Crónica de una venganza

Columna
El País Digital, 01.08.2021
Enrique Subercaseaux M., director Fundación Voz Nacional

El gobierno de Salvador Allende quedo inconcluso.  Su pésimo manejo, en todos los ámbitos, el hecho de perseguir una utopía a tontas y a locas, termino mal.  EL resto es historia.

Quienes participaron en el, y muchos de sus descendientes directos, han buscado, por todos los medios, revivir la utopía. Esto también esta suficientemente documentado en las hemerotecas: intentos de magnicidio, asesinatos, atentados con victimas fatales, y un largo etcétera.

Esperaron pacientemente, nunca sin dejar de agitar las aguas, hasta que las condiciones estuvieran dadas. Y así aconteció el 18. Octubre.

Antes, como ahora, hubo abierta intervención extranjera: Cuba y Rusia entonces, Venezuela y Cuba ahora. Además de una corte de compañeros de ruta, que nunca faltan en estas expediciones revolucionarias.

Sorprenden las actitudes de ciertos personeros que provienen de países del primer mundo, felices con experimentar con excesos que en sus propias tierras están simplemente fuera de la ley.  Pero en Latinoamérica todo vale. Por ejemplo, el ayudismo de Noruega en el caso Venezuela y en el caso de la negociación de las FARC con el Gobierno de Colombia, que ha resultado enormemente lesivo para la democracia en ese país.

Creo que es valioso intentar escudriñar en la mente de actores políticos que viven con una obsesión. Así, igual que los terroristas, que se obsesionan con una causa única, siendo capaces de cometer las máximas tropelías para ver su pensamiento recurrente gratificado.  De allí el peligro que movimientos terroristas y extremistas del medio oriente estén actuando en nuestra región: infiltrando, entrenando y financiando.

De las elites y su obsesión por el poder, ya nada puede extrañar.  El freno y el autocontrol que existía antaño ya se ha evaporado. Quizás en la década de los ochenta, coincidiendo con el declive de la Guerra Fría y la caída del muro en 1989.  De hecho, dos libros de triste recuerdo, y originados en los EE.UU. rubricaron el fin de la historia y la llegada de la paz duradera, sin considerar que las obsesiones no mueren, sino que mutan de manera estratégica, para proseguir la batalla con distintas tácticas.

El caso de Chile siempre ha sido paradigmático: una tierra de experimentos sociales y políticos, en una tierra infeliz cuyo único intervalo de lucidez fue el Gobierno Militar, donde se construyeron los cimientos para un Chile moderno, hasta hoy, en que los mismos se remecen con fuerza ante la salvaje arremetida por los que solo buscan venganza ante una “revolución traicionada”.

Sin reparar que la traición proviene de ellos mismos, por hacer las cosas mal y por fomentar las fuerzas del cambio a toda costa cuando la sociedad pedía justamente lo contrario.

Vuelven ahora con un discurso muy similar en su esencia, como si la historia no sirviera de nada y como si la sociedad no hubiese aprendido nada.

Ciertamente la clase política de hoy ha vuelto a caer en sus peores conductas, buscando el poder por el poder y queriendo ignorar la realidad.

Se ha probado con insistencia machacona que las negociaciones no han servido de nada, y que la gran mayoría de la oposición busca el poder total.

Por las buenas o por las malas.

Haberse cerrado a un análisis serio de las causeas del 18. Oct  ha sido un error grave. No denunciar estas a la comunidad internacional ha sido suicida, en contraste con el patriotismo de los gobernantes en Colombia, Bolivia y Ecuador.

El proceso de descomposición de las instituciones ha sido de larga data, alentado por una clase política mezcla de torpe, avara, y envidiosa.  Una clase política sin freno moral alguno, que ha votado leyes para disolver la familia, tronco fundamental de cualquier sociedad.

Una clase política que asiste impávida a la destrucción de templos religiosos, que proveen un hogar espiritual a una sociedad que lo requiere más que nunca.

Debe ser el trauma de creerse superhombres, que van en pos de una sociedad que no es mas que una quimera, que es producto de visiones incompletas, o derechamente absurdas, de un grupo de intelectuales “low cost” que, independiente de sus pergaminos, no pudo absorber sus enseñanzas y convertirlas en practica plausible para una sociedad cada vez más compleja.

Esta obsesión de venganza refleja también la paradoja intima de la persona que no tiene una personalidad propia: esta ha sido sustituida por slogans mal dirigidos y por una ausencia de proyecto de vida personal, donde el amor juega un rol central.

Falseando la historia, las ciencias y las matemáticas no se llega a ninguna parte. Y así ha acontecido: ahora mas que nunca cuando emergen los detalles del fraude global que ha sido la alarma, y la equivocada prevención, de Gobiernos que se refugiaron al alero de Naciones Unidas.

Pero hay más.

Con el continuo agitar de las aguas de los sentimientos, los ánimos, no solo en Chile, se han ido exacerbando.  El mundo ciertamente emergerá distinto después de la pandemia.  Aun mas fraccionado, donde el individualismo será aún más acentuado.

Y, por lo tanto, la falta de coherencia entre visiones utópicas y realidades contantes y sonantes será aún más lacerante.

La venganza obsesiva de quienes se empeñan en resucitar un “antes” no los llevara a ningún sitio. No hay nada que ofrecer, no hay nada que plasmar.

Sera una lucha intensa. Entre la verdad y la mentira. Entre lo cierto y lo hipotético.

Sera también desgastante y tremendo: el país, en vez de retomar un ritmo de progreso se entrampará en discusiones absurdas que no tienen salida a través de una negociación feliz.

Todo esto justo en el momento en que el globo dará un giro en su historia hacia el progreso y nuevamente perderemos oportunidades.

La obsesión por el poder, sin saber bien que de bueno hacer con él, es casi tan peligrosa como el afán de venganza, que no solo obnubila los sentidos y la voluntad de quienes lo persiguen, sino que arrastran a muchos en la loca carrera hacia el precipicio.

Nadie construye, todos destruyen. Ausencia total del soplo divino de la creación.

Dadas las cosas, donde campea la envidia, la flojera, la mentira, el engaño y el ventajismo, no podemos esperar llegar a una meta esplendorosa.

A lo mas a sacar todos los esqueletos del closet, cosa que podría ser interesante para el diván de un psiquiatra, pero ciertamente no para un país que esta atemorizado y desganado por el chaparrón de desdichas que le ha tocado experimentar en el pasado reciente.

Ausencia de autocontrol y evidente incapacidad de dirigir las energías internas evidencian no solo personas carentes de una educación integral, sino que también de una falta de humanidad que los transforma en zombis, o en títeres, del “padrino” de turno.

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