Columna El Mostrador, 31.10.2016 Rodrigo Álvarez Valdés, investigador (FLACSO)
Los movimientos de China en su zona de influencia directa están generando el interés colectivo del sistema internacional. Xi Jinping anunció que sus fuerzas navales realizarán ejercicios militares en el Mar del Sur de China, específicamente en la zona de las Islas Xisha/Paracel. Esta decisión, luego que el destructor Decatur, de las fuerzas navales de los Estados Unidos, navegara en aguas que Beijing ha declarado bajo su jurisdicción política y militar, es en respuesta a lo que China considera una provocación a su control y dominio.
La reacción de Xi Jinping no puede ser vista como una cuestión inexplicable; sino que todo lo contrario. El actual Presidente de China tiene un discurso claro desde que asumió el poder en 2012: un revisionismo crítico a la política exterior de China. Efectivamente, más allá del discurso que lo conecta a los principios de Deng Xiaoping (sobre la paz y harmonía del sistema internacional), el actual gobernante tiene una visión más próxima a Mao Zedong; es decir de ver a su país como un actor activo y propositivo en la elaboración y definición de las reglas que organizan al mundo. Lo que en tiempos del creador de la República Popular, fue visto como siendo parte (en un rol contra-hegemónica) del triángulo de poder global: Estados Unidos, Unión Soviética y china.
Sin embargo, Xi Jinping parece haber visualizado la necesidad de modificar y ajustar la participación de China en el contexto mundial y, en especial, en el regional. A este respecto, ha sido central la idea propuesta del “Sueño Chino” y de su “política de rejuvenecimiento”. Para Elizabeth Economy, Director for Asia Studies at the Council on Foreign Affairs, esta iniciativa “es un llamado patriótico a las armas, inspirándose en las glorias del pasado imperial de China y los ideales socialistas actuales para promover la unidad política en el país y la influencia en el extranjero”. De este modo, recordando las humillaciones experimentadas y las penurias vividas durante el proceso modernizador chino, es momento de alcanzar un nuevo status basados en el patriotismo como núcleo central. Es precisamente este nuevo contexto el que llevó a Xi Jinping a entender que era el momento de auto-definir su nueva posición, capacidad y proyección.
El año 2013 fue el punto de inflexión ente materia; cuando el líder de China sostuvo que las relaciones bilaterales con estados Unidos enfrentaban “un histórico nuevo punto de partida”. Desde ahora, definió Xi Jinping, China establece un “nuevo tipo de relación entre grandes poderes”. Como sostiene Suisheng Zhao, Director del Center for China-U.S. Cooperation, “los Estados Unidos y China han fallado para elaborar un arreglo de normas y reglas implícitas y explícitas del potencial acuerdo geopolítico que debería guiar las restricciones mutuas y ayudar a moderar la competencia entre ellos”.
En otras palabras, Xi Jinping ha comenzado a debelar la dualidad (o tensión) entre el mensaje de “cooperación” y “hegemonía” de la Política Exterior de China. Se ha sincerado. China ha comenzado una nueva etapa donde el conocido proceso de ascenso ha comenzado a ser reemplazado por uno de consolidación. La pregunta es si el choque entre las potencias será inevitable o aún es tiempo, parafraseando a Zhao, de establecer mecanismos de comunicación y acuerdos.