Los testimonios de los otros veteranos de guerra

Reseña de libros
El Mercurio, 03.09.2017
Roberto Careaga C.

Antes de que conociéramos la vida del soldado José Miguel Varela, a través del exitoso libro "Un veterano de tres guerras", muchos militares contaron sus desventuras durante las batallas de la Independencia y la Guerra del Pacífico. Aquí, un listado de los más valiosos.

Eran unos escritos desordenados, fragmentados y con una cronología quebrada. Habían sido elaborados en condiciones adversas, en medio de la pausas de la guerra, pero no de una, sino de varias: el soldado José Miguel Varela anotó parte de sus experiencias en las guerras del Pacífico, de La Araucanía y la Civil de 1891. Su historia hoy la conocen miles de lectores: con la edición de Guillermo Parvex, sus memorias se transformaron en "Un veterano de tres guerras", un éxito editorial imparable, que viene a coronar uno de los géneros más clásicos: los testimonios desde el frente de batalla. Desde figuras como José Miguel Carrera hasta innumerables soldados anónimos contaron sus experiencias en el fragor del combate. Hoy se leen como piezas históricas, y aunque lo son, a veces también son relatos de aventuras ya prácticamente imposibles.

"El campo está sembrado de cuerpos muertos y heridos de una parte y de la otra, pero más de los enemigos", escribió Hipólito Gutiérrez, un soldado raso que participó en la Guerra del Pacífico. Iba hacia Tacna cuando tuvieron un enfrentamiento con peruanos, uno de tantos en una campaña donde el polvo y la sed los amenazaron día a día. El 10 de septiembre de 1879 se presentó en dependencias militares en Chillán "para ir al norte, a Lima, a defender nuestra patria hasta morir o vencer por nuestra bandera chilena". Gutiérrez, efectivamente, llegó hasta la capital peruana y en la ruta fue escribiendo un diario que por años permaneció inédito. Por primera vez se publicó en 1949 y 30 años después apareció en el libro "Dos soldados en la Guerra del Pacífico", junto a un epistolario de Abraham Quiroz, otro soldado raso en el conflicto.

Menos vibrante que el libro "Un veterano de tres guerras", aunque tan documental como aquel, "Dos soldados en la Guerra del Pacífico" recoge miradas a ras de suelo, sin más ambiciones que narrar el día a día militar de dos hombres comunes, tensionados por el entusiasmo patriótico, la burocracia uniformada y el terror a la muerte. Los testimonios de ambos soldados eran parte, según el historiador Guillermo Feliú Cruz, de un mar de apuntes escritos en las pausas de la batalla por soldados que después los guardaron, "esperando en vano que alguien diera forma a lo que ellos querían que se recordara". Casi nunca les dieron forma, pero cada día se conocen nuevos textos de primera fuente sobre aquella guerra.

Notas tras las Independencia

Cuando Feliú Cruz hizo notar la cantidad de testimonios sobre la Guerra del Pacífico, seguramente pensaba en el período de Independencia, en que fueron especialmente escasos. Él mismo hizo un documentado registro de los diarios de soldados chilenos y extranjeros sobre las innumerables batallas de la Independencia. El más importante, se apuró en precisar, era el "Diario Militar", de José Miguel Carrera, una "obra capital de la historiografía chilena de la Independencia", anotó. Al contrario, sospechaba que el diario de Bernardo O'Higgins -elaborado en el destierro-, en realidad no había sido escrito por él y, "peor, animado de un pequeño espíritu de partido, extremadamente odioso para con los Carrera". Leídos hoy, los textos de aquellos próceres huelen mucho más a fuentes historiográficas que a textos para un lector común interesado en el período. En esta línea, quizás es más valioso el de Jorge Beauchef.

Militar de carrera francés, con formación napoleónica, Beauchef fue invitado a Chile para prestar servicios a la causa patriota y participó en numerosas batallas, hasta llegar al grado de coronel. Instalado en Santiago, se integró rápidamente a la oligarquía local y ya retirado, a los 50 años, escribió "Memorias militares para servir a la historia de la independencia de Chile". Quien lo instigó fue su compatriota Claudio Gay, después de pedirle numerosas informaciones de sus labores. Las memorias fueron por años una verdadera leyenda; un puñado de páginas manuscritas que pasaron de mano en mano entre Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna, entre otros historiadores, quienes las utilizaron para sus trabajos. En 1964 hubo por fin una edición completa de la memoria de Beauchef, a cargo de Feliú Cruz.

En sus memorias, Beauchef relata básicamente sus experiencias en los enfrentamientos entre la batalla de Chacabuco, en 1817, hasta la toma de Valdivia, en 1820, y luego, la primera expedición liberadora de Chiloé, en 1823, de la cual iba a cargo y en la que falló. Su relato es pormenorizado, aunque "desordenado", como plantea Feliú Cruz, y probablemente se ilumina cuando es acompañado de otros testimonios sobre batallas específicas. Y los hay: a Chiloé llegó junto al capitán británico Guillermo Vic Tupper, y allá encontraron una fuerte resistencia realista que dirigía el coronel español José Rodríguez Ballesteros. Con los años, los tres escribirían testimonios de esos días. Vic Tupper escribió el muy formal "Diario de campaña 1823-1828", mientras que Rodríguez Ballesteros publicó "Revista de la guerra de Independencia de Chile desde 1813 a 1826". Este último, plantea Feliú Cruz, es una pesadilla: "Se necesita ser solamente un especialista en historia para soportar su lectura", dice.

