Columna OpinionGlobal.cl, 02.06.2016 Juan Salazar Sparks, cientista político, embajador (r) y director ejecutivo de CEPERI
Cuando hablamos de terrorismo internacional, usualmente nos referimos a grupos armados específicos, que persiguen sus fines políticos mediante el uso del terror, llámense al Qaeda, Boko Haram, ELN, FARC, Hamas, Hizbulá, ISIS, PKK o Talibán. Pero también existen, en una zona mucho más oscura y difícil de escudriñar, los estados que utilizan o financian el terrorismo como herramienta de su política internacional. Entre los que se consideran como actores principales, veamos los siguientes:
Arabia Saudita y el wahabismo
El único país del mundo que pertenece a una familia (los Saud) ha utilizado su inmensa riqueza petrolera para difundir el wahabismo, corriente religiosa ortodoxa, puritana y literal del Islam, difundida en el siglo XVIII por Abd al-Wahhab, doctrina de la cual se nutren los radicalismos suníes actuales. Desde los años 90 en adelante, Arabia Saudí ha financiado la construcción de 1.200 mezquitas y 2.200 madrazas (centros de estudios), educando a más de 4.000 imames en una versión primaria y violenta del Islam de hace 250 años.
Entre decenas de millones de musulmanes, emergen hoy los llamados yihadistas, encargados de combatir y matar a infieles en Asia, África y Europa: Al Qaeda -bajo Osma Bin Laden- adquirió celebridad con los atentados del 11S-2001 en Nueva York; el ISIS o Daesh fue creado después de la Guerra de Irak por la mayoría sunní local para enfrentar al gobierno de la minoría chií; el Frente al Nusra es la rama de al Qaeda que lucha hoy en Siria contra el gobierno de al Assad; y el reciente autodenominado Yaish al Islam (Ejército del Islam) es un grupo terrorista financiado por Arabia Saudí y liderado por Zahran Allush para atacar a Rusia, tras el inicio de los bombardeos aéreos rusos en Siria.
Conforme a lo anterior, exigir a Arabia Saudí que ponga fin al proselitismo radical es un paso esencial para la lucha mundial contra el terrorismo. El enfriamiento de las relaciones entre Washington y Riad van en ese camino.
Irán y la Revolución Islámica
Desde que naciera la República Islámica en 1979, tras la caída del Sha, Irán ha estado dedicado no sólo a proteger los ideales de su teocracia islámica sino a exportar la revolución fundamentalista chií al resto del mundo musulmán (mayoritariamente suní).
La actitud militante del régimen de Teherán y sus posturas anti-Occidentales han contribuido al fuerte aislamiento internacional de dicho país. La última Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno Islámicos acusó a Irán de apoyar el terrorismo e interferir en los asuntos internos de varios de sus países miembros (punto 33 del documento final). Esa referencia es concordante con conclusiones similares de la Justicia de varios países relacionados con el terrorismo de Irán, inclusive de la Justicia argentina ante el criminal atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).
Irán presta apoyo financiero, material, entrenamiento y apoyo logístico a grupos terroristas en todo el Oriente Medio y Asia Central: Desde 2006, ha enviado armas a los talibanes; durante la ola de manifestaciones por la democracia en Siria, proporcionó un amplio apoyo (armas, fondos y entrenamiento) para ayudar al régimen de Asad en su represión brutal con un saldo de más de 70.000 civiles muertos; ha proporcionado millones de dólares en apoyo de Hizbulá en El Líbano, así como a Hamas en la Franja de Gaza y a otros grupos terroristas como la Yihad islámica y el FPLP; en 2011, fue responsable del intento de asesinato del embajador saudí en Estados Unidos; y en 2012 estuvo implicado en ataques terroristas en la India, Tailandia, Georgia y Kenia.
La contención del fundamentalismo islámico iraní será a futuro otra responsabilidad que deberán asumir las potencias (principalmente EEUU) que participaron en la firma del acuerdo para la no proliferación nuclear de Teherán.
El doble juego de Turquía:
El país-puente entre Asia y Europa (Estambul se asienta sobre dos continentes) es un aliado vital para Occidente: miembro de la OTAN, candidato a la UE y firmante con ésta última de un acuerdo para contener la fuerte migración proveniente hoy de los conflictos más candentes del Medio Oriente (Irak y Siria).
