Editorial OpinionGlobal, 18.12.2024
La devastación de una larga y cruenta guerra civil (13 años, medio millón de muertos y 6 millones de refugiados), la represión implacable de un gobierno dictatorial y una dura recesión económica, se sumaron para echar abajo el régimen secular (baazista) de 50 años de la dinastía al-Assad (padre e hijo) en Siria. La rápida y sorpresiva caída del flemático médico alauita (grupo etnoreligioso que practica una rama chiita del islam), Bashar al-Assad, se precipitó, además, por la debilidad coyuntural de sus principales aliados internacionales, a saber: Rusia (por la guerra de Ucrania) e Irán y sus proxys (por los violentos ataques israelíes a Hizbulá y occidentales a los hutíes).
Estamos en presencia de una pieza clave en el actual juego geopolítico mundial, dada sus importantes repercusiones tanto nacionales como regionales y globales. Por de pronto, en el orden interno, la situación aún no está claramente definida, puesto que los rebeldes victoriosos pueden jugar la opción democrático-laica, o bien, retornar a su origen islamo-terrorista (Al Qaeda). En cualquier caso, el remedio puede llegar a ser peor que la enfermedad si se desata una lucha fratricida entre las fracturas que conforman la coalición rebelde, evento que solo aumentaría la inestabilidad de la región por el choque entre poderosos intereses: árabe-israelí, Irán-Turquía, persecución de minorías (alauitas, chiitas, drusas, cristianas) y el terrorismo islamista. Con ello, Siria sería víctima de su propia geografía, porque si bien ha puesto fin a la guerra civil no hay estabilidad que restaurar.
El Liderazgo rebelde
Abu Mohammed Al-Julani, al frente de la facción principal, Hayat Tahrir al Sham (HTS) o Ejército para la Liberación del Levante, estuvo antes asociado con el extremismo yihadista de Al Qaeda (Frente Nusra en 2003), pero habría evolucionado desde 2016 hacia un liderazgo inclusivo, con creciente reconocimiento internacional, y con llamados a la tolerancia religiosa y al pluralismo político en la diversa Siria. Y, a diferencia del yihadismo, no se declara contrario a Occidente. HTS consolidó su base de poder en la provincia noroccidental siria de Idlib, donde estableció una administración de facto que fue objeto de denuncias sobre abusos de derechos humanos. Por ello, la ONU, EEUU, Turquía y otros países consideraban al HTS una organización terrorista.
Otras tres facciones distintas completan la coalición triunfante: el Ejército Nacional Sirio o ENS (apoyado por Turquía); las Fuerzas Democráticas Sirias (kurdos sirios apoyados por EEUU y perseguidos por Turquí); y la Coalición Nacional Siria o CNS (alianza de opositores seculares y religiosos)
Perdedores y ganadores
Los grandes perdedores con la salida de Bashar en Siria son Rusia, Irán, Hizbulá y, en menor medida, China. Vladimir Putin pierde a un aliado estrecho en el Medio Oriente, pues la relación especial entre Moscú y Damasco data de los años del padre (Háfez al-Assad), de la URSS y de la guerra fría. A cambio de armamento y apoyo militar, Moscú obtuvo una base naval en Tartús, con el cual ganaba un cierto control del Mediterráneo Oriental, así como la base aérea de Khmeimim para la logística rusa en África. A su vez, los sucesivos eventos en Gaza, El Líbano y Siria han derribado la existencia de un eje de la resistencia “antisraelí” de Irán, que pasaba por la “autopista siria”. Por último, China estaba mirando la situación siria como una jugada de ajedrez global; es decir, una fórmula más amplia e indirecta para aumentar su influencia en el Medio Oriente, que le ha terminado explotando en la cara.
Ahora, en la era post Assad, las pérdidas de Rusia podrían aumentar la influencia de los EEUU (si toma sus dos bases militares), mientras que las de Irán pueden transformarse en ganancias directas para Turquía. Así, desde Ankara se buscará llenar el vacío de poder dejado por la caída del mejor cliente de Teherán, con lo que Erdogan intentará, a la postre, no solo derrotar el yihadismo islámico, sino que reestablecer una suerte de dominio otomano sobre el mundo árabe y musulmán.
Si el principal ganador internacional fue Turquía, en una medida menor Israel también sale beneficiado, ya que siempre se opuso al régimen de Assad y la caída de éste (vínculo crucial entre Teherán e Hizbulá) es el equivalente en el Medio Oriente a la caída del Muro de Berlín: Los iraníes sufrieron una derrota humillante en Siria.
Pero el asunto no termina allí, ya que todavía tiene que definirse la orientación definitiva del grupo sirio vencedor y la posición de sus futuros aliados internacionales. Hay que esperar el próximo capítulo.