Las guerras de Israel

Columna
Diario de Mallorca, 05.10.2024
Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España

Imagino que Netanyahu se ve como un cowboy solitario disparando al mismo tiempo contra Hamas, Hizbolá, Hutíes y Cisjordanos y forzando a Irán a salir de su escondite, que es lo que no deseaba hacer porque lo suyo era tirar la piedra y esconder la mano. Ahora todos han cruzado líneas rojas y es posible una guerra total en Oriente Medio.

Si la guerra de Afganistán fue «impuesta» a Washington por los atentados del 11 de septiembre, y la guerra de Irak fue «elegida» por Bush para acabar con Saddam Hussein, podría decirse que la guerra de Gaza es la «impuesta» a Israel por los atentados de Hamas, y la del Líbano la «elegida» por Netanyahu para acabar con Hizbolá, que le ha atacado en solidaridad con Gaza, obligando a evacuar a 150.000 personas a ambos lados de la frontera común y provocando una situación insostenible. Israel también pelea en Cisjordania (la Judea y Samaria de los ultranacionalistas) para apoyar a los colonos empeñados en arrebatar más tierras a los palestinos. «Luchamos por nuestra supervivencia», ha dicho Netanyahu ante la ONU, añadiendo que «estamos ganando». Es cierto y de esta forma Israel recupera la imagen de invulnerabilidad que necesita pasa sobrevivir en un entorno hostil y que había quedado dañada con los fallos de seguridad del 7 de octubre.

Todavía es pronto para saber si Israel hará como EEUU, que en Afganistán se enredó en una guerra de veinte años y, en Irak, provocó un desastre que desestabilizó toda la región. Pero sabemos que no acabará con Hamas ni con Hizbolá, igual que Washington tampoco acabó con los talibanes que hoy gobiernan en Kabul, porque por cada «terrorista» que mata nacen otros diez y porque en este escenario hay un elefante dentro de la habitación que Israel no quiere ver y es el problema palestino: mientras no se resuelva se podrán poner parches temporales o la «paz de los cementerios», pero no habrá verdadera paz.

Ahora todo puede empeorar: Netanyahu ha amenazado también a Irán diciendo: «Tengo un mensaje para los tiranos de Teherán: si nos atacan les atacaremos; no hay lugar en Irán que el largo brazo de Israel no pueda alcanzar y eso vale para todo Oriente Medio». Que lo que dice es cierto lo demuestra el asesinato en Teherán de Ismael Haniye, el de Nasralá en Beirut, y el cinematográfico -por imaginativo y espectacular- estallido de los buscas de los jefes de Hizbolá que ha dejado temporalmente descabezada a la organización. Y, al final, Irán ha caído en las provocaciones y ha atacado nuevamente a Israel dándole la excusa que necesita para imaginar lo que desea: acabar de una vez por todas -con apoyo de Washington- con el odiado régimen de los ayatolás. Me parece imposible que Irán no acelere a partir de ahora sus esfuerzos para obtener el arma nuclear.

Israel acusa a la ONU de antisemitismo, ha declarado persona non grata a António Guterres y no escucha las llamadas a la paz o al alto el fuego porque quiere una victoria total que reconfigure Oriente Medio, quizás pensando que la ocupación de más terreno en Gaza, Líbano y Cisjordania es la mejor forma de garantizar su seguridad futura. Es una tentación y sería un gran error.

La inmensa superioridad militar de Israel, potencia nuclear que cuenta con el respaldo norteamericano es incuestionable. Pero el elevado número de muertos civiles en Gaza y en El Líbano al margen del Derecho Internacional tiene un coste muy alto para su imagen, como muestran que el TIJ haya aceptado una demanda en su contra por genocidio, o que el Tribunal Penal Internacional considere imputar a sus líderes por crímenes de guerra. Eso no parece importar a Netanyahu, que tiene otros problemas domésticos, pero nos afecta a nosotros porque la impunidad con la que actúa Tel Aviv alimenta acusaciones de doble rasero contra Occidente, al comparar nuestra condena por las barbaridades que Rusia comete en Ucrania con el silencio cómplice ante las que hace Israel.

Muchos piensan que los valores democráticos que afirmamos defender son solo la hoja de parra con la que cubrimos nuestras ambiciones de dominio, y eso echa a muchos países del Sur Global en brazos de China y de su deseo de cambiar en beneficio propio el orden geopolítico global. Y además sube el precio del crudo. Falta saber cómo afectará todo esto a las elecciones americanas.

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