humanidad es la Historia de las Conquistas que un pueblo hace de otros territorios y de los pueblos que los habitan y que estos procesos forman parte del proceso natural de evolución de la Humanidad en su avance hacia la consolidación de los actuales niveles de civilización. Condenar entonces “las Conquistas” es condenar la todo el proceso de poblamiento del planeta emprendido desde que el hombre abandona sus territorios africanos originarios y se establece, paso a paso, en el resto del mundo. Es irracional negar los procesos migratorios de todos los pueblos del planeta y oponerse a ellos, miles de años después de realizados estos.

El mundo anglo sajón ha diseminado, a través de los últimos siglos, una leyenda negra acerca de la conquista española de América achacándole todos los vicios y todos los excesos posibles. Frente a esto, sólo podemos afirmar que la conquista española, si bien es cierto es acompañada por las pérdidas de vidas que resultan del enfrentamiento militar y es seguida por el aniquilamiento de las culturas aborígenes y su reemplazo por la cultura del pueblo vencedor, tiene mucho más rasgos de Humanidad que las conquistas emprendidas por los países nórdicos o anglosajones. En efecto, los españoles se mezclan con las razas nativas, reconocen a los hijos tenidos con las mujeres indígenas, los educan y les heredan sus posesiones, creando una nueva raza que hereda los territorios y las posesiones conquistadas por el invasor europeo. Se dice que un 90 o 95 % de los chilenos tienen algún grado de sangre indígena en sus venas, por lo que el territorio de Chile estaría, entonces, en manos de los descendientes de los indígenas que habitaban el territorio a la llegada de los españoles y los conquistadores o colonos venidos de España.
En los territorios conquistados y colonizados por anglosajones, al revés, los pueblos aborígenes son eliminados y los conquistadores y colonos venidos de esos países se transforman en los poseedores absolutos de las tierras y riquezas de las tierras conquistadas.

2 - En lo que respecta a Chile, la legión de nuevos antropólogos, historiadores, partidos políticos, periodistas, ecologistas, ambientalistas y agitadores de todo orden que copan los espacios periodísticos, publicitarios y mediáticos del país, han hecho suya esta “leyenda negra” de la conquista española del país y han logrado permear la opinión de los sectores jóvenes del país, los que, a falta de conocimiento del tema, repiten sus slogans y sus consignas y han hecho suyas la teorías de la ilegalidad de la conquista o el derecho de “los pueblos originarios” a recuperar “sus territorios ancestrales” o la obligación que tendría el estado de Chile a reconocer“la deuda histórica” que el país tendría con estos pueblos originarios.

Frente a este importante despliegue de consignas y llamados a la acción de los partidarios del ideologismo y activismo indigenista, vemos una inacción, un desinterés y una irresponsabilidad tremenda de todos aquellos grupos y organizaciones civiles partidarias del orden y del respeto a la Ley y a la Constitución. Los mismos grupos directamente afectados por la acción vandálica de los etnoterroristas no han sido capaces de organizarse y de activar escenarios de autodefensa y de difusión de sus ideas.

A estas alturas del proceso violentista, debemos ser capaces de entender que, en esta escalada de agresión al sistema, las reivindicaciones indigenistas planteadas por los grupos de activistas colocan como base y fundamento de ellas el hecho de que sus defendidos (“los mapuches”) han sido víctimas del despojo de tierras a las que tienen derechos ancestrales, las que les corresponden por ser ellos los “pueblos originarios” que las habitaron.

Al respecto, es necesario recalcar que esta aseveración no tiene sustento en la realidad, ya que, según Ricardo Latcham, padre de la Antropología nacional y cuyas teorías siguen en vigencia, a pesar de que muchos antropólogos actuales, apoyados por un sinnúmeros de ONGs e instituciones académicas y políticas las han estudiado (y siguen en ello) con el objeto de demostrar su equivocación pero no han podido hacerlo.

Latcham nos dice que el territorio de Chile estaba habitado, desde la zona de los diaguitas hasta Chiloé, por un pueblo que él llama los chinchas chilenos. Había entonces en este territorio chileno un pueblo que hablaba un idioma común y que compartía sus bases culturales (alfarería, textiles, etc). Unos doscientos años antes de la llegada de los españoles, un pueblo indígena nómade y guerrero que descendía hacia el sur de América desde las selvas del Chaco paraguayo y a través de las pampas argentinas, penetra en suelo chileno por los pasos bajos de la Cordillera de los Andes, en la zona de Cautín. Este es el pueblo que será conocido posteriormente como el pueblo mapuche, el que derrota a los chinchas, mata a sus hombres y se queda con las mujeres y niños. Ellos tienen hijos con las mujeres chinchas, las que, naturalmente, les enseñan a estos su idioma: el idioma materno. A la vuelta de un par de generaciones, el idioma de los invasores mapuches prácticamente se pierde, lo que permite que la continuidad del idioma chincha se mantenga en todo el territorio de Chile.

