Acuerdo nuclear con Irán

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La Tercera, 20.07.2015
Juan Francisco Coloane, sociólogo y analista internacional

El 14 de julio pasado, después de dos años de negociaciones, el grupo de potencias denominado Grupo 5 + 1, formado por China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania ha logrado lo que décadas de tensión y desestabilización colateral no habían logrado. Consiste en un acuerdo de largo plazo con Irán a través del cual la nación persa no tendrá posibilidades de montar un arma nuclear. Sucede cuando el riesgo de la expansión del poderío bélico nuclear es cada vez más alto, particularmente en una de las regiones más inestables y que ha concentrado los mayores conflictos que han amenazado la paz mundial.

El acuerdo, en lo principal, permite que la comunidad internacional a través de sus órganos multilaterales y otros consensuados regionalmente, verifique con mecanismos más transparentes y abiertos -así como más específicos y precisos- que Irán no acceda a un arma nuclear.

Establece la suspensión del enriquecimiento de uranio de alta calidad y la producción de plutonio apto para la confección de armas nucleares. También obliga a que Irán desmantele más del 50% de sus plantas centrífugas, que son las que permiten la producción de uranio enriquecido, proceso que será supervigilado por misiones internacionales. Es así que Irán en los próximos 10 años no podrá usar las instalaciones de sus centrífugas de alto rendimiento para el enriquecimiento de uranio, y de esa forma no tendrá posibilidades de construir una bomba con material nuclear.

Hay un dato significativo en el sentido de  que Irán, con este acuerdo, elimina de su almacenaje nuclear un 98% del uranio enriquecido. Es decir, aceptó no enriquecer uranio a más del 3. 67% en los próximos 15 años.

Por su parte, Irán obtendría gradualmente una reducción de las sanciones impuestas a 41 empresas afectando el flujo comercial y financiero de Irán, que gira en torno al petróleo, la base de su economía. Establecidas por la resolución 1929 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, congela capitales iraníes en bancos europeos y aspira a que la economía colapse. En el fondo, la resolución escondía la ambición de los que la propusieron, principalmente EE.UU. y la comunidad europea, de que el régimen clerical en Irán colapsara finalmente, lo que no ocurrió.

El Presidente de Irán, Hasán Rouhaní, declaró a raíz del nuevo acuerdo, que a medida que avance el nivel de confianza entre las naciones, se retirarán las sanciones contra Irán de acuerdo a cómo vaya avanzando el acuerdo político de desarrollo de energía nuclear.

“Sentando bases para un mundo más seguro en el futuro” señaló el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, todo un artífice de este acuerdo. Después de más de dos años de diplomacia “dura” y “blanda”, al fin de cuentas ha sido un logro mayúsculo con el  objetivo no menor de impedir un agravamiento de la tensión internacional en torno al programa nuclear de Irán que claramente podía derivar en la obtención de una bomba nuclear en el corto plazo.

En el registro histórico, de respetarse mutuamente en el camino futuro los principios de un acuerdo vital para la paz regional y mundial, es una gran victoria política de Barack Obama, Vladimir Putin y el Presidente iraní Hasán Rouhaní.

Hay varias dimensiones de este triunfo diplomático de las naciones que más bregaron para este acuerdo, principalmente Estados Unidos, Rusia y el propio Irán. Para llegar a la situación de un acuerdo se debió superar una gran cantidad de obstáculos frente a las posturas conservadoras de oposición condicionadas por factores de política local como han sido los casos  de Francia, Reino Unido y Alemania.

El histórico acuerdo, no obstante, ha sido cuestionado en Estados Unidos por el Partido Republicano y el sector neoconservador que tiene considerable influencia en la política exterior de Washington. Han interpretado el acuerdo como una debilidad diplomática por no haber podido resolver con mayor energía (el uso de la coerción bélica) los conflictos que asolan a Europa sureste y al medio oriente.

En Francia, Reino Unido y Alemania, la oposición al acuerdo nuclear con Irán se ha expresado con menos candor bélico. Aun así hay un rechazo en sectores conservadores mientras retumban los ecos de una Crimea invadida por fuerzas rusas, de rebeldes rusos separatistas en Ucrania apoyados por Moscú, un gobierno en Siria apoyado por Rusia, China e Irán.

Los que cuestionan este acuerdo dejan entrever que en un plazo no muy largo se reordenarán la piezas del poder en el medio oriente y la región adyacente en torno a un Irán más potente, una mantención del actual gobierno en Siria poniéndole fin al plan de derrocarlo, y  que como resultado global significaría  el derrumbe de la alianza entre la Liga Árabe e Israel  para comandar los destinos del medio oriente y las zonas del Asia Central.

Los analistas críticos de este acuerdo sostienen que Barack Obama, Vladimir Putin y la Comunidad Europea se han “autosecuestrado” diplomáticamente, por el volumen de conflictos bélicos no resueltos, incluyendo el ascenso de una franquicia de actividad terrorista como el ISIS. Esta situación es el trasfondo que ha llevado a la actual tensión internacional en torno al plan nuclear de Irán, a los conflictos en Ucrania, Siria e Irak, en donde se ha exhibido según estos críticos, inoperancia política y diplomática. Los negadores de este acuerdo son los mismos que consideraron justa la invasión a Irak en 2003, y son fervientes sostenedores de la postura de la acción preventiva enérgica del realismo más duro. Para los más puristas, este realismo consiste en haber desmantelado antes al gobierno en Irán, en haber derrocado a Assad el mismo año en que estallaron las primaveras árabes, en haber continuado con las ocupaciones en Afganistán e Irak, y con haber iniciado bombardeos de la Otan en zonas ocupadas por los separatistas rusos  en Ucrania.

Para el realismo con tinte de futuro menos belicoso, este acuerdo nuclear con Irán expresa un cuadro que contiene algo más que variables de poder que se cruzan. Ha puesto en evidencia una vez más la ausencia de un orden mundial efectivo y que con un fracaso en las negociaciones se vería aún más distante.

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