El audaz desafío de Rusia

Columna
El Montonero, 29.03.2019
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
  • La presencia de fuerzas militares rusas en Venezuela

La Rusia de Putin ha exagerado su apuesta militar en Venezuela forzando un pulseo dramático con los Estados Unidos de Trump. La presencia de dos aviones de transporte militar con 99 oficiales uniformados y 35 toneladas de (misteriosa) carga desde hace una semana se suma a los dos bombarderos TU160 enviados en diciembre pasado para participar en maniobras de las FF.AA. venezolanas. Washington ha expresado enérgicamente su rechazo. El mismo Presidente acaba de reiterarlo en presencia de la Sra. Guaidó,  esposa del Presidente Encargado de Venezuela, a la que recibió en la Casa Blanca acompañado de su plana mayor.

¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar para no dilapidar el prestigio nacional que se juega en estas exhibiciones de poderío mundial? ¿Hasta qué punto  sostendrá su apuesta el amo de Rusia, y cómo responderá el arrogante líder norteamericano? Trump será medido por la histórica referencia del enorme triunfo del Presidente (demócrata) Kennedy en 1962, cuando hizo retroceder a los comunistas soviéticos que instalaron misiles en  Cuba para defender la revolución castrista.  Esta referencia será un telón de fondo inevitable en la campaña de Trump por su reelección; una empresa que ha abrazado apasionadamente. El Informe Mueller es invocado como prueba de que no incurrió en colusión ni  obstrucción a la justicia en el inmenso laberinto de la “trama rusa” sobre el involucramiento de Putin en su  estrategia contra Hillary Clinton.

Hace 57 años, la heroica aureola revolucionaria de los barbudos de Fidel Castro estaba intacta, y los sucesores del imperio comunista soviético no eran acusados de promover una mafia de plutócratas corruptos; como la que gobierna con Putin, convertido en el padrino oportunista del puñado de Estados amigos de la Venezuela chavista,  la Nicaragua sandinista y Cuba. En 1962, China recién salía de la “Gran Hambruna” (1958-1961) que dejó más de 10 millones de muertos.  Tres décadas después, el clamoroso fracaso económico del comunismo que sepultó a la URSS, ha iluminado la creatividad de los chinos que, manteniendo la dictadura del partido único, apostaron por el mercado y el capitalismo controlado, a los que deben su condición de gran potencia (a diferencia de Rusia,  China es el principal socio comercial e inversionista poderoso en muchos países latinoamericanos).

El interés de ambos en los hidrocarburos y minerales venezolanos, así como su competencia mundial con EE.UU., explican que prestaran más de US$ 150,000 millones a Venezuela.  Lo que no se explica es la irracional audacia de Putin, a menos que su apuesta imposible sea conseguir por la fuerza lo que el camarada Kruschev no logró en 1962.

Hace quince días que la catastrófica y oscurecida Venezuela de Maduro no exporta petróleo a EE.UU. Sus (mínimas) reservas internacionales están inmovilizadas, sus funcionarios no pueden salir del país y las naciones o empresas que violen el régimen de sanciones en vigor son penalizadas financieramente.  Sus fronteras con Brasil y Colombia están cerradas, y la ayuda humanitaria bloqueada.  Hasta los países caribeños, que por el subsidio petrolero de Caracas neutralizaban las resoluciones de la OEA, han cambiado su voto: ayer permitieron que se apruebe una importante Resolución del Grupo de Lima sobre ayuda humanitaria para el pueblo venezolano.

La ilegitimidad de Maduro crece tanto como la desesperación incontenible de su pueblo y el apoyo al Presidente Encargado, Juan Guaidó, a la Constitución y a la Asamblea Nacional, de las que emana su investidura. ¿Cómo entender entonces que un acreedor interesado en recuperar sus préstamos y rentabilizar sus inversiones imagine que será pagado por un dictador a punto de caer?

De ahí la inmensa preocupación que provocan las acciones que Rusia pretende disfrazar de cooperación técnico-militar con Venezuela, a sabiendas de que la posición explícita de Estados Unidos no solo cubre a nuestro desgraciado vecino sudamericano, sino también se propone alcanzar a Cuba y Nicaragua. Por más absortos que estén en sus problemas nacionales,  los gobiernos de la región deben reaccionar en conjunto frente a una hipótesis de conflicto que puede tener vastas repercusiones internacionales en perjuicio de todos.

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