Los mapuches son entonces un pueblo invasor y conquistador en el territorio de Chile, al igual que los españoles. Sólo los diferencia el hecho de que los primeros avanzan conquistando de sur a norte y los segundos van conquistando de norte a sur. En estos doscientos años transcurridos desde el ingreso de estos invasores indígenas al territorio de Chile, ellos han podido ocupar los territorios ubicados entre los ríos Bío-Bío y Toltén. Todos los testimonios escritos dejados por los primeros Cronistas de la Conquista, fundamentalmente don Jerónimo de Bibar, don Alonso de Góngora Marmolejo y don Pedro Mariño de Lobera, han dejado constancia de este hecho y han individualizado al resto de pueblos que habitan el territorio de Chile. Al norte del Bío-Bío y del Itata se sitúan los promaucaes (y, más al norte todavía, los picunches) y al sur del Toltén, los huilliches.

La invasión mapuche causa un profundo bajón cultural en los territorios ocupados. Esto es señalado muy claramente en los testimonios escritos dejados por los primeros españoles llegados a la región: la alfarería, los textiles y las viviendas encontradas al sur del Toltén son más elaboradas que las de la zona ocupada.

Los pretendidos derechos ancestrales de los mapuches sobre los territorios de las actuales regiones octava y novena no son entonces tales, ya que la parte de pueblo originario de sus descendientes sólo corresponde al aporte chincha y, por otra parte, los descendientes de esta mezcla chincha- mapuche y el resto de los habitantes actuales del país también tiene derechos ancestrales sobre estas tierras, ya que descienden de los conquistadores y del componente étnico indígena con el que estos se unen. No podría haber entonces una deuda histórica del estado chileno para con “los pueblos originarios”, porque estos “pueblos originarios” estarían gozando, desde la colonia, de la herencia ancestral a través de los bienes de los que gozan sus descendientes mestizos hispano indígenas.

3 - Otro factor importante que fundamenta las reivindicaciones indígenas sobre los territorios de Chile es la Guerra de Arauco y la posterior idealización que los chilenos hemos hecho de los indígenas que resistieron heroicamente al invasor europeo.

La Guerra de Arauco (o, dicho de otra forma, las Guerras de la Conquista de Chile, que tienen lugar fundamentalmente en el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII) no es más que una guerra más dentro de los cientos de guerras de conquista que la humanidad ha presenciado a lo largo de la Historia, pero los chilenos (y, aparentemente, también muchos europeos) la hemos idealizado después de leer el poema “La Araucana”, de don Alonso de Ercilla y hemos idealizado con él “a esos heroicos indígenas” que aparecen como “los hombres buenos, sanos y puros”, sojuzgados por el hombre blanco “cruel y codicioso”.

Posteriormente, con la Independencia nacional, nosotros mismos los chilenos hemos renovado esta idealización del indígena para oponerlo a lo español y para afirmar y crear una nueva identidad nacional. Se encontrará siempre en nuestra Literatura republicana (prosa y poesía) una descripción positiva del indígena, que ensalza su valentía, su amor a la libertad y a su tierra. El chileno cultivó esa imagen de su ancestro indígena y se sintió siempre orgulloso de descender de ellos. Así, cuando el estado de Chile decide, a partir de la mitad del siglo XIX, presionado por la falta de tierras fértiles para situar a su creciente población y por los desafíos de desarrollo que los nuevos tiempos le prometen, ocupar los territorios al sur del Bío-Bío y al norte del Toltén, lo hace impulsado por los ideales de progreso social y económico de un mundo permeado por las ideas positivistas en boga. La Ocupación y Pacificación de la Araucanía es vista por los Gobiernos de la época como una cruzada civilizadora para los naturales y mestizos que habitan esta extensa región y como una epopeya colonizadora que acrecentará el poderío agrícola e industrial de la república. Es la lucha entre civilización y barbarie que fundamenta e ilumina todos los procesos colonizadores mundiales en el siglo XIX.

