Columna La Tercera, 26.08.2023 Fernando Guzmán, presidente de la Asociación de Diplomáticos y Diplomáticas de Chile (ADICA)
El gran interés por lo sucedido con la ahora ex embajadora de Chile en Reino Unido nos demuestra que la profesionalización de los cargos -también en diplomacia- se transformó en una demanda ciudadana. Es urgente erradicar la mala práctica de nombrar embajadores por motivos políticos o por razones ajenas a un Estado profesional.
En la actual Constitución, el nombramiento de embajadores es una atribución exclusiva y excluyente del presidente de la República, sin contrapeso alguno, que en muchos casos ha derivado en errores y bochornos absolutamente evitables, si se privilegiara siempre a una diplomacia profesional.
Durante los últimos días se ha puesto en tela de juicio la imparcialidad del proceso de selección del Servicio Exterior, aseveración que denota completa ignorancia sobre la diplomacia de Chile. El concurso para convertirse en diplomático y diplomática de Chile es uno de los más exigentes y meritocráticos de la administración pública, sino el más.
Para ingresar a la Academia Diplomática se debe aprobar una serie de pruebas, test y entrevistas. Varias etapas del proceso son sin nombre ni apellido. Los y las mejores postulantes son aceptados para capacitarse por dos años. Solo tras ello, se es apto para ingresar al Servicio Exterior y a la Cancillería, donde se desarrolla la carrera diplomática durante 20 ó 30 años. Recién entonces se puede optar a embajador o embajadora, si se cuenta con la confianza del presidente de la República.
Dada la exigencia y los conocimientos que se deben tener para representar a Chile en el extranjero sería incomprensible para la ciudadanía que nuestras embajadas siguieran siendo una herramienta para el pago de favores políticos, en cualquier gobierno ¿Por qué alguien que no tiene las capacidades para un cargo tendría ventajas por sobre un profesional calificado para dirigir una embajada o misión de Chile en el exterior?
