Columna El Líbero, 23.11.2024 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
El pasado fin de semana tuvieron lugar tres grandes reuniones multilaterales en nuestra región que comprometían la presencia de nuestro Mandatario: la Reunión de Líderes del Foro Económico de Asia Pacífico (APEC), celebrada en Lima; la Cumbre del G-20, que se reunió en Río de Janeiro, y la XXIX Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno en Cuenca, Ecuador. El presidente Gabriel Boric acudió a las dos primeras.
Hace tiempo que algunos cuestionan la supervivencia de APEC aduciendo que debilitaría otros espacios económicos y que su epicentro debe estar en Asia. De hecho, ha surgido el concepto del Indo-Pacífico que refleja esta mirada, mientras las candidaturas a APEC de importantes países latinoamericanos, ribereños del Pacífico, están congeladas. Es cierto que hay que acotar la agenda del Foro; recuperar su espíritu original; desburocratizar su estructura; estimular nuevas ideas para el libre comercio; abordar el proteccionismo que se avecina y evitar la fácil autocomplacencia. En definitiva, nos falta un norte. Con todo, los mandatarios y los CEO de las principales empresas de la cuenca siguen acudiendo a su Reunión de Líderes, que cierra el esfuerzo de un año. No hay otro “club” en el mundo en el que Chile puede conversar, plantear sus inquietudes y aspiraciones en un espacio acotado con los líderes de China, Japón, Estados Unidos, Australia. Junto a Perú y México somos los únicos hispanoparlantes en habitar este ámbito, que nos espera en Corea el año próximo.
Ser país anfitrión significa un tremendo esfuerzo de coordinación en torno a un temario que se desarrolla a lo largo del año; habilidad negociadora para alcanzar acuerdos; flexibilidad, experiencia y capacidad logística para recibir a los mandatarios de las 21 economías de APEC, entre ellos Joe Biden y Xi Jinping. Esta vez, Perú propuso el lema “Empoderar, incluir y crecer” y sacó adelante 25 documentos para promover los vínculos transpacíficos. Fueron necesarias unas 160 reuniones y seminarios de todo tipo, entre ellos nueve encuentros ministeriales y la reunión del Consejo Consultivo Empresarial que congrega a los empleadores más relevantes del Pacífico. En diciembre del 2023 comenzaron los preparativos que culminaron en acuerdos como una hoja de ruta para una economía formal global; políticas para el desarrollo de hidrógeno bajo en emisiones; medidas para evitar el desperdicio de alimentos; finanzas sostenibles, entre varias otras. Fue una buena reunión para la diplomacia peruana y, ciertamente, para el legado de la presidenta Dina Boluarte.
Aparte de ello, Perú evidenció sus fuertes lazos con China en la inauguración del megapuerto de Chancay, construido y operado por la empresa COSCO de ese país. El puerto será muy útil a una economía en expansión como la peruana; a una parte de Brasil y usuarios del Canal de Panamá afectados por la sequía, o para los que enfrentan inseguridades en el Índico. Es útil para China, ya que la estatal controlará Chancay en un 60% conformando una red de 38 puertos alrededor del mundo. Según los norteamericanos, esto permitiría a China monitorear los movimientos logísticos.
La inauguración mostró la relevancia de las inversiones chinas en Perú (US$ 30 mil millones), del comercio entre ambos países (entre enero y septiembre de este año las exportaciones peruanas a China alcanzaron los US$ 18,87 mil millones) y de su vinculación política. Con Xi Jinping hablaron de una asociación estratégica integral y de optimizar el TLC bilateral con nuevos capítulos como competencia, comercio electrónico, comercio global de suministros, cooperación en normas y evaluación de la conformidad, medio ambiente. Es decir, el país asiático demostró, una vez más, su buen posicionamiento estratégico en nuestra región a través de nuestros vecinos del norte.
