China y Rusia, ¿hasta cuándo serán el sostén de la dictadura venezolana?

Columna
Infobae, 31.03.2019
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

Venezuela sigue siendo escenario de excesos desmedidos. La carta militar rusa es un último ejemplo y plantea, entre otros, el peligro de que Nicolás Maduro crea que ese aval le otorga una patente de corso para profundizar medidas represivas, violaciones sistemáticas a los derechos humanos o la capacidad de afectar la integridad de la Asamblea Nacional y en particular las inmunidades parlamentarias de Juan Guaidó.

También seguir ignorando la presión internacional y en particular el accionar de la Organización de Estados Americanos (OEA) y del Grupo de Lima. Ambos advirtieron que esa presencia militar es inadmisible y atenta contra la paz y la seguridad regional. Este énfasis instala la cuestión Venezuela en la agenda de atribuciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Es desilusionante que Moscú esté dispuesto a mal disponerse con países representativos de América Latina y el Caribe para favorecer un régimen ilegitimo en estado terminal. La duda es hasta qué punto el Kremlin llevará adelante ese apoyo desproporcionado.

Tampoco está claro si Vladimir Putin valora a Nicolás Maduro en el mismo grado que a Basher al Assad y le dará un respaldo militar equivalente al que recibe Siria. Hasta ahora el vínculo de Moscú con Caracas no guarda comparación con el que mantiene con Damasco, incluso el abundante material militar ruso transferido a Venezuela carece de igual significación en el plano militar. Salvo la presencia temporal de una fuerza naval combinada y de dos bombarderos supersónicos Tu 160, no habría ninguna arma rusa de última generación aún emplazada en Venezuela. Tampoco Moscú ha vendido, por el momento, armamento que pueda ser considerado desequilibrante. El emplazamiento de misiles S400 no parece haberse concretado. Tampoco la instalación del sistema ruso de navegación por satélite Glonass.

Por ahora la actitud del Kremlin se parece más a una ficha destinada a irritar a Washington y obtener ventajas en otros frentes que a la defensa de un interés geoestratégico. Declaraciones del canciller Serguéi Lavrov sobre el respeto a las respectivas zonas de influencia insinúan esa posibilidad. También el hecho de que Rusia estaría reemplazando a Venezuela como proveedor de petróleo a Estados Unidos. Desde el 2011, tras la anexión de Crimea, que no vendía un flujo de crudo del volumen inaugurado en el primer trimestre del 2019.

En ese contexto, al estilo de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia deben estar explorando posibilidades. Las recientes conversaciones entre los cancilleres Lavrov y Pompeo permite esa interpretación. Sin embargo, Rusia está encarando un juego de provocación a varias puntas que se puede peligrosamente desbordar. La apertura de un destacamento ruso en El Sombrero, en el estado de Guárico, podría ser un ejemplo. Sería la décima base militar rusa en el mundo incluyendo Cuba. Hoy mantiene efectivos militares en 17 países, 3 de ellos de América Latina (Cuba, Nicaragua y Venezuela).

Es lamentable que China y Rusia, que proclaman interés en desarrollar relaciones constructivas con América Latina y el Caribe, sean en definitiva el sostén central de la dictadura venezolana e intenten desacreditar la Carta Democrática Interamericana. También el accionar de la OEA y del Grupo de Lima. La sesión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en la que ejercieron el veto para bloquear la ayuda humanitaria es ejemplo de una actitud que ambos deberían urgentemente reconsiderar. Esperamos que no obstruyan la asistencia que próximamente proveerá la Cruz Roja Internacional.

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