México y el liderazgo regional

Columna
El Dinamo, 05.11.2022
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado y exdiplomático

En la cumbre que ha convocado AMLO se juega parte del derrotero de la integración regional de los próximos años. Esperemos que más allá de la gran hospitalidad mexicana y de los encantos del anfitrión y su sagacidad, esta salga fortalecida en los hechos y no solo en el discurso.

Tradicionalmente en América Latina los que han liderado en materia de integración han sido Brasil y en menor medida México. Eso no quiere decir que otros países no hayan sido relevantes, pero la regla general es que, sin el concurso de estos países, los esquemas tienen evidentemente un impacto limitado tanto en el hemisferio como respecto de otras zonas del mundo.

También es un hecho que ambos países han sido competidores por la influencia regional, aunque cada uno por diversas circunstancias, ha sido menos protagónico de lo que podría haber sido. Brasil es el gigante incontestado, con un PIB que triplica nominalmente al de México y con 215 millones de habitantes, además de la tercera superficie del continente después de Canadá y Estados Unidos. Factores como el hecho de ser el único país luso parlante del continente y habiendo también sido el único que fue monarquía después de su separación de Portugal (recién se convirtió en república en 1888), han mantenido una cierta distancia del resto. Su propia vastedad y el tamaño de su mercado interno han mantenido una dinámica más autosuficiente y de cierto aislamiento.

En el caso de México, país con 121 millones de habitantes y una tremenda base industrial que lo consagra como una potencia en el sector a nivel latinoamericano, su vecindad con Estados Unidos y la estrecha imbricación entre ambas economías ha mantenido al país mirando al norte durante la mayor parte de su historia.

Pero el cambio de circunstancias tras el término de la Guerra Fría, que incluyó una pérdida de influencia de Estados Unidos en la región, así como el empoderamiento de sus países, facilitó los esquemas de integración. Dentro de los varios esquemas que surgieron destacan sin duda el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico, posicionándose en uno Brasil y en el otro México. Brasil además empujó la concertación sudamericana con lo que derivó en UNASUR, con un gran activismo del presidente Lula.

La única instancia regional (sin EEUU) en la cual ambos países han participado como miembros plenos fue en la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), que fue constituida en 2010 precisamente en México bajo la presidencia de Felipe Calderón y puesta en funcionamiento en diciembre del 2011 en Venezuela, correspondiéndole la primera presidencia pro témpore a Chile desde ese año hasta el 2013 con el presidente Sebastián Piñera.

Sin embargo, por divergencias ideológicas principalmente, a las cuales se sumaron problemas internos y externos de nuestros países, los proyectos de integración se fueron erosionando fuertemente, lo que quedó especialmente en evidencia durante la pandemia. En el revuelto contexto actual, América Latina tiene cada vez menos relevancia.

En este momento de crisis que se traduce en la fragmentación de la región y con un vacío de liderazgo, surge la oportunidad para que alguien tome la iniciativa y reimpulse la agenda y coordinación regional. El sorpresivo candidato en este caso es el presidente Andrés Manuel López Obrador o AMLO, quien va en la segunda parte de su sexenio y quien durante la primera mitad se volcó completamente al ámbito doméstico, dejando en suspenso prácticamente toda la actividad internacional del país. Ese notorio aislacionismo se empezó a revertir con la decisión de revivir la CELAC (de la cual se salió el gobierno de Bolsonaro, liberando la cancha para México). En efecto, AMLO vio en este bloque que cubre toda la región, la posibilidad de revitalizar una coordinación latinoamericana bajo el impulso de México y la verdad es que al menos sacó a la organización de la UTI y logró pasarle la posta a otro país influyente como es Argentina.

