Desarme nuclear en Corea

Columna
La Nación, 03.05.2018
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

Las perspectivas de desnuclearización de la Península de Corea abren una oportunidad a las Naciones Unidas. Diversas versiones diplomáticas apuntan a la posibilidad de que tras un arreglo político entre el presidente Trump y el líder norcoreano Kim, un comité especial bajo los auspicios del Consejo de Seguridad de la ONU asuma la responsabilidad de monitoreo y supervisión de eventuales obligaciones para la eliminación de las armas nucleares y misilísticas en ese territorio. Sin perjuicio de las características técnicas propias que pueda adquirir ese proceso, la ONU y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) cuentan con una experiencia que puede y debería ser aprovechada.

El Comité Especial de las Naciones Unidas (Unscom) y la Comisión de Monitoreo, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas (Unmovic) con el mandato para eliminar las armas de destrucción masiva en Irak, son dos antecedentes. El primero, bajo el liderazgo del embajador sueco Rolf Ekeus (1991 a 1997) y el segundo, del embajador australiano Richard Butler (1997 a 1999). En ambos mecanismos de inspección y control internacional hubo diplomáticos argentinos. La labor de Naciones Unidas a lo largo de esa década pudo lograr, con razonable confianza, identificar y eliminar los programas iraquíes de armas de destrucción masiva. Ese ejemplo podría ser útil en el caso de la península coreana.

La tarea de desarme y control, de seguirse un procedimiento multilateral de características similares al iraquí, estaría acotada a la problemática nuclear y balística. Mientras que para el primer caso Naciones Unidas cuenta con el asesoramiento técnico del OIEA y del organismo del tratado que prohíbe los ensayos nucleares (CTBT), la cuestión misilística carece de un organismo específico. El régimen de control de tecnología de misiles (MTCR), pese a su constitución limitada y voluntaria, además de no ser formalmente un mecanismo de las Naciones Unidas (que la Argentina presidió en tres oportunidades), podría ser fuente de asistencia suplementaria en particular en lo que hace a la transferencia de tecnologías. La experiencia acumulada desde 1987 es de enorme importancia técnica para detener o desacelerar programas de misiles balísticos como fue el caso, entre otros, de Polonia y la República Checa.

El Organismo Internacional de Energía Atómica se encuentra realizando en la actualidad una función central en la verificación del acuerdo nuclear del G-6 con Irán. Esa tarea, que reafirma la capacidad del OIEA como órgano de control y salvaguardia, es testimonio adicional de que los organismos internacionales tienen una responsabilidad que debería ser estimulada. También su participación hace a la credibilidad y confianza global en el cumplimiento de las obligaciones y compromisos, y reafirma el papel primordial de las Naciones Unidas en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional conforme a los propósitos de la Carta.

Las implicancias del desarme nuclear en la península coreana son también de significación para el fortalecimiento del régimen de no proliferación vertical y horizontal previsto en el Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). La Argentina, que presidirá la próxima conferencia de revisión del Tratado y que cuenta con una larga experiencia diplomática en las negociaciones de desarme en Ginebra, tiene la posibilidad de desempeñar un rol activo para que la tarea de las Naciones Unidas y de los organismos técnicos específicos sea una realidad concreta y exitosa.

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