Los sueños de los Hombres que hicieron posible la Ocupación y Pacificación de la Araucanía se cumplieron con creces. Las fértiles tierras ocupadas dieron sustento a los miles de colonos chilenos y extranjeros que se asentaron en ellas. La agricultura se desarrolló enormemente y fue una fuente de riqueza para el país que sirvió para fomentar el nacimiento de una poderosa marina mercante y de numerosas industrias mineras y metalúrgicas. El país se llenó de líneas férreas que llevaron el progreso y el bienestar por doquier. Desde el Gobierno se impulsó también la creación de una red de escuelas y liceos públicos que sirvieron a europeos, criollos e indígenas. Todo este desarrollo económico y cultural sirvió para llevar adelante una rápida asimilación de los indígenas que habitaban la Araucanía, los que se insertaron en la vida laboral y cultural de la nación. Sólo una muy pequeña parte de los indígenas (los que habitaban en reducciones alejadas de los centros urbanos) se mantuvo aparte de estos procesos de desarrollo.

A partir del primer tercio del siglo XX se produce una importante migración de población rural a las ciudades. Dentro de esta corriente migratoria se incluye a un número importante de indígenas, los que proveen una gran cantidad de mano de obra a la industria panadera, de la construcción y otras en las ciudades. Estos migrantes indígenas se insertan en la vida urbana y envían a sus hijos a las escuelas públicas lo que ayuda al mejoramiento de su calidad de vida y la de sus descendientes. Este proceso ha sido más eficaz que cualquier otro en la Historia para educar y mejorar la situación de las minorías étnicas, ya que arraigar a los indígenas del sur entierras agrícolas o minifundios habría sido condenarlos a la miseria más absoluta, porque ellos nunca fueron agricultores. Sólo en la zona de los Huilliches (del Toltén al sur), de acuerdo al testimonio del ilustre sabio polaco, don Ignacio Domeyko, que visitó la zona en 1845, hay tierras cultivadas por los indígenas con alguna extensión, pero no debemos olvidar que la presencia española en esa zona había sido mucho más importante y prolongada que en Arauco en el siglo XVI y había allí un mestizaje notorio y un importante traspaso de hábitos y técnicas hispanas hacia los indígenas.

Pero, a partir del derrumbe del marxismo en el último tercio del siglo XX, la pérdida de las banderas de lucha de este hace que sus ideólogos y sus agitadores comiencen a instrumentalizar el problema indígena y medioambiental para llevar adeptos a su causa. Este es el proceso que estamos viviendo en estos últimos veinte o treinta años, el que ha visto radicalizar las posiciones de estas minorías étnicas, las que no han enfrentado ninguna clase de oposición y, además, han recibido la ayuda político-ideológica y los recursos económicos necesarios para posicionar sus demandas de manera destacada en la prensa y la totalidad de los medios modernos de comunicación. El Partido Comunista ha sido el principal sostén de la causa y, empleando sus medios tradicionales de acción política, ha sabido poner al servicio de esta a los movimientos gremiales, sindicales, estudiantiles y a sus contactos públicos o secretos que actúan desde las sombras y que el marxismo instrumentaliza corrientemente. Junto al Partido Comunista chileno, se mueven en favor de “la causa mapuche” todos los medios internacionales que apoyan la causa del marxismo en el mundo, medios que incluyen a decenas de ONGs, Universidades, periodistas, artistas, intelectuales, gremios y sindicatos internacionales.

4 - Otra argumento utilizado por los partidarios de las reivindicaciones indígenas es el hecho de que España primero y la República de Chile, luego, en los primeros años de ella, habrían reconocido la soberanía de los mapuches sobre las tierras de Arauco situadas entre el Bío-Bío y el Toltén, a través de los sucesivos Parlamentos celebrados con los caciques y guerreros araucanos.

La verdad es que la corona de España sólo utilizó los Parlamentos como otra estrategia de conquista del territorio de Arauco, ya que no había podido conquistarlo militarmente. En efecto, ya a los pocos días de celebrados estos encuentros, ambos bandos atropellaban masivamente sus acuerdos. España, a través de estos encuentros, perseguía acuerdos de libre tránsito por los territorios de Arauco, se establecían condiciones para que los indígenas pudieran acceder a formas de comercio con los españoles, se conseguía el derecho a misionar en tierras araucanas por parte de las órdenes religiosas establecidas en Chile y acercar a sus habitantes a la cultura española a través de su evangelización, se lograba el reconocimiento por parte de los indígenas de una especie de subdelegado del Gobernador y del rey de España en los territorios araucanos, como eran los Capitanes de Amigos. Todo esto no era más que una forma velada y “civil” de ir produciendo una ocupación territorial y una asimilación cultural que no había podido realizarse con las armas. La convivencia entre españoles e indígenas que se establecen al amparo de este régimen de “vida fronteriza” permite que miles de europeos y criollos se establezcan pacíficamente en tierras de Arauco durante los más de dos siglos que dura este proceso.

