Chantaje: los ayatolás y Albares (Sánchez)

Blog
Republica, 19.09.2023
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español

El muy leído Washington Post da cuenta, con patente pesar, del canje de prisioneros habidos entre Estados Unidos e Irán. Al parecer, los “delincuentes habituales”, Irán, Corea del Norte…y ahora Putin han encontrado una fuente de ingresos o un modo de sacar de prisiones occidentales a nacionales suyos que han delinquido en el extranjero.

El procedimiento es sencillo, encarcelan a turistas, hombres de negocios o a un periodista que indaga demasiado (ahora en Teherán al corresponsal del Wall Street Journal), lo acusan de algo inventado, espionaje es lo más socorrido, lo encarcelan en prisiones abominables (en Teherán el presidio Evin de pésima reputación) y, entonces sólo se trata de esperar que los familiares del ciudadano occidental detenido presione a su gobierno para que entre en negociaciones bien pagando un rescate económico, bien canjeando al detenido por alguien que, aunque no sea violentamente, ha delinquido en el país occidental.

El canje de estos días con Irán reúne los dos precios, Washington ha soltado a cinco condenados iraníes para obtener la liberación de un numero equivalente de ciudadanos estadounidenses y ha accedido a desbloquear varios miles de millones de dólares que estaban congelados en el extranjero.

La operación ha sido muy rentable para Irán, no es la primera, y el periódico estadounidense formula la reflexión que tantas veces nos hemos hecho cuando los secuestradores eran los terroristas: dar satisfacción al chantajista invita a que vuelvan a repetirlo. El chantaje es muy rentable.

El ejemplo se reproduce hoy en nuestro país en otra escala. El chantaje de Puigdemont ha producido que en el Congreso se monte el espectáculo esperpéntico de utilizar cuatro lenguas en un país en que los artículos de la Constitución imponen como un deber el conocimiento del español. ( Y no entremos ya en consideraciones de que es la lengua de más de 500 millones de personas. Un colombiano o un mejicano que asista a una sesión de nuestro parlamento deducirá que se nos ha volcado el juicio y que en España no debe haber problemas serios que debatir, ni los precios, ni la emigración, ni la penosa situación de la enseñanza…).

Casi tan ridículo y disparatado es que el ministro Albares se haya desplazado a Bruselas para intentar vender el uso del gallego, catalán y vasco en las instituciones europeas. El tema para el gobierno es tan vital que el ministro no ha volado en el avión con Sánchez hacia la Asamblea de Naciones Unidas en la que hablará Zelensky (por cierto, ¿es verdad que Sánchez ha llevado a 107 personas cuando veinte serían archisuficientes?... (¡Es un crack del despilfarro!).

¿Por qué es tan vital para el gobierno que en Bruselas se acepten otros idiomas? Estrictamente, como las embajadas extranjeras habrán informado a sus autoridades, porque Puigdemont tiene cogido a Sánchez por semejante parte y nuestro presidente considera que eso, lo de las lenguas, es calderilla, aunque lo vamos a pagar usted y yo y no se le dé a la Cruz Roja o Cáritas, comparado con todo lo que acabará dando.

El chantajista, Puigdemont, va a obtener muchas más recompensas a costa de todos nosotros. La mejor prueba de la extorsión nos la da el estadista Albares: después de decir alegremente que el catalán es hablado por diez millones de personas, subraya que la aceptación del catalán en Europa es grave y urgente, lo del gallego y vasco puede esperar, más aún el despreciado valenciano o el panocho. Al chantajeado, Albares, testaferro de Sánchez le ha faltado confesar: “es que quien apremia para que mi jefe pueda seguir, quien nos extorsiona con lo más sagrado, con echarnos de la Moncloa, es Puigdemont y no los vascos u otros que son más pardillos en el chalaneo”.

No hay comentarios

Agregar comentario