¿Debe Chile hacer concesiones a Bolivia en relación a su aspiración territorial? I

Columna
La Tercera, 26.09.2015
Sergio Villalobos, Premio Nacional de Historia (1992)

No hay razón para que Chile devuelva territorios a Bolivia. Desde los tiempos de las culturas indígenas y hasta hoy, el país ha sido esencialmente altiplánico. Durante la época colonial, conocida como la audiencia de Charcas, ejerció alguna jurisdicción en el litoral, pero muy débilmente, y la gobernación de Chile también manifestó su presencia a través de disposiciones administrativas. La corona española tomó medidas contradictorias, e igualmente los virreyes del Perú, de modo que tanto Chile como Bolivia podían reclamar la posesión de la costa o parte de ella.

La creación de la República de Bolivia en 1825, de acuerdo a los planes de Bolívar y Sucre, incluyó parte del territorio de Antofagasta, donde existía una pobre caleta (Cobija), que se procuró impulsar como principal puerto boliviano. Sin embargo, la influencia de Valparaíso en el comercio, la minería, el trabajo y el aporte de capitales fue lo que dio vida a la costa hasta el Perú.

Dentro de ese panorama, la extracción del salitre por parte de empresas chilenas en Bolivia y el Perú fue vista con alarma, y se tomaron medidas en ambos países para perjudicarlas.

Perú y Bolivia suscribieron un tratado de alianza secreta para enfrentar juntos cualquier situación bélica, y se buscó la incorporación de Argentina. No hay duda que el tratado era contra Chile.

El Perú, que procuraba tener el monopolio del nitrato, impulsó ocultamente a La Paz para perjudicar a los salitreros chilenos. Se logró que en Bolivia no se extrajese salitre en el cantón del Toco y se respaldó el establecimiento de un impuesto sobre el salitre exportado, que debió recaer sobre la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, ligada a los círculos chilenos.

Pasando a los hechos, el gobierno boliviano ordenó cobrar el impuesto, poner término a la concesión de terrenos salitreros y expropiar los bienes de la compañía. Ante esa situación, La Moneda ordenó ocupar militarmente la ciudad de Antofagasta el 12 de febrero de 1879 (de hecho se iniciaba la guerra).

El conflicto terminó con el Pacto de Tregua de 1884, y definitivamente con el Tratado de Paz de 1904. En este último se dispuso la transferencia a Chile del litoral entre el río Loa y el paralelo 23, el libre tránsito por el territorio chileno, la construcción del ferrocarril de Arica a la Paz y varias concesiones muy crecidas de capitales para la construcción de ferrocarriles en Bolivia, y otras materias.

El tratado mereció la aprobación de muchas figuras prestigiosas de Bolivia, tuvo una tramitación fácil y exitosa en el Congreso, siendo considerado muy ventajoso. Muchos años más tarde, el 19 de junio de 1964, el Presidente de Bolivia Hernán Siles Suazo, declaraba al periódico La Nación de la Paz que “para nosotros el problema del puerto no figura entre los de primera fila que confronta Bolivia. La afirmación que a menudo se hace de que nuestro atraso proviene principalmente de la falta de una salida al mar, a más de pueril es tendenciosa, pues busca desviar la atención pública de las verdaderas causas del estancamiento de Bolivia. Más premiosas y más conveniente desde el punto de vista del interés nacional es poner toda nuestra capacidad, energía y recursos en desarrollar los grandes factores potenciales, en el orden económico y humano que encierra Bolivia”.

Los hechos referidos prueban que el problema con Bolivia se generó por circunstancias que de ninguna manera provocó Chile, sino que fueron producto de la historia en un sentido amplio. Por esas razones, Chile no está en deuda con el país altiplánico.

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