La renovación pendiente de Naciones Unidas

 

Editorial
La Tercera, 24.09.2017

El artículo primero de la Carta de Naciones Unidas firmada en junio de 1945 señala que el propósito de la organización, creada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, es “mantener la paz y la seguridad internacionales y con tal fin tomar medidas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz (…) y lograr por medios pacíficos el ajuste o arreglo de controversias”. Sin embargo, esta semana, durante el periodo plenario de la 72° sesión anual de la Asamblea General, principal órgano deliberativo de la organización, quedó en evidencia no solo el complejo momento que atraviesa la comunidad internacional a causa de las tensiones generadas por el programa militar norcoreano, la actitud asumida por Rusia en el Este de Europa y la amenaza del terrorismo yihadista que sacude al mundo, sino también las evidentes falencias que sigue presentando ese organismo, surgido a la luz de un orden mundial que evidentemente ha sufrido profundas transformaciones en las últimas décadas, para lograr sus objetivos fundacionales.

Si bien en el pasado el podio de la Asamblea había sido escenario de abiertos ataques entre varios líderes mundiales, como sucedió con el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez hace casi diez años -cuando usó esa tribuna para lanzar duras acusaciones en contra de su par estadounidense George W. Bush-, o cuando el ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad aprovechó la oportunidad para endurecer sus acusaciones contra Estados Unidos e Israel, ambos casos estuvieron lejos del tono de beligerancia que reiteradamente se observó por estos días en la sala plenaria de Naciones Unidas. El presidente de Estados Unidos fue el que concentró mayor atención, tanto por ser su primer discurso en esa instancia desde que asumió, como por el tono utilizado, al advertir a Corea del Norte con “su destrucción total” si no cesa con su programa balístico y nuclear, calificando a Kim Jong-un de “un hombre cohete en una misión suicida consigo mismo”. Posteriormente, el actual presidente iraní no dudó en referirse al presidente de Estados Unidos como un “ignorante”.

Al margen de valorar el espacio de diálogo que otorga el periodo plenario de la Asamblea General, al reunir en la sede de Naciones Unidas a los principales líderes mundiales, es evidente que esa instancia se ha convertido en una oportunidad para potenciar, muchas veces, las agendas personales de los distintos gobernantes o una tribuna que termina incrementando las tensiones bilaterales en lugar de favorecer el encuentro -una prueba de ello son las reiteradas acusaciones falsas hechas por el presidente boliviano Evo Morales contra Chile desde el podio de la Asamblea. A ello se suma que muchos de los debates posteriores -que este año incluyen más de 160 puntos- terminan convertidas en discusiones estériles. Por ello, lo sucedido estos días hace aún más urgente avanzar en la renovación de Naciones Unidas y de sus principales órganos -en especial el Consejo de Seguridad que aún responde al mundo surgido tras la Segunda Guerra- con el fin de que esa organización pueda finalmente cumplir de manera eficaz con los objetivos para los cuales se creó.

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