Pero el actual presidente turco Recep Tayyib Erdogan se encuentra en lucha contra todos, con la oposición democrática interna, con la Siria de Bashar al Assad y sus aliados (Irán y Rusia), con al Nusra y el ISIS, y con los kurdos opositores de Siria. Es más, a pesar de la constitucionalidad laica heredada del Padre de la Patria Mustafá Kemal Ataturk, el régimen de Ankara se ha convertido en uno de los mayores santuarios del extremismo islamista, el mismo que ha originado tanto las oleadas de refugiados como los últimos atentados terroristas en Europa.
La CIA ha declarado que tiene "contabilizados" a 15.000 combatientes extranjeros apoyando al Estado Islámico (ISIS), que han ingresado a Irak y, sobre todo, a Siria, desde Turquía. Podría entenderse que 100 o 200 militantes radicales crucen las fronteras en forma clandestina, pero que lo hagan unos 15.000 a través de una de las zonas de seguridad más vigiladas del mundo resulta muy difícil de creer.
La lucha por la hegemonía en el mundo islámico
Existen varias diferencias entre los tres actores en juego. En Arabia Saudita son árabes (suníes), en Irán son persas (chiíes) y, en Turquía, son turcos con una república democrática y secular de musulmanes suníes. En el fundamentalismo de los primeros prima la defensa de una monarquía (reyes y príncipes de la Casa de Saud) y en el de los segundos la defensa de una teocracia chií (régimen de los ayatolas iraníes), en tanto que en el tercero caso prima el nacionalismo turco a pesar del giro al islamismo que estaría dando Erdogan.
La enconada rivalidad entre Arabia Saudita e Irán va mucho más allá de un mero sectarismo religioso (suníes vs. chiíes). Se trata de una lucha por el dominio geopolítico de la región ahora que, tras el levantamiento de las sanciones internacionales, Teherán volvió a ser un jugador pleno en el tablero mundial, donde pugna con Riad por el liderazgo sobre 1500 millones de musulmanes. Las dos potencias están librando un enfrentamiento indirecto a través de guerras "subsidiarias" (proxy en inglés). A saber:
(i) En Siria, los sauditas forman parte de la coalición internacional liderada por Estados Unidos (incluye monarquías del Golfo), que afirma que no habrá paz en Siria hasta que abandone el poder el presidente Bashar al-Assad (un alauita/chií). Los sauditas también han financiado a los grupos yihadistas, incluyendo Estado Islámico. A la inversa, Irán (vía Hizbulá) y Rusia son aliados claves del mandatario sirio, aunque Teherán sea una teocracia y Siria un estado secular, pero ambos compartiendo la decisión de mantener a raya a Israel, a los norteamericanos en el Medio oriente y a la mayoría suní en Siria;
(ii) En Yemen, el "patio trasero" de Arabia Saudita en la península arábiga, la minoría chií (los hutíes), con apoyo de Irán, se rebelaron contra el gobierno y hoy controlan grandes sectores del país. El presidente yemení derrocado se exilió temporalmente en Riad; y
(iii) En Irak, desde la caída de Saddam Hussein, los norteamericanos dejaron a la mayoría chií a cargo del gobierno de Bagdad y en estrechas relaciones con Teherán, pero milicias de la minoría suní han iniciado la lucha contra el gobierno.
Conclusión:
- A diferencia del Occidente cristiano, el Islam no ha conocido ni el Renacimiento, que puso al hombre en el centro de la Creación, ni la Ilustración, que colocó la duda en el centro del debate racional. Como consecuencia de ello, no se ha producido en el mundo musulmán la separación entre Estado y religión. Por ende, las Primaveras Árabes no funcionan y la modernización de sus sociedades se encuentra pendiente.
- Tanto la soterrada confrontación religiosa (suní-chií) como étnica (árabe-persa), que se observa hoy en el Medio Oriente, no es más que el manto que cubre la disputa geopolítica entre las dos potencias regionales (Arabia Saudita e Irán) por la hegemonía del mundo islámico.
-Hasta hoy los chiitas siguen siendo una minoría con apenas el 15% del mundo musulmán y, por ello, durante siglos se acostumbraron a ser minoría y a estar sometidos. Hoy, si bien son mayoría sólo en Irán e Irak, a partir del triunfo de la Revolución Islámica iraní se sintieron lo suficientemente fuertes como para exportar su revolución al mundo.
-A raíz de todo lo anterior, nos encontramos frente a cuatro estados en el Medio Oriente que podrían calificarse de fallidos en la actualidad: Yemen, Libia, Siria e Irak. Y, ellos, son fuente de inestabilidad internacional.