A la iniciativa mexicana se suma el escenario político regional, con el advenimiento de regímenes de izquierda en la mayoría de los países, el último de los cuales es Brasil con la victoria de Lula. Este giro, junto con facilitar el diálogo por una supuesta mayor afinidad (aunque sin garantizar resultados como lo hemos visto innumerables veces en la historia latinoamericana), deja a AMLO en una posición de mayor ascendiente sobre sus pares por su antigüedad en el cargo y carrera política, con además el peso de México. Esa ventana de oportunidad está siendo aprovechada por el mandatario mexicano, quien hará de anfitrión en la próxima cumbre de la Alianza del Pacífico el 25 de noviembre. Esta reunión será antecedida por una visita de Estado del presidente Boric el 23, seguida por otra del presidente Fernández de Argentina el 24 (quien recordemos tiene la presidencia pro tempore de la CELAC). Además de los otros líderes de la Alianza del Pacífico, AMLO invitó a los presidentes de Ecuador (en camino a ser miembro) y Costa Rica, así como al presidente electo de Brasil (aunque este aún no ha confirmado). Así, en esos días el jefe de Estado mexicano hará de articulador principal para seguir empujando la dinámica de la integración, sin casi contrapeso y tampoco muchas expectativas de tenerlo.

El presidente electo Lula Da Silva, adalid de la integración en sus primeros mandatos, aunque quiera volver a poner a Brasil como actor regional principal, claramente tendrá mucho menos espacio para ello, al tener minoría en el congreso y un complejo clima interno, que seguramente le demandará concentrarse en el frente local, al menos durante la primera mitad de su cuatrienio.

Por lo tanto, todo indica que el principal artífice para fortalecer la coordinación y postura latinoamericana hasta fines del 2024 será México. De ahí que la relación con este país cobre aún más relevancia (hay que recordar que el actual gobierno aún no designa un embajador en ese país).

La pregunta es qué tipo de coordinación y dirección le va a imprimir México a esta dinámica y qué pueden hacer los otros, incluyendo nuestro país. La verdad es que ya hay señales. AMLO quiere un trabajo más pragmático y transversal en temas que, desde su perspectiva tengan un impacto directo en la población, independiente del color político de los gobiernos. Entran en esa categoría los temas sanitarios, lucha contra la delincuencia, alimentación y educación, principalmente.

Personalmente coincido con la visión de que la cooperación debe trascender a la ideología y debe traducirse en beneficios concretos. Dicho eso, también hay que decir que AMLO tiene un claro sesgo ideológico y que tiene una reticencia con el libre comercio y las inversiones. En su visión entonces, la integración debiera ser principalmente política y de cooperación, lo que no es sostenible en mi opinión si no se incluye la variable económica. Por eso llamaría a tener cuidado con desdibujar a la Alianza del Pacífico, con propuestas que podrían sonar bien, como un mayor afiatamiento con CELAC y MERCOSUR, pero que podrían ser en desmedro de su apertura comercial y del rol que se le ha entregado a los empresarios.

No hay que olvidar que la Alianza del Pacífico se creó no solo para aumentar el comercio intrarregional, sino para abordar en conjunto los mercados del Pacífico y lo primero es funcional a lo segundo, donde está todo el potencial para crecer.

Esperaría que nuestra cancillería no perdiera de vista esto y, en caso necesario defienda la coexistencia de ambos objetivos: mayor integración económica regional, pero para acceder de mejor forma al mercado global.

Lo otro es resistir la tentación de pensar en un sistema único de integración, como en teoría podría ser la CELAC. Chile tradicionalmente ha promovido diversos esquemas, entendiendo que en la región siempre ha habido una tensión entre la integración política y la económica además de distintas velocidades. Esa postura pragmática nos ha dado muchos frutos como los acuerdos de libre comercio con los miembros del MERCOSUR, sin haber tenido que convertirnos en miembro pleno.

En la cumbre que ha convocado AMLO se juega parte del derrotero de la integración regional de los próximos años. Esperemos que más allá de la gran hospitalidad mexicana y de los encantos del anfitrión y su sagacidad, esta salga fortalecida en los hechos y no solo en el discurso. Espero también que esta se desarrolle con una óptica de tener mayor incidencia en el mundo y no para darle la espalda a este con la vieja cantinela de América para los americanos.

Nuestro presidente tendrá este mes dos eventos de gran magnitud: la cumbre de líderes de APEC y y esta reunión en México. Pero, sin duda la más significativa y en la que más podrá influir será en la segunda. Tenemos que jugar bien las cartas.

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