Otro dato curioso que echa por tierra este lugar común de que “España renuncia a los territorios de Arauco y establece las fronteras en los ríos Bío-Bío y Toltén” es que la potencia europea mantuvo por tres siglos de coloniaje al fuerte de Arauco, con importantes guarniciones militares en él y con Misiones religiosas y una población en su entorno. ¡Y el fuerte de Arauco se encuentra cien kilómetros más al sur del río Bío-Bío … en el centro ”del estado de Arauco”! También España mantiene, durante los siglos XVII y comienzos del XVIII los fuertes de Tucapel y Paicaví … ¡en el centro “del estado de Tucapel”! Tucapel es desmantelado definitivamente, recién, en 1723 … ¡y sólo “por razones de costo”!

Finalmente, debemos consignar en este punto que el estado de Chile hace suyas las políticas de la corona española para con los indígenas de la Araucanía, pero, en el Parlamento de Tucapel, en 1860, los caciques de Arauco autorizan al Gobierno de Chile a construir poblaciones en sus territorios; en el Parlamento de Arauco, los días 21-21 y 23 de febrero de 1861y, en el viaje del Reverendo Padre Ortega, Misionero de Santa Rosa de Tucapel, acompañado de 50 de los principales caciques de la Araucanía a Santiago, en marzo de ese mismo año, viaje en el que los caciques se reúnen en La Moneda con el Presidente José Joaquín Pérez, los caciques se colocan bajo el amparo de las armas y de la soberanía de la República del Gobierno de Chile.

Esto viene a completar el proceso de ocupación efectiva del territorio situado entre los ríos Bío-Bío y Toltén iniciado administrativamente en el mes de julio de1852 con la creación de la provincia de Arauco, con capital Los Angeles cuyo territorio se extiende precisamente entre esos dos ríos.Estos territorios formaban parte, antes de esa fecha, de la provincia de Concepción.

Por lo demás, como una prueba de que ya el Gobierno de Chile actuaba soberanamente en estos territorios desde la época colonial, el 20 de marzo de 1739 el Gobernador Manso de Velasco había ordenado la creación de esta ciudad de Los Ángeles, en pleno territorio araucano, zona conocida como la Isla de la Laja en la que desde el siglo XVI la corona de España había establecido fortificaciones defensivas.

Queda demostrado, entonces que hay una línea muy definida y secular de actuación de los Gobiernos coloniales y republicanos en los territorios de la Araucanía. La República de Chile mantiene las conductas de los Gobernadores coloniales y ordena refundar en este territorio las ciudades de Lebu y Angol (1862) y Cañete (1868) antes de seguir con múltiples fundaciones hasta el 1° de enero de 1883, día de la ocupación de la antigua Villarrica y fecha de término del proceso de ocupación de la Araucanía.

5 - Para terminar esta pequeña reflexión acerca de la génesis y la naturaleza del “conflicto mapuche”, nos detendremos a examinar cómo nuestro sector, el sector político ideológico que se opone a la violencia étnica en la Araucanía podría luchar para informar a la ciudadanía acerca de las bases de este conflicto, de los factores que intervienen en él, de los grupos interesados que se mueven en las sombras y de la instrumentalización que han hecho de él determinados grupos político-ideológicos, para denunciar sus objetivos y para detener esta escalada de violencia.

Creemos que los elementos de la estrategia para posicionar nuestros puntos de vista en la opinión pública podrían ser:

