La doble personalidad de Alejandro Guillier

Columna
El Líbero, 08.12.2017
Isabel Plá J.

Es difícil saber quién es Alejandro Guillier, cómo ve a Chile, la economía, la educación, la seguridad, la propiedad privada, etc. Sus frecuentes cambios de opinión exceden a los razonables ajustes de un programa de gobierno e incluso a los guiños que todo candidato busca hacer a grupos electorales objetivos.

Son cambios que muestran, más que zigzagueo político, doble personalidad.

El 22 de abril psado, en la mañana, aparecía el Guillier socialdemócrata, moderado y con lenguaje amable, cuando en una entrevista a El País de España advertía que los chilenos no querían cambios bruscos y valoraba la gradualidad. Por la noche del mismo 22 de abril, en un acto del Partido Socialista y como orador principal, se transformaba en el Guillier de la izquierda del Foro de Sao Paulo, arremetía contra el mercado, la derecha, los empresarios y las “fuerzas voraces de las transnacionales” que “dilapidan nuestros recursos y explotan a nuestra gente”.

Guillier reclama un día que es víctima de la campaña del terror, que hasta cuándo echan a correr mentiras respecto de los resultados del gobierno de la Presidenta Bachelet. Y al día siguiente es el campeón del miedo, amenazando a los electores con lluvia de fuego y el despertar de los dragones si Sebastián Piñera es electo Presidente de Chile. Una personalidad que se siente víctima de la maldad de los adversarios; otra que es la principal instigadora de una campaña de falsedades.

La misma doble personalidad aparece cuando se le pregunta por qué quiere ser Presidente de Chile. Una semana asegura que se muere de ganas de impulsar un proyecto para el país —vago, confuso, todo lo que usted quiera, pero al menos es algo—, y a la siguiente recorre el país hablando fuerte de los horrores que podrían sobrevenir si el resultado le es adverso, y pide apoyo para “impedir un triunfo de la derecha”.

En temas de la mayor trascendencia, el candidato de la izquierda también tiene posiciones encontradas. Me llamó la atención especialmente de su programa la propuesta para asegurar “el derecho a la comunicación” (página 20). Dice que el pluralismo es una deuda en Chile y propone, entre otros, una ley para regular la propiedad de los medios de comunicación y un Defensor de las Audiencias (“instancia pública y ciudadana que facilite la mediación de denuncias ciudadanas sobe contenidos emitidos por los medios de comunicación y estudie su funcionamiento, informando sobe dicha operatoria”). Todo muy coherente con un candidato de la izquierda, salvo porque hace dos años, el mismo que hoy es candidato aseguraba en una entrevista en Revista Qué Pasa que “en Chile hay un amplio espectro de medios que garantiza pluralidad”; y decir hoy que los medios ejercen un cerco informativo también es equivocado, porque, además, los medios tradicionales han perdido influencia frente a las redes sociales”.

Un cambio así de rotundo no es cualquier cosa. Puede ser la expresión de un trastorno de personalidad, o la eficaz influencia de la cúpula del Colegio de Periodistas, desde mi punto de vista completamente instrumentalizado por el PC.

Así las cosas, no es de extrañar que este semana una de las dos personalidades de Guillier saliera del clóset para avisarnos desde ya que “meteremos las mano en el bolsillo a quienes concentran el ingreso, para que ayuden a hacer patria alguna vez (…)”. Y, al día siguiente, hablara en nombre de la otra personalidad uno de sus encargados económicos, asegurando que no harán nada que “afecte el mercado”.

Y así en todas las definiciones importantes, una personalidad dice que va a condonar para siempre el CAE, la otra que lo va a condonar para algunos o por un tiempo; una asegura que va a poner gradualmente fin a las AFP (su fetiche favorito hoy), la melliza que va a ponerles más competencia, con una AFP estatal.

Cuando un candidato presidencial tiene giros de esta envergadura, no es posible comprender qué tiene en realidad en mente para Chile. Y, lo que es todavía peor, con cuál de las dos personalidades va a gobernar

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