El Alto Perú y su mar

Columna
La Razón, 10.08.2016
Ramiro Prudencio Lizón, historiador y ex diplomático boliviano
  • El mito de que Bolivia no poseía mar en la Colonia descansaba en una mentira de Jaime Eyzaguirre

Sería muy conveniente que en nuestro país se conociera el ensayo Charcas y el mar del distinguido diplomático chileno don José Miguel Barros, pues es muy importante para Bolivia. Dicha obra está publicada en la revista chilena Cuadernos de Historia, número 30, editada por el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile. El trabajo del embajador Barros es una réplica a un artículo publicado en la misma revista, en su número 28, del conocido historiador chileno Sergio Villalobos, donde reitera su tradicional posición de que Bolivia no poseía mar en la Colonia.

Cabe destacar primeramente que el historiador Villalobos basa su posición en el libro de Jaime Eyzaguirre intitulado Chile y Bolivia. Esquema de un proceso diplomático, el cual sirvió para que se crease en Chile en la década de los 60 el mito de que el Alto Perú nunca tuvo costa marítima. Don José Miguel Barros inicia su alegato comentando algunas afirmaciones de Villalobos, encontrándolas absurdas, sobre todo la referida a la “Recopilación de Leyes de Indias” de 1680, la cual sería desautorizada “de una plumada” por el segundo porque la misma habría introducido “alguna confusión” en lo referente a la costa del Pacífico Sur. Y ello porque la Recopilación dice claramente que la Audiencia de Charcas limita con el Mar del Sur, es decir, con el océano Pacífico.

Precisamente Barros manifiesta que “para rebatir sus asertos” (los de Villalobos) haría una cita textual de la Ley 9, título 15, libro II de la Recopilación, que encasilla geográficamente a la Audiencia de Charcas al definir sus linderos: “(...) partiendo términos: por el septentrión, con la Real Audiencia de Lima y provincias no descubiertas; por el mediodía, con la Real Audiencia de Chile; y por el levante y poniente, con los dos mares, del Norte y Sur...” (sic).

Para refutar aún más a los sostenedores de la tesis de Eyzaguirre de que la Audiencia de Charcas era mediterránea, Barros recurre al cronista mayor de su majestad, Antonio de Herrera. En su monumental obra Descripción de las Indias Occidentales, este cronista indica que “el distrito de la Audiencia de Charcas que parte términos con la de los Reyes está en 20 grados y medio de altura austral… tendrá de largo 300 leguas, hasta el valle de Copiapó, principio de la provincia de Chile, en 28 grados de altura… y Este-Oeste, lo que hay entre la costa del Mar del Sur, hasta la del Norte...” (sic).

Por otra parte, es menester tener en cuenta que para Villalobos, y para su maestro Eyzaguirre, el argumento fundamental de que Chile llegaba hasta el río Loa, y por tanto colindaba con el Perú, era un mapa que dibujó en 1793 el geógrafo italiano Andrés Baleato, por orden del virrey Gil y Lemos, del Perú. Villalobos supone que en este plano se establecía el límite norte de Chile “en el grado 21,5, correspondiente a la boca del río Loa”. Pero Barros afirma que esta apreciación está totalmente equivocada. Él considera que Villalobos no captó “que cuando el título de ese plano dice que comprende desde 21,5º hasta 47º de latitud S., se refiere al plano y no al Reino”. Pero sobre todo, porque tanto Villalobos como Jaime Eyzaguirre, que han invocado a Baleato, “omiten citar o siquiera aludir a una nota que éste insertó en su plano”. Esta nota expresa que “De este modo se ve que el Reino de Chile, esto es, la porción de su terreno que poseen los españoles, está comprendido de Norte a Sur desde los 25 grados de latitud en el desierto de Atacama, hasta los 37 grados al sur del río Bío Bío”. En consecuencia, el mapa de Baleato, que había sido la base fundamental del mito de que Bolivia no poseía mar en la Colonia, ahora gracias al embajador Barros se constituye en una prueba contundente de que sí lo tuvo, y que dicho mito descansaba en una canallesca mentira de Jaime Eyzaguirre.

El ilustre historiador José Miguel Barros expresa además que su interés no fue solo el de rebatir al profesor Villalobos, sino algo mucho más importante, el de “haber aportado el más absoluto mentís a la tesis del profesor y del mismísimo Gobierno de Chile”.

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