Columna Realidad y Perspectivas, N*137 (junio 2025) Fernando Schmidt Ariztía, exembajador en Brasil (2018-2022) y exsubsecretario de RREE
La insolente carta del presidente Trump al mandatario brasileño del pasado 9 de julio produjo rechazo universal. Nunca se había visto algo así. A pretexto de defender al expresidente Jair Bolsonaro, le impuso a Brasil un 50% de aranceles a partir del 1 de agosto. Sin embargo, el despropósito amerita un análisis.
Para la consultora brasileña ARKO, el país acumuló pasivos en su relación con Estados Unidos y, el tema Bolsonaro, es un agregado que hoy se situó en el centro. Partió el 2019, por la desconfianza del entonces candidato derechista hacia el voto electrónico con el que ganó las presidenciales de ese año. Las críticas del ya presidente cuestionaron luego el sistema político. Diversos exabruptos suyos, de sus ministros y partidarios fueron considerados por el Supremo Tribunal Federal amenazas al Estado de Derecho, que abrió una investigación a cargo del ministro Alexandre de Moraes sobre un “gabinete de odio” en Planalto y sobre partidarios que pretenderían desestabilizar las instituciones usando las redes.
Terminado el mandato de Bolsonaro, Moraes le acusó de instigar el vergonzoso asalto a las sedes de las principales instituciones, el 8 de enero de 2023, con Lula como presidente. Esto llevó a la suspensión de la red X el 30 de agosto de 2024, y al bloqueo de los bienes de Starlink.
Nada hacía suponer que Trump ganaría las elecciones en EE.UU. poco después, o que las big techs y Bolsonaro tendrían acceso directo al presidente. Así, la carta de Trump fue dictada por la Asociación de Industrias de Computadores y Comunicaciones (CCIA), el lobby de empresas que pidió medidas contra las actuaciones de Moraes y de ANATEL (Agencia Nacional de Telecomunicaciones) por tasas impositivas y proyectos de ley que regulan el sector. Es decir, por motivos comerciales.
Por su parte, el gobierno de Lula no se interesó por abrir un canal de diálogo con la Casa Blanca o el Departamento de Estado por razones ideológicas. Se autoimpuso límites para explicar lo que ocurría y frenar la influencia bolsonarista.
Al enviar estas líneas. Lula juega al nacionalismo con su popularidad de corto plazo, estudia cómo atrasar la fecha de aplicación de la medida y excluir las exportaciones de alimentos, y analiza respuestas como aumento de aranceles, impuestos a las big techs o prohibir la entrada de funcionarios americanos. Ideas que no conducen a la disuasión y perjudican más a Brasil que a EE.UU. Mientras, un desafiante Bolsonaro trata de ganar la calle para desmentir su antipatriotismo.
Washington no quiere desactivar la bomba por ahora. Brasil depende de ellos tecnológicamente, de su sistema financiero y su mercado. Se sienten en una posición de poder. En caso de escalamiento, consideran la suspensión de visas, investigar transacciones que afecten a políticos y jueces, presionar por su tolerancia hacia grupos terroristas y organizaciones criminales locales, o por el apoyo a Venezuela al facilitar sus exportaciones de crudo, la suspensión de la red X el 30 de agosto de 2024, y al bloqueo de los bienes de Starlink.
Para medios de prensa independientes y la Orden de Abogados, el Supremo se atribuyó una jurisdicción universal de defensa de la democracia al censurar empresas y medios de comunicación, quebrar secretos bancarios, o decretar prisiones preventivas interminables. Decían que “Moraes estaba sembrando vientos y Brasil cosecharía tempestades”.
Nada hacía suponer que Trump ganaría las elecciones en EE.UU. poco después, o que las big techs y Bolsonaro tendrían acceso directo al presidente. Así, la carta de Trump fue dictada por la Asociación de Industrias de Computadores y Comunicaciones (CCIA), el lobby de empresas que pidió medidas contra las actuaciones de Moraes y de
Tampoco hay interlocutores para negociar. En Brasilia se habla del vicepresidente, pero no tiene eco en Washington. Los empresarios perjudicados han enviado a los senadores de sus estados –varios fueron ministros de Bolsonaro–, pero tienen acceso limitado a Trump. Mientras, el Partido de los Trabajadores complica las cosas internamente. Las gestiones no avanzan y el tiempo corre. Nuestra situación es distinta, pero debemos seguir muy de cerca el caso.