La Amazonía como pretexto

Columna
El Líbero, 12.08.2023
Fernando Schmidt A., embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Escribo estas líneas conmocionado por el crimen perpetrado contra el candidato a la Presidencia de Ecuador, Fernando Villavicencio, a pocos días de las elecciones en ese querido país amazónico. Van cinco asesinatos políticos en las últimas semanas y avanzan a ciegas hacia la incertidumbre, donde reinan los extremos.

La violencia se refugia en espacios urbanos degradados y enmarañados, así como en la jungla del Amazonas transfronterizo. Fue uno de los cientos de temas abordados el pasado martes durante la IV Reunión de Presidentes del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), convocada por Lula, que se celebró en Belem, Brasil. Sin embargo, la llamada a una coordinación policial básica del Comunicado Final llegó demasiado tarde para Villavicencio.

La OTCA, compuesta por Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana y Surinam, cuyo objetivo principal es la coordinación de políticas para el manejo sustentable y la preservación de esa enorme biomasa, no se reunía a nivel presidencial desde el 2009 y, antes, en 1992 y 1989. Es decir, desde su creación en 1978 le faltó respaldo político fuerte. Esta semana, con una extensa Declaración Final de 113 puntos lograron más bien poco.

Entonces, ¿para qué sirvió? En primer lugar, para reunirse y situar una agenda amazónica moribunda en el centro de las preocupaciones presidenciales, por ahora (Colombia sería la sede de la próxima, en 2025). En segundo lugar, para generar una cierta coordinación previa antes de la COP-28, a realizarse entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre, en Dubai. En tercer lugar, para establecer, desde distintas perspectivas una larga lista de propósitos que estaban poco claros. Finalmente, para endilgar buena parte de lo que sucede en la Amazonía a la cicatería de los países más desarrollados y de otros actores.

La reunión destacó más bien por sus incongruencias. Hace meses que su convocatoria enfrentó a quienes aspiran a liderar políticamente la región: los presidentes Petro de Colombia y Lula de Brasil. Las diferencias volvieron a aparecer en el debate del martes, cuando la prohibición de explotación de hidrocarburos en la Amazonía, promovida por Colombia, fue derrotada por una maniobra retórica en el texto aprobado, que le permite a Brasil continuar con su programa de exploración en la desembocadura del gran río.

Por otro lado, es irreal la cantidad de objetivos a abordar, aunque se distribuyan en el tiempo. Es imposible su manejo para la actual OTCA que tiene una secretaría mínima en Brasilia. No veo cómo se elimina la minería ilegal en países que viven hoy de ella, como Venezuela. En materia de financiamiento, aunque esté respaldado por el Marco Mundial para la Diversidad Biológica, resulta ingenuo pensar que países e instituciones donantes se comprometerán con US$ 200 mil millones anuales hacia el 2030 para la preservación de bosques tropicales, si por razones geopolíticas en auge, y otras, no han sido capaces de cumplir con los US$ 100 mil millones a que están obligados hoy. Tampoco veo fácil el canje de deuda externa por acción climática, y pertenece simplemente al terreno de la ciencia ficción asumir que los países de la OTCA van a incrementar su cuota a la organización. Tal vez Brasil, Guyana y alguno más pueden hacerlo de manera simbólica, pero no veo a Bolivia, Venezuela o Surinam asumiendo esa carga… a no ser que lo hagan los chinos o los cataríes en su lugar.

Además, el presidente francés, Jefe de Estado de la Guayana Francesa cuyo territorio está cubierto en un 95% por selva amazónica, declinó asistir por resabios respecto de Brasil. El más importante, el carácter de la invitación como “Estado asociado” y no “Estado amazónico”. Además, Macron reafirmó en redes sociales que ni Francia ni la UE admitirán productos con huella de carbono. No es que la Guayana cuente mucho cuantitativamente, pero Francia aspira a mantener un liderazgo global en temas medioambientales y recelan de Lula y Brasil.

El gran favorecido por esta Cumbre fue el país anfitrión, y particularmente Lula, que congrega por segunda vez en pocas semanas a los países sudamericanos mostrando liderazgo regional. Es más, logró incorporar al día siguiente de la Reunión a Indonesia, los dos Congos y San Vicente y las Granadinas en el Caribe, los que con los países OTCA firmaron otro documento. Esto, para mostrarse como líder mundial en materia ambiental antes de la COP-28 de Dubai y avanzar un poco más hacia el Nobel. Tal vez la presencia de San Vicente en la firma, país del tamaño de Peñaflor, no sea muy significativa, salvo por el hecho, no menor, que han sido ungidos por los gobiernos de izquierda latinoamericanos para presidir la CELAC y movilizan en foros globales a 14 miembros de CARICOM.

En clave de política interna, Lula logró el endoso de todos para que la ciudad de Belem sea la sede de la COP-30 en 2025, satisfaciendo a uno de sus exrivales políticos. Sin embargo, pienso que lo más importante es que en los discursos y en la misma Declaración, mostró una actitud claramente “soberanista” al afirmar el derecho de todos los habitantes amazónicos a un desarrollo sustentable y señalar que este espacio no es un depósito de riquezas, o un lugar vacío. Muchas ONG lo criticaron duramente, pero cuenta con el amparo del progresismo mundial. Resulta fácil imaginar el griterío que este mismo discurso “soberanista” habría suscitado en el mundo entero de haber sido pronunciado por Bolsonaro.

Para Chile esta reunión tiene, a mi juicio, dos componentes a seguir. El primero es, obviamente, el posicionamiento del presidente de Brasil como actor regional y global. El segundo, que ojalá los propósitos acordados lleguen a concretarse ya que, a modo de ejemplo, la coordinación de ellos en materia de seguridad es clave ante el auge de las bandas criminales entre nosotros, y es decisiva la influencia del sistema atmosférico amazónico sobre el régimen de lluvias en el altiplano, donde el agua provoca una histórica fuente de fricción con Bolivia.

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