  • a.- Organizar grupos comunales o locales para instruirlos acerca del origen histórico del conflicto (conquista, ancestralidad, pueblos originarios, parlamentos, deuda histórica, etc.); es decir, lo referente a los primeros puntos de este documento, para destruir los mitos y lugares comunes difundidos por los partidarios de “la causa mapuche”. Para poder discutir con éxito a nuestros adversarios, debemos tener los mejores argumentos. Debemos demostrar que muchas de las aseveraciones de nuestros adversarios son mitos, tergiversaciones o mentiras interesadas.
  • b.- Organizar reuniones públicas de protesta contra la violencia étnica para ganar a la opinión pública que recibe todos los días el mensaje indigenista. ¿Cómo impedir el triunfo de las ideas de nuestros adversarios, si ellos están todos los días en los medios y en la calle y nosotros estamos en silencio? En Temuco y las zonas cercanas a esa ciudad hemos visto centenares de manifestaciones públicas en favor de los mapuches, en contra de las fuerzas policiales, en contra del sistema, etc. Por el lado contrario a la violencia mapuche no hemos visto, jamás, una manifestación pública que proteste en contra de esta violencia desbocada; ni siquiera una manifestación protestando por el asesinato del matrimonio Luchsinger Mackay.
  • c.- Hacer un seguimiento a las tierras entregadas a la CONADI o a las comunidades indígenas, al dinero invertido en ellas o a la inversión realizada en esos campos, ver el estado de abandono en el que se encuentran, estudiar cuánto producían esas tierras en manos de sus dueños privados y cuánto producen ahora en manos indígenas, verlas talas de bosques nativos y artificiales por parte de las comunidades indígenas, lo que desmiente el slogan de que estos indígenas son respetuosos del medio ambiente. Debemos difundir estos hechos y, otorgándole el tratamiento de escandalosa a esta realidad, hacer que las personas que, de buena fe, han apoyado a los extremistas y violentistas abandonen su causa y abracen la nuestra.Hacer un estudio (y difundirlo) de cuánto le ha costado al estado de Chile (por pérdida de producción y de inversión) la política de entrega de tierras y de apoyo a la causa del terrorismo étnico. Ver cifras de inseguridad y te temor de los habitantes de la Araucanía y de pérdida del clima adecuado para los inversionistas en las regiones más afectadas (Proyectos agrícolas no realizados, proyectos industriales, proyectos turísticos, etc.)
  • d.- Denunciar la escandalosa discriminación positiva en favor de los indígenas y en detrimento de las personas más desposeídas, que no se declaran indígenas. Deberemos fortalecer este sentimiento de rechazo a esta discriminación étnica. Y deberemos también fortalecer el sentimiento de identidad del individuo que se considera chileno. En estos últimos años, este sentimiento, que era la base de nuestra identidad, se ha debilitado. Hoy día, se es chileno si se es indígena o se es partidario de sus reivindicaciones (este es uno de los triunfos que ha conseguido la causa de nuestros adversarios).Nuestro país, al igual que todos los países latinoamericanos, es creación de España. Nuestra herencia cultural es hispánica. Nuestra cosmovisión viene de España. Si bien es cierto, somos étnicamente hablando, un pueblo mestizo, descendiente de conquistadores y de indígenas (más el aporte de otros inmigrantes europeos), la inmensa mayoría de los actuales habitantes de Chile no tenemos herencia cultural indígena y, en el caso de aquellos que sí la tengan, ellos pueden, perfectamente, al amparo de las leyes chilenas cuidar, defender y vivir su cultura, sin sentirse amenazados por nosotros. Hoy, los antropólogos, sociólogos e historiadores comprometidos con la causa indígena tratan de convencernos de que debemos avergonzarnos de nuestros orígenes hispánicos y tratan de desconocer la existencia de un pueblo nuevo, que no es español ni indio, y que ha sido capaz de crear un mundo nuevo que es el nuestro. No se pueden borrar cinco siglos de Historia y volver a una realidad de un pueblo primitivo y elemental de recolectores que era la realidad del indígena chileno cuando llegaron los españoles. Lo que es Chile hoy día no es indígena, no es creación de los indígenas, es NUESTRA CREACIÓN Y ESTAMOS ORGULLOSOS DE ELLA.
  • e.- Presionar a los políticos de Derecha para que se comprometan en la defensa de los intereses de nuestro sector y en la condena del terrorismo indígena, convenciéndolos de que no volveremos a votar por ellos si no acogen urgentemente y con calor, con entusiasmo, estos requerimientos.
  • f.- Difundir la idea de que la política de sujetar al indígena a la tierra en una propiedad de 30 o 40 hectáreas que se le entrega a cada familia (lo que, desde el punto de vista de la economía es absolutamente insuficiente, por las características del trabajo agrícola que podría realizar en esa superficie) es una idea absolutamente equivocada. Atar al mapuche a la tierra es atarlo a la pobreza, porque esa tierra, a la vuelta de unos pocos años, tendrá que alimentar, no a seis u ocho personas (como en el momento de entregarla) sino a quince o veinte. Actual política del estado es creación de minifundio y creación de pobreza. Las unidades agrícolas que se entregan a cada familia no son una unidad económica que permita el progreso de cada una de las familias “favorecidas”
  • g.- Realizar un estudio para ver si es más factible y más conveniente para el país (y, para los indígenas) llevar a cabo un programa de entrega de tierras y de “apartheid” como el que se lleva a cabo actualmente o iniciar un proyecto inteligente de apoyo a las comunidades indígenas para que puedan insertarse más fácilmente en la sociedad chilena y salir más rápidamente del estado de postergación en el que se encuentran, ofreciéndole posibilidades laborales a los jefes de familia o a los adultos de la comunidad. Esto, que es lo que se venía haciendo naturalmente, ha dado mejores frutos que los programas implementados en los últimos años. Prueba de ello son los miles de profesionales universitarios de origen indígena graduados en las Universidades o los miles de trabajadores de origen indígena que laboran normalmente en empresas grandes, pequeñas y medianas del país y que son capaces de educar y sacar adelante a sus hijos. La obligación del estado, además de las bonificaciones que pudiera otorgar a aquellas empresas que contrataran mano de obra “étnica”, sería la de atender a la construcción y el mantenimiento de centros sociales donde los indígenas pudieran cultivar su lengua, su cultura y sus tradiciones.

