‘De Espanha nem bom vento nem bom casamento’

Columna
La Opinión de Murcia, 16.03.2024
Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España

De España ni buen viento, ni buen casamiento”. Eso es lo que se decía en Portugal sobre el vecino que le ha dado la espalda desde que en 1640 los lusitanos recuperaron su independencia frente a Felipe IV (Felipe III de Portugal). El enfado real con súbditos tan díscolos fue tal que el rey ordenó que la maravillosa iglesia de San Antonio de los portugueses, en el madrileño barrio de Malasaña, pasase a llamarse San Antonio de los alemanes y así sigue hasta hoy, aunque su decoración sea más portuguesa que el mismo Benfica. ¡Para que aprendan!

Cuando Luis Gama era ministro de Asuntos Exteriores de Portugal me decía que el carácter español le parecía de una dureza excesiva, «propio de gentes de mesetas áridas», en contraste con el suyo propio templado por las brisas atlánticas y la apertura mental que dan los puertos de mar. Yo le contestaba que no generalizara, que España es muy grande, está poblada por gentes muy diferentes y que tenemos de todo, aunque es cierto que predominan los locos. Basta para comprobarlo con seguir nuestra política doméstica y nuestros debates parlamentarios, tan repletos de insultos como faltos de ideas. También Mario Soares, fundador del Partido Socialista, decía que «nuestros problemas no son nada comparados con los de nuestros hermanos». Tenía razón. Por su parte, Indro Montanelli añadía que España es «una versión trágica de Italia» y habiendo vivido algunos años en ese país no puedo estar más de acuerdo.

Las recientes elecciones en Portugal han acabado con el gobierno del Partido Socialista (PS) de António Costa. Costa había gobernado sorprendentemente bien desde 2015 junto con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista (el único en Europa que aún exhibe en sus sedes la bandera roja con la hoz y el martillo) en una coalición que la gente denominó el «gobierno de la geringonça». En cambio, su reelección en 2022 por mayoría absoluta ha estado tan llena de escándalos que han acabado forzando al presidente Rebelo de Sousa a aceptar su dimisión, disolver la Asamblea y convocar elecciones.

Con una participación récord del 66% ha ganado la derecha de Alianza Democrática (AD) con 79 escaños frente a los 77 del PS.

Por los pelos, pero ha ganado. Los otros partidos de izquierda (Bloco, Livre y el Partido Comunista) han conseguido muy pocos escaños. AD es una coalición electoral conservadora que se ha reeditado ahora y que ya llevó al poder a Francisco Sá Carneiro tras la Revolución de los Claveles de 1974, que en abril cumplirá 50 años. Está formada por la derecha tradicional conservadora del Centro Democrático y Social-Partido Popular y el residual Partido Popular Monárquico y ha anunciado su disposición a aliarse con Iniciativa Liberal (5 escaños). Aun así quedan muy lejos de la mayoría absoluta que exige 116 diputados y no lo tendrán fácil.

La mala noticia es que la gran triunfadora ha sido la ultraderecha de Chega, un partido fundado en 2019 por André Ventura que como buen populista se rige más por conveniencias variables que por principios firmes. Con 1,1 millones de votos (18%), Chega ha cuadruplicado su representación parlamentaria de 12 a 48 escaños convirtiéndose en la tercera fuerza parlamentaria a tan solo 600.000 votos de AD y PS. Ventura quiere participar en la gobernación porque, afirma, la era del bipartidismo está superada. El problema es que el líder conservador, Luis Montenegro, ha repetido durante la campaña que no gobernará con Chega y los portugueses no esperan que haga lo contrario de lo que dijo, como si fuera un socialista español de estos tiempos. De entrada, acaba la buena sintonía política socialista que existía entre Madrid y Lisboa, donde habrá un gobierno débil que veremos cómo responde cuando tenga que sacar adelante leyes y presupuesto. La esperanza es que las fuerzas parlamentarias portuguesas son a veces capaces de llegar a pactos imposibles en la Carrera de San Jerónimo.

Portugal confirma el declive de la izquierda y el auge de la extrema derecha, que presumiblemente se confirmará en las próximas elecciones europeas. ¿Quiere decir que Portugal se ha llenado de fachas de la noche a la mañana? No lo creo. Lo que allí sucede, como en otros sitios, es que hay mucha gente que lo pasa mal, que está muy enfadada con tanta corrupción, y que se deja engañar por quienes les prometen que con ellos les irá mejor. ¿Les suena?

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