Confabulación de la izquierda continental

Columna
El Montonero, 14.01.2022
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano

El Perú debe estar alerta

La primera visita que recibió el próximo presidente de Chile, Gabriel Boric, fue la del protagónico Canciller de México, Marcelo Ebrard.  Según el prestigioso diario chileno La Tercera, la conversación entre ambos fue “cálida, franca, cercana, como va a ser la relación entre México y Chile estos próximos años”. Añade que Ebrard también se reunió con la expresidenta de la Convención Constitucional, la dirigente mapuche Elisa Loncón, y “descartó algún tipo de encuentro con el gobierno actual” (una descortesía intolerable).  Boric fue invitado para que México sea el destino de su primera visita internacional a fin de sellar la alianza estratégica que se han propuesto concretar (Comunicado 002 de la Cancillería mexicana).

Con dos años en la Presidencia de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños), Ebrard siguió viaje a Buenos Aires para que el Canciller argentino, Santiago Cafiero, lo sucediera. El interés de este fue tan vehemente que financió el viaje de 8 diplomáticos caribeños para que apoyaran su designación (ver información de Román Lejtman en Infobae, el 1 de enero).

Según el subdirector de la Fundación Ciencia y Política de Berlín (SWP) Günther Maihold, Ebrard “ha asumido la tarea de consolidar una alianza de gobiernos progresistas en la región, con el fin de lograr el estreno de una nueva etapa en la representación de América Latina en el mundo. Hasta ahora se han sumado a esta iniciativa Argentina, Bolivia y Perú, y en el futuro también lo hará Chile” (En busca de una alianza progresista latinoamericana, Deutsche Welle).

Las intenciones de Ebrard se evidenciaron cuando recibió efusivamente a Evo Morales en México, donde el boliviano se (auto) exilió después que la OEA y la Unión Europea demostraron el grosero fraude electoral que cometió para mantenerse en el poder (2019).

De ascendencia y formación francesas, el Canciller de México es la encarnación del “caviar” apasionado y eficiente.  Tanto que ha logrado que su doméstico presidente (para quien “la mejor política exterior es la política interna”) incurra en devaneos internacionales como la misteriosa misión (económica) que mandó al Perú para auxiliar al presidente Castillo o su apoyo a Evo Morales.

Sorprende que el inusitado interés de México en Sudamérica se esté enfocando en apoyar a Bolivia, Perú y al futuro gobierno de Chile, así como a priorizar su relación con el régimen peronista argentino.  Es una mirada en la que subyace una percepción significativa sobre la gravitación geopolítica de las relaciones en el centro y el cono sur de la región, cuyos gobiernos confluirán en posicionamientos políticos afines al mexicano. Observaremos los movimientos del ambicioso Ebrard en un escenario donde no conocemos el lugar que ocuparán piezas tan gravitantes como Colombia y Brasil, después de sus elecciones en mayo y octubre próximos.

Cuando AMLO anunció que enviará una misión diplomática a la toma de posesión del impresentable dictador nicaragüense Daniel Ortega demostró claramente su empatía con el castro-chavismo. Cuba y Venezuela son los socios mayores de Evo Morales y la Bolivia del MAS, que intervienen descaradamente en el Perú para influir en el gobierno de Castillo y promover una constitución que consagre la plurinacionalidad para proyectarse en el sur de nuestro país.

Este peligroso panorama exige que la diplomacia peruana se concentre en la defensa del interés nacional y sea fiel a la tradición de Torre Tagle como bastión irreductible del Estado que formamos todos los ciudadanos de la Nación.

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