Columna Diario de Mallorca, 14.09.2024 Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
Es un juego de palabras utilizado por el New York Post, periódico trumpista por excelencia, para resumir el debate de esta semana entre Donald Trump y Kamala Harris. El periódico afirma que Trump cayó en la emboscada (ambush) que le tendió su rival con ayuda de los entrevistadores de la cadena ABC que no dejaron pasar las mentiras del expresidente cuando decía cosas como que los Demócratas permitirán el aborto a los nueve meses o que los inmigrantes haitianos se comen en Springfield, Ohio, a los perros y gatos de los vecinos.
Kamala Harris es poco conocida en Estados Unidos en comparación con su rival y este debate era para ella una oportunidad única para darse a conocer, diferenciarse del impopular Biden sin criticarle, y presentarse como una candidata sólida y «presidenciable». Y lo consiguió a base de dar cuerda y dejar que su rival se ahorcase solo porque a medida que pasaba el tiempo parecía más irritado y a la defensiva, soltando falsedades, generalidades e insultos como llamarla «marxista radical», mientras ella se presentaba como una fiscal implacable que ponía de relieve los muchos delitos sexuales, económicos, electorales y contra la seguridad nacional que se imputan a su rival o por los que ya ha sido condenado y que le convierten en el primer delincuente que aspira a la Casa Blanca.
Los debates suelen reafirmar en sus posturas a los ya convencidos y solo en algunas ocasiones cambian los resultados como ocurrió en el que catapultó a Kennedy frente a Nixon en 1960, o el del pasado 22 de junio que junto con el balazo en la oreja de Trump acabó con las expectativas electorales de un titubeante Joe Biden. Hay acuerdo generalizado en que el celebrado esta semana en Filadelfia lo ganó Kamala Harris (según CNN, por 63% frente a 37%). Ganó ella, pero no por K.O., ganó a los puntos pero Donald no quedó tumbado en la lona y además tiene un suelo muy sólido entre los Republicanos que le seguirán votando haga lo que haga y diga lo que diga. Pero el debate ha llevado 47 millones de dólares a las arcas de Kamala y puede tener influencia entre el 8% de indecisos que todavía hay y que a falta de ideas propias pueden dejarse influir por Taylor Swift que ha prometido su voto para Harris. Habrá que esperar a las próximas encuestas para conocer su impacto real sobre unos votantes que antes de que se celebrara preferían a Trump por 48 puntos a 47, una situación de empate técnico.
Ninguno de los candidatos fue muy específico sobre lo que hará cuando llegue al gobierno, aunque se apreció más orden mental y claridad en Harris que en las vaguedades de Trump, desordenado y caótico en sus respuestas. En política interior, Harris se presentó como la defensora de la clase media frente a un Trump que aumentó exageradamente el déficit público y que promete bajar los impuestos a los más ricos, pero la economía es el punto flaco de Harris porque 70% de los votantes piensa que Trump la manejará mejor. Y como eso es lo que más importa, Harris debe esforzarse para cambiar ese porcentaje. En política exterior, Trump dijo, sin pruebas, que con él ni Putin hubiera invadido Ucrania ni Hamas hubiera atacado a Israel y añadió que resolvería (settle) ambos conflictos antes de su toma de posesión. También dijo que Kamala Harris «odia a Israel y a los árabes» y que con ella en la Casa Blanca «creo que Israel no existirá dentro de dos años». Harris reiteró su apoyo a Ucrania, pero no aclaró su postura sobre el gran debate actual de darle misiles de largo alcance que le permitan atacar dentro de Rusia. Sobre Israel reiteró su derecho a defenderse (aunque «demasiados palestinos inocentes han muerto»), apoyó un alto el fuego, el regreso de los rehenes y la creación de un Estado palestino. Sobre China no hubo grandes diferencias.
El debate ha puesto en evidencia el desconcierto de Trump ante la retirada de Biden y tener enfrente a una mujer joven de color. No estaba cómodo y se le notaba mucho porque ahora el viejo es él y Kamala remachó la idea al insistir en mirar hacia adelante para «un nuevo liderazgo que destaque el optimismo en lugar de estar siempre enfadado» y que busque «pasar página..., (porque) no vamos a volver atrás».