Backstop

Columna
El Mercurio, 22.10.2018
Tamara Avetikian

"Me da susto pensar que pueda volver la violencia", dice Janet, la mujer de un conocido escritor irlandés, cuando le pregunto sobre las difíciles negociaciones para un acuerdo en el Brexit. Pensé que era un poco exagerada, pero comprobé que ese era un temor más generalizado aquí en Irlanda. Su marido agrega que "el pueblo irlandés no olvida nada" .

Todavía está fresco el recuerdo del terrorismo del IRA, y la sola idea de que la isla vuelva a estar dividida, con una frontera física, aduanas y control de migración a cargo de los ingleses, les parece retroceder años en la historia y volver al período oscuro de la guerra reciente, la que enfrentó a católicos y protestantes unionistas, y que concluyó recién con los Acuerdos de Viernes Santo, en 1998.

Según una encuesta del Irish Times, el 75% de los irlandeses están "muy preocupados" o "preocupados" de que "cualquier nueva frontera pueda dañar la paz en Irlanda", y por lo tanto, que extremistas vuelvan a tomar las armas. Y de esos hay muchos, me dice preocupado un muy británico profesor de Oxford.

Entonces, mientras en las salas de reuniones de Bruselas se ha estado discutiendo una salida digna (y conveniente) de Gran Bretaña, en los pubs de Dublín, además de tomar cerveza Guiness, se habla de que es necesario tener un "backstop" , o sea la seguridad de que no se vuelva a una "frontera dura", y eso Londres no lo ha podido garantizar. Irlanda cuenta, en todo caso, con el respaldo del resto de los países europeos para ese objetivo, y la opción de una "salida creativa" para poder ver el tema de aduanas, aranceles y otros controles que pudieran ser tecnológicos es vista con bastante escepticismo. "Nada de eso ha funcionado", se lamentan.

El retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea golpeará a la economía de Irlanda, cuyas exportaciones van en su mayoría al Reino Unido, si bien han bajado ya a menos del 40% (en parte, porque la torta exportadora ha crecido y se ha diversificado el destino de las ventas al exterior). Muchas empresas que tienen sedes o centros de distribución en Gran Bretaña están pensando en moverse a otros sitios de la UE ante el temor de los efectos del Brexit. Si el año pasado apenas el 38% de los empresarios había tomado provisiones para el "día después", hoy, según un sondeo reciente, más del 85% tiene listas las decisiones.

Pero el Brexit no afectará, ciertamente, el estilo de vida irlandés, que ya es más europeo que gaélico, y menos provinciano en esta era globalizada. Lo que se ve en Irlanda es que ya pasó la crisis económica que los golpeó tan fuerte y que, a diferencia de Italia y Grecia, han dejado atrás con esfuerzo y con bastante ayuda de la UE los peores momentos. La capital está vibrante, los restaurantes llenos de gente, pocos inmigrantes y muchos jóvenes que circulan por las calles céntricas, donde se ven, por todas partes, enormes grúas que hablan de un nuevo boom de la construcción.

Por eso, para todos en este país es vital que el gobierno se mantenga firme y obligue a Londres a cumplir su palabra. Si quieren Brexit, y hay muchos que comienzan a dudar de que lo haya, que sea bajo estas condiciones. O sea, el factor Irlanda puede ser determinante para que Theresa May logre un acuerdo con sus reticentes socios europeos.

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