En lo que a nosotros respecta, observé un discurso del presidente Boric más retórico que propositivo, a pesar de que dependemos de las economías de APEC al enviarles casi el 70% de nuestros productos exportables. Dichas economías representan el 26,1% de la inversión extranjera, casi US$ 70 mil millones. Decir, por ejemplo, que nuestra región tiene mucho que aportarle al Foro como recursos naturales, riqueza social y cultural resulta una obviedad. Asimismo, es evidente que tenemos que fortalecer las pequeñas y medianas empresas, los pequeños emprendedores, el multilateralismo, la cooperación internacional para enfrentar desafíos globales. Son terrenos conocidos las oportunidades del cobre o el litio para la electromovilidad. No vi propuestas nuevas en la intervención presidencial, lo que es preocupante. ¿Estamos anticipándonos a las tensiones que aquejarán al Foro cuando se desate la guerra comercial entre sus mayores economías, restándole importancia? ¿O estamos frente a un freno ideológico por su liberalismo económico?
Rescato, como no, la reunión bilateral del presidente Boric con Xi Jinping y nuestra insistencia para adherir a la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), que no debería debilitar a APEC sino ganar mercados y alianzas en un espacio económico que hoy se consolida y al que ya pertenecen, entre otras economías abiertas Australia, Corea, Japón, Singapur y los miembros de ASEAN. Debemos prepararnos ante los duros tiempos que se avecinan.
Al igual que el año pasado, llama la atención la falta de más encuentros bilaterales formales del presidente. Aparte del líder chino, tuvo tres reuniones en el ámbito político y una empresarial. Alarma, sobre todo, la parquedad de la reunión con la presidenta Boluarte. De acuerdo con el comunicado, abordaron “temas de interés común y aquellas materias en las que ambos países han estrechado su cooperación”. Es lo mismo que decir nada. En el sitio peruano de RPP se dice poco más. ¿Habrá sido así? ¿Tan pobre es la agenda de conversaciones con un país limítrofe? ¿Estamos manejando las relaciones vecinales con criterio ideológico? ¿Tenemos con Perú, igual que con Argentina, “problemas de agenda”? Hace falta una explicación.
Respecto al G-20 en Río, es un honor para Chile que hayamos sido invitados. No es la primera vez que participamos en este encuentro. El 2018, el expresidente Piñera fue convidado a la reunión celebrada en Buenos Aires; el 2019 participó en el G-20 de Osaka y el G-7 en París. En Japón advirtió sobre el creciente proteccionismo; llamó a modernizar la Organización Mundial de Comercio; propició que APEC se transformara en un área de libre comercio entre otros mensajes, y se reunió en distintos formatos con los mandatarios de Argentina, España, México, Canadá, Vietnam, Países Bajos, Australia e India.
Me alegra que hayamos sido considerados, pero nos faltan dinamismo e ideas nuevas. El discurso del presidente reiteró temas planteados por el secretario general de la ONU y/o del llamado Sur Global, tales como la mayor representación geográfica del Consejo de Seguridad, reforma de las instituciones económicas de la gobernanza mundial, o un sistema de impuestos para la transición energética. Tuvimos bilaterales sólo con Reino Unido e India, y participamos -con música de Lula de fondo- en el lanzamiento de la Alianza contra el Hambre y la Pobreza y el grupo Urban 20, interesante iniciativa de diplomacia de las ciudades del G20 para la coordinación de políticas públicas en economía, clima y desarrollo.
Los magros resultados que obtuvimos en estas reuniones reflejan falta de liderazgo, vacío de poder, demasiadas carencias y la falta de cohesión política interna se proyecta hacia el exterior. El caso Monsalve agrava nuestras penurias. Nos falta todavía un agónico año y medio para las próximas elecciones, mientras el escenario político mundial es cada vez más complicado, con un Trump impredecible y una China expandiéndose en nuestra zona. ¿Seremos capaces de aguantar? ¿No nos iría mejor con un régimen parlamentario? Da para pensar.