Testimonios desde Perú

Aunque entusiastas, los memorialistas militares muchas veces son escritores menores. Entregan una infinidad de datos históricos, pero fallan ante un lector común. Quizás uno de los que más se acercó al ideal fue el general Estanislao del Canto, uno de los militares más sobresalientes del siglo XIX chileno. Al igual que el veterano José Miguel Varela, Del Canto también estuvo en todas partes: participó en la guerra con España, en la Conquista de La Araucanía, en las primeras batallas de la Guerra del Pacífico y, como comandante en jefe del Ejército constitucional, derrotó al Presidente Manuel Balmaceda en 1891. Al contrario de la mirada cotidiana de "Un veterano de tres guerras", en las "Memorias militares" de Del Canto aparece la solemnidad de una autoridad. Aunque siempre es capaz de retratar la ferocidad del campo de batalla y, a la vez, del juego de ajedrez que implica llevar adelante una guerra.

Reeditado en 2004 por Ediciones Bicentenario, las "Memorias militares" de Del Canto tienen el valor de estar disponibles, pues la mayoría de los testimonios de nuestras guerras está descatalogada. O se encuentran solo en internet. De hecho, en la web se hallan fácilmente dos testimonios en las antípodas de las memorias del general Del Canto: "Diario de campaña", del escritor Alberto del Solar, y "Seis años de vacaciones", de Arturo Benavides Santos. Los dos son relatos sobre las desventuras del batallón, sobre todo, sencillos documentos sobre el largo viaje que jóvenes patriotas de esos años realizaron hasta ver algo de acción. Pero la ven: "En ese momento, como atraída por sus palabras, una bala le dio en medio de la frente, haciéndole caer de espaldas, sin un quejido, sin un suspiro siquiera. ¡La muerte había sido instantánea y apenas si de la herida salía, corriendo por la sien y perdiéndose entre sus cabellos, un hilo finísimo de sangre!", narra Del Solar, después de una de sus primeras batallas.

El caso de "Seis años de vacaciones" es especial. Se lee prácticamente como una novela. Benavides Santos escribió sus memorias militares más de 30 años después de los hechos y narra su experiencia con el batallón Lautaro, que estuvo activo toda la Guerra del Pacífico, entre 1879 y 1884. De hecho, fue el último grupo chileno que dejó el suelo peruano. Es la historia de un patriota sin miedo que a los 15 años se sumó al Ejército. Era tan niño que en su primera batalla, en Arica, su superior le hizo cariño en la mejilla antes de enviarlo al frente. Se trata de un texto sencillo, lleno de entusiasmo y no demasiada tensión, que avanza desde el día en que Benavides Santos se enteró de que se iniciaba la guerra, hasta que opera con el grado de mayor en Perú y debe enfrentarse a montoneros peruanos. Según escribió, el título del libro es fiel a su experiencia: para él la guerra fueron vacaciones.

Es probable que el tiempo le diera a Benavides Santos la distancia para evitar el drama de la guerra, pues salvo las vicisitudes de un viaje precario y la sangre inevitable, hay muy poco de terror bélico en "Seis años de vacaciones". Hay más, de hecho, en un libro como "Corresponsales en campaña en la Guerra del Pacífico, 1879-1881", editado por Piero Castagneto. Aunque recoge sobre todo textos periodísticos, hay muchos soldados que escribieron textos que luego llegaron a diarios y que, además de narrar batallas, cuentan hechos cotidianos. De los testimonios de periodistas, en ese libro resaltan los de Eloy Caviedes, corresponsal de "El Mercurio", que años después sería testigo de otro conflicto: la Guerra Civil de 1891.

En medio de la crisis de 1891, Balmaceda congeló El Mercurio de Valparaíso, pero Caviedes fue convocado por el bando de los congresistas para cubrir su embestida y estuvo en batallas centrales, como las de Concón y Placilla. Caviedes, finalmente, escribió un largo reportaje que se publicó como libro en 1892, bajo el título "Últimas operaciones del Ejército constitucional". Y aunque no es un testimonio involucrado, tiene la vivacidad del hombre que estuvo ahí durante la batalla, sus balas y sus muertos. Quienes sí entregan testimonios in situ son el ya mencionado Estanislao del Canto, en sus "Memorias Militares", y también Leopoldo Geisse, en el libro "Reminiscencias del 91. Episodios lugareños", publicado en 2007 por Ediciones Bicentenario y que relata el lado opuesto: Geisse era balmacedista.

Aunque muchos de los testimonios de veteranos de nuestras guerras tienen un tono lejano al lector común, en casi todos late una sensación que hoy rara vez podemos llegar a experimentar: todos tendrán que pasar por batallas donde se derramará sangre, de ellos o de otros, y sin ninguna duda hay posibilidad de morir violentamente. Cuando son buenos libros, como "Un veterano de tres guerras", el miedo se funde con la vitalidad.

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