Isabel II y los líderes contemporáneos

Columna
Revista Meer, 21.10.2022
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador (r) y académico (U. Central)
Comparaciones incómodas

Han sucedido hechos enormemente significativos en septiembre recién pasado. Veamos dos, que no siendo equiparables, podrían evaluarse de manera simultánea. La guerra en Ucrania y el fallecimiento de la Reina Isabel II. Ambos hechos han atraído el interés mundial, y mostrado dos realidades divergentes en el campo internacional.

La invasión rusa a Ucrania ha sobrepasado los siete meses, sin logros evidentes para el agresor ni una derrota definitiva para el agredido. Si los combatientes fueran similares, sería lo esperable, pero no ha sido así. El invasor es inmensamente más poderoso, por ser una de las tres máximas potencias mundiales, en lo político y en lo militar. Y, sin embargo, aunque Rusia persista en su acción, como todo lo indica y sin plazo de término, la victoria completa se aleja, y la desgasta día a día. La vecina Ucrania, con menor capacidad guerrera, pero muy decidida, todavía la contiene, y logra recuperar territorios ocupados por la potencia atacante, contra todo pronóstico. No era éste el propósito invasor. No estamos en la época donde las guerras pueden prolongarse por años y hasta décadas. Eso quedó en el pasado. Las armas y la tecnología bélica modernas debieran permitir definirlas en pocos días, y mientras más rápido, mejor. La demora siempre irá en contra del atacante, pues posterga o hace impredecible su resultado. Igualmente, la intercomunicación actual, hace que cualquier acción bélica deba tener no sólo el respaldo interno, sino el internacional. En este caso, el primero es manipulado férreamente, y el externo, simplemente no lo tiene, pese a los esfuerzos por recuperar una cierta normalidad.

Por su parte, el largo período de Isabel II en Gran Bretaña, ha concluido, y es posible afirmar que su fallecimiento, si bien esperable ante su longevidad, ha permitido aquilatar la importancia de su enorme legado. Cualquier cuestionamiento intencionado que hubiere habido, ha quedado olvidado y superado al evaluarse la inmensa misión cumplida, hasta el último momento de sus capacidades. Parte de este mundo siendo todavía más respetada y trascendente que durante toda su vida. Sus obsequias fúnebres, preparadas con antelación, según el ceremonial monárquico británico tradicional, con añadidos de la propia Reina, se ha cumplido con su exactitud prevista, y con la gran pompa protocolar correspondiente. La entronización del nuevo Rey Carlos III, que esperó largamente, permitirá que la institución monárquica británica, prosiga de la manera acostumbrada, afianzada por la era de su madre, y proyectada a la actualidad sin sobresaltos. Seguramente la coronación oficial, así lo demostrará, por sobre especulaciones infundadas y triviales, basadas en conductas personales superadas. Resulta innecesario comparar, como algunos intentan, un reinado de décadas con uno que recién comienza.

Pocos momentos en la historia moderna, han congregado la concurrencia de la mayoría de los líderes mundiales, casas reales, vigentes y pretendientes, con representantes de la Mancomunidad, y dignatarios de todos los países. Una oportunidad notable y propicia para que, paralelamente al merecido homenaje a la difunta Reina, y al propio Reino Unido, los asistentes se encontraron, reanudaron vínculos, e intercambien saludos, ideas y por qué no, hasta decisiones para el futuro político y económico entre sus respectivos Estados. Una verdadera reunión mundial al más alto nivel, en un mismo momento y lugar, que ninguna Asamblea General de las Naciones Unidas, como la que está en curso y más dividida que nunca, los podría congregar. Raras y excepcionales han sido las Cumbres de Jefes de Estado o de Gobierno, sólo posibles de manera cuidadosa, trabajosamente preparadas, difíciles de programar y llevar a la práctica. La diplomacia profesional de todos los países asistentes, seguramente, habrá sacado partido de esta oportunidad única y especial que se les presentó.

Si bien las comparaciones son ingratas y a veces antojadizas, aquellas sobre sus actores y resultados internacionales, siempre corresponden. Por ejemplo, podríamos imaginar si alguien como el presidente Biden, o si fuere Putin, o el propio Xi Jinping, por nombrar a los tres gobernantes de las principales potencias (hoy tan confrontados), pusieren término a sus respectivos mandatos o si fallecieran. ¿Podrían reunir a las principales autoridades mundiales como lo ha hecho Isabel II? Seguramente nada parecido y con mucha menor participación, o tal vez, sólo con homenajes de fieles seguidores. Tampoco habría el mismo recuerdo respetuoso y transversal brindado a la Reina. En el caso de Rusia y China, debemos agregar que, a diferencia de ella, han aumentado sistemáticamente su poder interno, y pretendido extenderlo, sin contrapesos y de manera permanente, así fuere por la fuerza de las armas o las presiones de todo tipo, en la esfera internacional. Ambos, no han estado en los funerales de la Reina. Putin no fue invitado, y Xi, lo ha evitado. Ha sido una oportunidad de liderazgo perdida. El verdadero, el que se le otorga a aquellos que no son sus dependientes ni son forzados a demostrarlo. El que se gana por prestigio propio. Deben haber observado el funeral de Isabel II, y a Gran Bretaña en su homenaje, con bastante envidia. Ni qué decir de la conmovedora y respetuosa despedida de los propios británicos, que posiblemente nunca tendrían en su caso.

En el caso de Putin, ha jugado una nueva carta estratégica, a falta de la victoria que no consigue y evidenciada con el llamamiento a cientos de miles de reservistas, con la incorporación a la Federación Rusa de cuatro repúblicas, Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, conformando así las 59 actuales. Su reconocimiento internacional sólo será entre ellas y aquellos que obsecuentemente las aceptan. Para el resto del mundo y para el derecho y el sistema internacional, sólo es un burdo intento que no será aceptado. Atenta contra la integridad territorial de Ucrania, y suma otra ilegalidad a la agresión militar. Seguramente a Putin y sus responsables, les espera un paso por la historia cargado de reproches, y probablemente serán juzgados con más severidad que aceptación. Ya se anuncian más procesos por crímenes de guerra, que aunque no se materialicen en lo inmediato, ya ha sido juzgado. Nuevas masacres comprobadas recientemente en territorios ucranianos liberados aportan las pruebas. Si bien, está en plena campaña de búsqueda de aliados, y los visita toda vez que puede. No obstante, la ayuda y el prestigio, no los recupera, sigue sancionado y la receptividad resulta forzada y escasa. Sólo reitera la amenaza nuclear, el último recurso suicida. Acorralado y sin logros, es de temer.

En el caso de Xi, por sobre las acostumbradas frases de circunstancia propagandística, todo resulta formal y sin evidencias de autentico soporte. En definitiva, hay una nueva realidad mundial: Rusia necesita más el apoyo de China que a la inversa. Y no desea asociarse a un perdedor, ni arriesgar su expansión económica ni financiera, que es la base de su actual poder, indispensable actualmente, en el ejercicio del más competitivo capitalismo económico que practica.

El pueblo británico ha sabido responder con civilidad y costumbres remarcables, al despedir a su Reina, que fue exactamente, la monarca que esperaban que fuera, y que respondió con elegancia, dedicación, y dignidad, su servicio a la Corona, en toda su existencia. Permanecerá largamente admirada y recordada. No será así para muchos líderes actuales, que es mejor no mencionar ni visibilizar, y que la historia terminará por rechazar. Son comparaciones sumamente incómodas, pero resultan evidentes.

No hay comentarios

Agregar comentario