Columna Diario de Mallorca, 09.03.2024 Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
Es lo que acaban de confirmar esta semana los electores norteamericanos en las primarias celebradas al mismo tiempo en quince Estados, en lo que llaman el Supermartes, un día en el que votó un tercio del país y que nos abocan a una cita electoral en noviembre que repetirá el enfrentamiento entre Joe Biden y Donald Trump del año 2020, con la diferencia de que esta vez nadie puede llamarse a engaño.
El Supermartes se inventó para calmar a impacientes (ambos contendientes podrán reunir los delegados necesarios para asegurar su respectiva nominación en las próximas semanas) y así poder contar con un aspirante claro con tiempo suficiente antes de las Convenciones en las que los delegados electos por cada partido toman la decisión final sobre su candidato a la presidencia. Esas convenciones son un espectáculo único de la política estadounidense donde se combina un mundo subterráneo de trabajo con una apariencia exterior circense. Los resultados del Supermartes han confirmado lo que ya se sabía, que nos encaminamos a una elección en noviembre entre dos candidatos bien conocidos por el electorado, pues ambos han desempeñado ya la presidencia, y que no despiertan ningún entusiasmo. El 75% de los votantes totales (y mayoría también entre los Demócratas) creen que Biden está mayor para ser un presidente efectivo y, en el caso de Trump, se confirma que suscita tanta pasión como rechazo. La otra candidata republicana, Nikki Haley, se ha retirado, pero no ha pasado sus votantes a Trump. La razón es que a ella le ha votado el 20% moderado del partido Republicano que se caracteriza por su oposición a Trump y que constituye una gran incógnita porque en noviembre podrían quedarse en casa o votar a Biden. Me temo que muchos, en ambos partidos, votarán tapándose la nariz.
La decisión unánime de los nueve jueces del Tribunal Supremo (TS) de anular la prohibición de un Tribunal de Colorado para que Donald Trump se presentase a las primarias en el Estado por su papel al incitar el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2020 favorece a Trump. El TS no entra en el fondo del asunto, sino que dice que los tribunales estatales no tienen capacidad para descalificar a candidatos en elecciones federales. Es una victoria que Trump ha celebrado ruidosamente, evitando reconocer también lo obvio: el TS, dominado por jueces conservadores, podría haber aprovechado para exonerarle por los acontecimientos del 6 de enero y ha decidido no hacerlo.
Donald Trump se afianza en los llamados Swing States, los que tienden a cambiar su voto en cada elección como, entre otros, Nevada, Arizona, Georgia y Michigan, con un dato muy importante con respecto a este último pues un 20% de la importante minoría árabe-musulmana ha votado «no comprometido» (en blanco) en las primarias del partido Demócrata para protestar contra el apoyo de Biden a la política israelí sobre lo que queda de Gaza. Quieren un alto el fuego inmediato y permanente y muestran frustración ante su incapacidad para obligar a Netanyahu a salvar vidas inocentes como prioridad. Michigan es muy importante porque puede acabar pintado de azul o de rojo por tan solo un puñado de votos que pueden ser determinantes cuando llegue noviembre. En 2016 Trump ganó allí por solo 10.000 votos y en 2020 Biden por hizo por 150.000. Biden intenta contentar a la vez a los lobbies judíos y a los votantes musulmanes y nadie está contento, algo que debe tener en cuenta. También pierde apoyos entre afroamericanos y latinos que le respaldaron en 2020,
Según el New York Times, si las elecciones se celebraran ahora Trump le sacaría a Biden nada menos que 4 puntos de ventaja y eso le hace a uno preguntarse si los americanos sufren de amnesia. En todo caso, la campaña de verdad comienza ahora entre Biden, que venderá democracia frente a extremismo, previsibilidad mundial frente al caos, aborto y una economía sólida, como ya ha anunciado en su potente discurso sobre el Estado de la Unión del pasado jueves, su primer acto de campaña electoral, y Trump que insistirá en el revanchismo, la inmigración, la delincuencia y que «nuestro país se muere». Y con la gran incógnita de saber qué ocurrirá con las causas penales que tiene abiertas y que trata de retrasar con argucias legales para llegar vivo al 5 de noviembre. En política ocho meses son una eternidad.