En la mente de don Pedro Sánchez

Columna
El Periódico, 19.11.2023
Jorge Dezcallar de Mazarredo, embajador de España

No es fácil meterse en la mente de los demás. La semana pasada lo procuré con los terroristas de Hamás y esta semana lo voy a intentar con don Pedro Sánchez, y tampoco me parece sencillo por más que nuevamente crea que puede haber razones, que no razón, que expliquen un comportamiento extraño en alguien que ha jurado defender la Constitución y ¡hacerla cumplir a los demás! Porque estoy convencido de que él cree que lo que hace es bueno para él, para su partido, para Catalunya y para España.

Para él en primer lugar y es lógico porque le ha costado mucho llegar a la Moncloa y una vez allí, a pesar de luchar contra pandemias, cambiar con frecuencia de opinión y tragar sapos durmiendo con quien no deseaba, ha descubierto que le gusta y que desea continuar. No se le puede criticar por ello.

En segundo lugar, piensa que su continuidad es buena para el PSOE y sus miembros activos parecen estar de acuerdo con él aunque... ¡otra cosa son los jubilados! Por un lado, él ha hecho las listas y todos saben que el que se mueva no sale en la foto, y por otro en las últimas elecciones los suyos han perdido casi todo el poder autonómico y municipal, se han quedado sin consejerías, concejalías y asesorías, y los militantes se agarran a los escaños porque es lo único que les queda y tampoco se les puede criticar. Los políticos profesionales saben que lejos del poder hace mucho frío. Otra cosa es que el PSOE haya quedado irreconocible al dejar de defender la igualdad entre los españoles como había hecho desde su fundación.

También cree que lo que hace es bueno para Catalunya. Dice que sus pactos contribuyen a la convivencia y a calmar el conflicto catalán y me permito disentir porque el nacionalismo estaba de capa caída el 23 de julio cuando los independentistas de Junts y Esquerra tuvieron por separado menos votos que el PP, y todos juntos con la CUP, menos votos que el PSC. Ha sido el señor Sánchez, buscando “votos bajo las piedras”, el que les ha quitado la depresión y los ha vuelto a lanzar al monte desde donde dicen que “ho tornarem a fer”. Porque si uno negocia cediendo en todo acaba envalentonando al adversario y ahora tendrá que apaciguarlo de nuevo. Le deseo suerte. Las protestas que se han extendido por todo el país a raíz de esos pactos han debido sorprenderle. Yo creo que no las comprende y las ve promovidas por una derecha enrabietada que no sabe perder, que no tiene visión de futuro y que vive anclada en un pasado representado en la Constitución de 1978, que a su juicio es otra molesta herencia del franquismo.

En cuarto lugar, imagino que don Pedro Sánchez cree que su continuidad en la Moncloa es buena para España porque evita el mal supremo de un gobierno del PP con la ultraderecha de Vox. Al fin y al cabo, los independentistas solo trataron de romper España con sus leyes de desconexión, su referéndum ilegal y su declaración de independencia. Eso no es nada, debe pensar, en comparación con lo que puede hacer Vox si llega al poder. Por eso es sincero cuando cree que España le necesita y que el fin justifica los medios, porque nada hay mejor que un “gobierno progresista” con él al frente que frene a la 'derechona'. Al precio que sea. No alberga la más mínima duda.

Por eso, su continuidad como presidente le debe parecer a don Pedro la suma de todos los bienes sin mezcla de mal alguno, como enseñaba el catecismo cuando el catecismo aún se enseñaba. Yo no critico los acuerdos con otras fuerzas políticas porque así se hacen los gobiernos en las democracias parlamentarias como la nuestra y el suyo es perfectamente legítimo. Lo que no puedo aceptar es el precio que ha pagado para hacerlo: la concesión de una amnistía a los delincuentes del 'procés' que vende impunidad a cambio de siete votos, que se carga la independencia judicial y la separación de poderes esenciales en una democracia, y que daña la imagen exterior de España. Y me repugna el impresentable texto firmado con Junts donde no solo compra todas las falsedades del relato independentista, sino que se rebaja a aceptar insultos como el del ‘lawfare’ (politización de la Justicia) o el del mediador internacional.

Nunca supuse que un presidente del gobierno de España se humillaría de esta manera para seguir gobernando. Me da mucha pena, me da mucha vergüenza y me preocupa mucho el futuro. Se ve que a él no.

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