Pretensión rusa

Columna
La Segunda, 17.02.2022
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador (r) y académico (Facultad de Derecho UCEN)

La porfiada historia tiende a repetirse. Europa del este es amenazada por Rusia, como en tiempos zaristas o soviéticos, al oponerse incluso por la fuerza, a que Ucrania adhiera a la OTAN, como otras exrepúblicas. Ucrania y Bielorrusia tienen para Moscú el valor estratégico de barrera con Europa, y límite máximo de la Alianza Atlántica, donde Estados Unidos es socio principal.

Putin despliega imponentes fuerzas armadas en la frontera ucraniana, que no han ido de paseo, y controla las regiones de Donetsk y Luhansk. Desafía con ejercicios militares en la obediente Bielorrusia, y hay riesgo de invasión inminente. Occidente aporta algunas tropas testimoniales, armamento liviano, y aguarda sin esperanzas. Pide a sus connacionales salir y prepara mayores sanciones económicas, desde la anexión de Crimea en 2014, que no detuvieron a Putin. Sabe que Ucrania no vale una tercera guerra mundial, mientras escucha satisfecho el desfile de líderes occidentales que les ruegan negociar la paz, que sólo él decide.

Rusia ha recuperado el protagonismo que su enorme arsenal militar permite, aunque sin fuerzas suficientes para trastocar la economía global. Desestima adversarios, pone a prueba y fragiliza el sistema de seguridad de la ONU, como en la Guerra Fría, con impredecibles consecuencias. Se califica como la pretensión bélica de un autócrata que cree alcanzar la gloria, aunque arriesgue una tragedia. No obtendría nada trascendental en un mundo interdependiente, ni menos beneficios para su población.

Moscú actúa a expensas de Ucrania, como ocurrió en 1930 con millares de vidas, sin reparar en los desmesurados costos propios y el consecuente descrédito mundial, si ocupa parte o todo el país; salvo recibir apoyos interesados no continentales. Una desproporción, pues la OTAN y Estados Unidos no planifican agredir a Rusia a través de Ucrania. Es un pacto defensivo y no ofensivo, creado para contener precisamente, lo que ahora hace Rusia, si mantiene su arriesgada posición intransigente, más por razones de prestigio político que de seguridad territorial.

Ojalá sea una pretensión con propósitos limitados y negociables, y no un fatal paso en falso, como la historia lo ha evidenciado tantas veces.

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