Por qué activar el TIAR es una mala idea

Columna
Infobae, 30.09.2019
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

La grave situación en Venezuela plantea perspectivas diplomáticas preocupantes. Las partes contratantes del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) parecen más dispuestas a encarar un escenario de confrontación que a seguir el camino de la insistencia diplomática previsto en la Carta Democrática Interamericana o en el Tratado Americano de Solución Pacífica de 1948. La opción TIAR, que solo apoya un tercio de los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), debilita el organismo hemisférico y profundiza la fragmentación regional como lo demuestra que Perú, fundador del Grupo de Lima, junto con Costa Rica, Panamá y Trinidad y Tobago no se hayan sumado a la convocatoria del Órgano de Consulta del TIAR o que Uruguay haya decido denunciar el instrumento. México tampoco ha participado.

La adhesión argentina a las decisiones de ese mecanismo es difícil de entender en particular por reflejar una contradicción con la intervención del Presidente de la Nación ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde indicó enfáticamente la decisión de seguir el camino diplomático y jurídico para enfrentar la crisis venezolana. El apoyo argentino a la resolución del TIAR no parece ser ni una cosa ni la otra. Tampoco el caso venezolano parece, por el momento, encajar siquiera en la naturaleza del TIAR, cuyo propósito es garantizar la defensa colectiva ante un ataque eventual de una potencia extra regional y decidir acciones conjuntas en caso de un conflicto entre dos Estados parte del pacto. Hasta ahora no se da ninguna de las dos situaciones, aunque los promotores del TIAR insistan en que la situación de Venezuela tiene un impacto desestabilizante para la paz y seguridad del hemisferio.

La decisión de las partes contratantes del TIAR también vulnera la Carta de las Naciones Unidas. El artículo 53,1 establece que no se aplicarán medidas coercitivas en virtud de acuerdos regionales o por organismo regionales sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. El caso venezolano no se encuentra siquiera en la agenda del Consejo de Seguridad, como quedó reflejado de la reunión que tuvo dicho órgano en enero pasado. Consecuentemente, el ejercicio iniciado por las partes contratantes del TIAR es de dudosa legalidad conforme al derecho internacional y contiene vicios de forma y contenido.

Es de esperar que este peligroso juego diplomático quede en una escaramuza, respondiendo a la misma tradición del TIAR. Desde su adopción en 1947, ha sido activado en 20 ocasiones pero nunca se terminó aplicando como tal. La última fue tras los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. La Argentina, en el 1982, también tuvo su propia experiencia desilusionante. Esa historia refleja que la confianza hemisférica en el TIAR es mínima. De los 21 Estados originales quedan solo 14.

Es hora de mantener el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en los anaqueles de los recuerdos como hizo México, que en 2002 denunció el instrumento por considerarlo claramente obsoleto. Uruguay en los últimos llegó a igual conclusión. Quizás Argentina debería hacer lo mismo.

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