Columna Clarín, 04.07.2024 Roberto García Moritán, embajador (r) y exviceministro de RREE argentino
El deterioro geopolítico ha reactivado la espiral de la carrera de armamentos nucleares y ha aumentado la dependencia de las principales potencias del concepto de la disuasión nuclear.
La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, Premio Nobel de la Paz 2017) ha señalado que la modernización y sofisticación de los arsenales nucleares y los sistemas de lanzamiento, representan hoy un gasto anual global de 91 mil 400 millones de dólares (13% más que en 2023) pese a que los objetivos del desarme nuclear han sido uno de los propósitos más antiguos de la agenda de las Naciones Unidas (resolución 1, 1946).
De acuerdo con el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), 9.585 ojivas nucleares (de un total de 12.121) se encuentra listas para su uso, de las cuales 3.800 en estado de alerta operativo (2.100 en submarinos y 1.700 en misiles y aeronaves). La amplia mayoría pertenecen a Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, China es el que más rápido estaría incrementado su arsenal nuclear y, dado el entendimiento Putin-Xi (marzo y octubre 2023), el eje estratégico entre Beijing y Moscú es el que posee el mayor número de armas nucleares operativas.
Los restantes seis poseedores de armas nucleares (Reino Unido, Francia, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel) estarían ampliando el número de armas nucleares en un promedio anual que oscila en el 10%.
También estaría aumentando la latencia nuclear de países que poseen la destreza técnica y la capacidad de enriquecer uranio y/o plutonio, para producir una ojiva nuclear (Japón lo reconoció en el 2006 y Sudáfrica se convirtió en un Estado sin armas nucleares en 1991).
Esta alarmante acumulación sobreabundante de poder destructivo no está sujeta a ninguna limitación jurídica vinculante. Las obligaciones asumidas por Estados Unidos, Unión Soviética (hoy Rusia), Reino Unido y Francia en 1968 de iniciar un proceso de desarme nuclear (artículo VI del TNP) nunca tuvo principio de cumplimiento. El actual impasse de la diplomacia multilateral y los sucesivos reveses de los mecanismos bilaterales de control de armas nucleares entre Estados Unidos y Rusia agrega un condimento de grave preocupación adicional.
En el 2023, Rusia denunció el tratado Nuevo START sobre límites de armas estratégicas desplegadas. China nunca participó de procesos de reducción de armas nucleares.
La puja nuclear estaría ingresando también, artificiosamente, al espacio exterior. Recientemente, Rusia vetó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (China se abstuvo), una resolución promovida por Estados Unidos y Japón para prohibir el uso de armas nucleares para destruir satélites conforme el articulo IV del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967 que prohíbe poner en órbita objetos portadores de armas nucleares.
Las amenazas de Rusia del uso de armas nucleares tácticas en Ucrania y la erosión de procedimientos que durante décadas regularon la guerra fría e incluso la carrera de armamentos, subrayan peligros inminentes a la seguridad internacional.
Estas circunstancias de antagonismo y desmesura, en las que la mitad de la población mundial vive en países con armas nucleares, afecta el orden internacional basado en la Carta de las Naciones Unidas y en el Tratado de la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Es hora de reactivar el dilatado proceso de desarme para que los desafíos a la seguridad internacional del siglo XXI no sigan descansando en armas de destrucción masiva.