La eterna candidata brasileña que lucha por los excluidos

Perfil
Revista Qué Pasa, 05.05.2017
Cecilia Correa
  • Vivió en carne propia la explotación en la Amazonía, hasta que sintió la necesidad de pelear por los más pobres desde la política. A un año del impeachment contra Dilma Rousseff, Marina Silva está entre los primeros lugares en los sondeos para las elecciones presidenciales de 2018.

Es hija de la selva amazónica brasileña. Se alfabetizó a los 16 años. Creció trabajando en la recolección de caucho. De niña sufrió la muerte de tres hermanos y la de su madre. Varias veces su propia vida estuvo en riesgo. Todo le auguraba un futuro como campesina en un lugar remoto de ese país, cuando su propio sufrimiento la hizo despertar.

De cara a las elecciones presidenciales del próximo año en Brasil, Marina Silva (58), candidata en dos elecciones presidenciales y fundadora del nuevo partido Red Sustentabilidad, está en el segundo lugar en los sondeos, detrás del ex presidente Lula da Silva.

"Haber estado cerca de morir la convirtió al protestantismo y a la causa de las minorías".

Un año después de que el Senado ratificara la salida de Dilma Rousseff del gobierno a través de un impeachment, el sistema político brasileño todavía no termina de cicatrizar, y las reformas del presidente Michel Temer no han tenido la velocidad ni el impacto esperados. Por eso los ojos están puestos en los candidatos que aparecen en el horizonte electoral. Y si bien todavía no está claro el espectro definitivo de postulantes, la mayoría de los que ya se nombran (además de un Lula da Silva, investigado en cinco procesos relacionados con corrupción), son outsiders de los partidos tradicionales, como el candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro, y Jorge Dória Jr., un empresario ligado al PSDB que en enero fue elegido alcalde de Sao Paulo. Entre ellos, la ecologista y evangélica Marina Silva lleva la delantera.

—Marina políticamente es relevante en estas preelecciones —dice el analista de la consultora Arko Advice Thiago de Aragao, desde Brasil. El experto sostiene que su imagen de persona tranquila y honesta es lo que atrae a la gente.  —Al igual que Lula, empezó desde abajo, pero sin ser corrupta—. Explica que Marina representa la imagen de bondad en un ambiente donde muchos están cuestionados, pero que necesita formar coaliciones y obtener el apoyo de los alcaldes para ganar la elección.

Marina es una de aquellas caras creíbles que los brasileños buscan hoy en sus políticos. Fue diputada estatal en 1990, y luego, la senadora más votada en 1995, ministra de Medio Ambiente en el gobierno de Lula, y dos veces candidata presidencial, en 2010 y 2014. Perteneció al Partido de los Trabajadores, el Partido Verde, el PSDB y ahora es líder de su propio partido.

—Marina está trabajando tras bambalinas para construir nuevos liderazgos políticos. Aquí los jóvenes no quieren involucrarse porque no quieren corromperse, ven la política como una fábrica de malas prácticas. Marina trabaja para cambiarlo, por eso no ha aparecido en la televisión. Está viajando a pequeños pueblos de los que nadie habla. Ahí difunde sus propuestas —dice desde Sao Paulo la escritora Marília de Camargo, que en 2010 publicó la primera y única biografía de Silva, “Marina, a vida por uma causa”.

¿Cuál es la importancia de Silva si su partido no es parte de la maquinaria partidista?

—No veo la poca representatividad del partido de Marina como un impedimento para que ella sea una candidata fuerte, porque su nombre se asocia a la ética, que hoy hace falta en este país.

 

La causa de las minorías

La vida de Marina Silva comenzó en las profundidades de la Amazonía. Nació en Breu Velho, Rio Branco, la capital del estado Acre, que limita con Bolivia. Vivía en una cabaña con techo de palmera y cocina en el exterior.

Desde pequeña caminaba largas distancias junto a sus padres y sus 10 hermanos para recolectar caucho, cuya savia se vendía tras un arduo proceso de extracción, a bajo precio. En los tiempos muertos, su padre le enseñaba a sumar y a restar.

La enfermedad siempre rondó a su familia. A los nueve años ya había visto morir a tres de sus hermanos, y ella misma padeció malaria cinco veces, además de otras enfermedades propias de la Amazonía. Los metales pesados que contaminaron la selva dejaron en ella graves trastornos neurológicos y alteraciones en distintos órganos. A los 14 años quedó a cargo de su familia, luego de que una epidemia de meningitis se llevara a su madre.

Marina, que hoy es una ferviente evangélica de la rama protestante conservadora, se alimentaba de la tradición oral, porque no supo leer ni escribir hasta los 16 años. Sus creencias oscilaban entre santos, brujos y leyendas. Quería ser monja, pero no podía al ser iletrada.

—Un día enfermó de hepatitis y tuvo que salir a buscar ayuda en la capital, o moriría. Las monjas cuidaron de ella, y así empezó a trabajar en el convento. En eso estaba cuando fue beneficiada por un programa de alfabetización del gobierno. Tenía 16 —cuenta Marília Camargo.

Del contacto con el conocimiento y la civilización había sólo un paso hacia el activismo. Reemplazó sus sueños de ponerse los hábitos y se empapó de la Teología de la Liberación.

A fines de los 50, en Brasil comenzó un proceso de industrialización que implicaba arrasar con algunas zonas de la Amazonía. Para los recolectores, la deforestación significaba la muerte. Ya en los 80 tomó un rol más activo y fue precisamente en una de esas manifestaciones por el medioambiente que conoció a Lula, con quien compartía un origen similar. Ayudó a consolidar el PT y la Central Única de Trabajadores en el estado de Acre. Pero más tarde rompió con él, siendo su ministra de Medio Ambiente en 2008, por diferencias en el modelo de desarrollo.

Eso, y su historia de esfuerzo, cautivan a los brasileños.

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