Como conclusión, me atrevo a afirmar que lo que necesita nuestro sector es consolidar un movimiento social convencido de la justicia de sus posiciones que se organice y que enfrente, desde todas las tribunas, el mensaje reivindicacionista y violentista de nuestros adversarios. Necesitamos motivar a nuestros jóvenes, dotarlos de una mística que inflame su entusiasmo y que los conduzca a un activismo militante que defienda la opción de un país en orden, respetuoso de la leyes y del funcionamiento normal de sus instituciones, en el que campee el respeto por las personas y la admiración por el esfuerzo personal, que está en la base de una propiedad privada legítima y recomendable para lograr progreso y bienestar en toda sociedad. El socialismo no sirve. El lucro no es satánico: es la legítima retribución por el esfuerzo, la inteligencia y la creatividad. Una sociedad multicultural no es una sociedad de ghettos que conviven dentro de un mismo territorio, sino una comunidad de individuos respetuosos unos de los otros y que respetan las mismas leyes. En Chile no hay pueblos originarios puros y sagrados, porque los chilenos somos, TODOS, descendientes de un tronco común europeo indígena y como tales somos, TODOS, herederos del territorio nacional y de las riquezas otorgadas por este a aquellos que han sabido, legítimamente, ganárselas.

En el clima enrarecido que estamos viviendo hoy día, en el que nuestro sector, por comodidad, por cobardía o por ignorancia, ha renunciado a defender sus valores, sus principios, sus ideologías … y hasta sus propiedades, es urgente emprender una valiente lucha de defensa de estos, lucha que no tiene por qué entenderse como un enfrentamiento violento entre sectores determinados del país, sino como un valiente debate de ideas, en el que, qué duda cabe, tenemos los mejores argumentos para ganar: Sólo tenemos que desenmascarar la multitud de fraudes en los que se basa la prédica de nuestros contrincantes.

Llamar a la paz en este momento y esperar soluciones de parte del Gobierno es irrelevante y peligroso, ya que, a medida que pasa el tiempo, las exigencias de los grupos violentistas van multiplicándose, los propietarios agrícolas van quedando más solos y abandonados y su sentimiento de indefensión se hace más profundo. En lo que respecta a las tierras, los violentistas ya han manifestado que “no nos interesa un fundo más o un fundo menos, lo que nos interesa es la devolución de todos los territorios entre los ríos Bío-Bío y Toltén” (Werkén Aucán Huilcamán en Programa de TV “Tolerancia Cero”).

Pero este problema de “la recuperación” de las tierras es sólo una arista del problema. El problema de la reivindicación reclamada por los grupos de “pueblos originarios” abarca todos los ámbitos de la vida nacional; ya se está exigiendocosas como la obligatoriedad (para todos los chilenos) de estudiar y hablar el mapudungún en los colegios, de celebrar festividades indígenas como el wetripantu, la obligación de contratar funcionarios indígenas en instituciones públicas (olvidando el curriculum y las competencias necesariaspara postular y atropellando los derechos constitucionales de los demás postulantes no indígenas), la ornamentación de paseos y parques públicos con motivos indígenas, etc. en un afán oculto de indigenizar nuestra cultura y nuestra sociedad.