Columna El Líbero, 14.06.2024 Alejandro Kusanovic, senador por Magallanes y Antártica Chilena
-
En los últimos tiempos, se han producido numerosas declaraciones y comentarios sobre el tema antártico, lo cual subraya la importancia de organizar y aclarar varios puntos para evitar cometer errores que podrían tener consecuencias negativas.
Primera observación:
Los derechos antárticos de Chile no surgieron con el Decreto de 1940, cuyo propósito fue delimitar los límites exteriores de nuestra soberanía antártica, sino que se remontan a derechos históricos anteriores a la independencia, en el siglo XVI. Promover la idea, como sostienen algunas autoridades, de que el territorio antártico chileno se incorporó a Chile sólo a partir de la promulgación del Decreto en 1940, es un error que debilita a Chile, tan grave como el cometido el año pasado por una alta autoridad de Cancillería, quien desconoció la obligación de neutralidad que pesa sobre Chile en la administración del Estrecho de Magallanes (Tratado de Límites con Argentina, 1881). Ambos constituyen descuidos graves que sientan precedentes y abren la puerta a tesis como el «cogobierno» del Estrecho de Magallanes, mencionado en libros de defensa. No es extraño, por lo tanto, concluir que la errónea interpretación que prevaleció desde 2009 hasta 2020 sobre los derechos chilenos en la plataforma continental magallánica, se basa en la misma imprudencia.
Segunda observación:
Que Rusia haya encontrado petróleo bajo la plataforma antártica es lo que debería ser el foco de los debates antárticos en Chile, y no si Argentina hace o deja de hacer algo en la Antártica. Rusia es el único país que opera una flota de rompehielos de propulsión nuclear, de los cuales siete operan en el Ártico, y si a eso sumamos el irrespeto de dicho país por el derecho internacional ante la agresión militar a Ucrania, es posible dimensionar los desafíos y los actores reales a los que Chile se enfrenta en la región de Magallanes y Antártica Chilena. No se trata del vecino, sino de las ambiciosas agendas de potencias poderosas a las que nuestra política antártica debe enfrentarse.
Las capacidades materiales de Chile son limitadas para contrarrestar embestidas como las de Rusia, o China con la depredación pesquera en el mar subantártico, e incluso de EE.UU. con su interés de consolidarse en Tierra del Fuego a través de instalaciones logísticas. El sur se ha convertido en un teatro de rivalidades globales que nos obliga a mantener un diálogo continuo con Argentina. Sin embargo, para lograr esto, el gobierno debe dejar de lado su visión universalista sobre el extremo austral, ya que no sólo nos debilita, sino que también allana el camino a agendas agresivas de las potencias.
Tercera observación:
Magallanes es la región continental más cercana a la Antártica, con costas a menos de 850 km. de distancia. A pesar de este gran valor geopolítico, no se aprovecha de manera efectiva, inteligente y constante. La concentración de las escasas capacidades de Chile en un Centro Antártico al norte del Estrecho de Magallanes o en un muelle y sesiones políticas en la punta norte de la Antártica chilena, a más de 3.000 km. del Polo Sur, revelan el desorden existente y una preocupante falta de profundidad geopolítica en la política antártica chilena. Chile necesita avanzar hacia el Polo Sur de manera ordenada y sistemática, abordando todos los eslabones geográficos, tanto antárticos (Tierra de O’Higgins) como subantárticos (Tierra del Fuego e Islas Australes), con un conjunto de iniciativas capaces de enfrentar los nuevos escenarios.
Si la Antártica genera interés, es una buena oportunidad para impulsar iniciativas. Sin embargo, hacerlo desde una perspectiva ideológica o electoral es perjudicial porque carece de un propósito claro y no considera los intereses de Chile. Todavía estamos a tiempo de cambiar de enfoque y fortalecer otras áreas, pero para lograrlo se requiere desprendimiento y una visión antártica de Estado que se proyecte hacia las nuevas generaciones y los desafíos futuros.