Revés para Putin en la región

Columna
PanAm Post, 15.12.2023
Emilio Martínez Cardona escritor uruguayo-boliviano

En días pasados, en el marco de la toma de mando de Javier Milei, Buenos Aires fue el escenario para reuniones estratégicas sostenidas por el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, con varios de sus pares.

Zelenski, que fue el mandatario extranjero más aclamado por la multitud congregada en Plaza de Mayo, sostuvo entrevistas con los presidentes Lacalle Pou (Uruguay), Daniel Noboa (Ecuador), Santiago Peña (Paraguay) y, obviamente, con el flamante presidente argentino.

En todas sobresalió la solidaridad hacia Ucrania, frente a la brutal agresión de las fuerzas rusas sometidas a la dictadura de Vladimir Putin. El combate en el Donbas es, hoy por hoy, una de las “fronteras calientes” donde se decide el gran eje de confrontación global entre democracias y autocracias, y es una buena noticia que la región comience a girar hacia el lado correcto, después de haber mirado para otra parte con una neutralidad muy parecida a la complicidad.

A partir del surgimiento tácito de este “Grupo de Buenos Aires”, es probable que el flujo de ayuda humanitaria y económica a Ucrania aumente desde América del Sur, y desde ya que el ambiente en los foros diplomáticos será más adverso a Putin.

A esta buena noticia hay que ponerle dos bemoles: la presencia en la capital argentina del primer ministro húngaro Víktor Orbán, cabeza de un régimen “iliberal” que controla prensa y justicia, quien fungió como emisario extraoficial de Moscú; y la reiteración de Jair Bolsonaro en su lamentable política de neutralidad, tema en el que no se diferencia de Lula da Silva.

De cualquier manera, el balance regional parece estar cambiando en detrimento del club de las autocracias, al que Bolivia insiste en adherir, excluyéndose de iniciativas de inversión y desarrollo lanzadas recientemente por Estados Unidos y la Unión Europea, y que podrían ser un puente para que el país salga de manera ordenada y esperanzadora del callejón sin salida en el que se ha ido convirtiendo el modelo económico “social-comunitario”.

La pobre presencia boliviana en Buenos Aires fue un error, y si el presidente Luis Arce quería evitarse eventuales silbidos (Gabriel Boric sí asistió y no pasó nada de eso), podría al menos haber rodeado a su inexperta canciller con un equipo de diplomáticos de carrera de alto perfil, de los que el país aún tiene pero de los que suele prescindir. Siendo Argentina el segundo socio comercial de Bolivia, eso era lo mínimo que se podía hacer.

Lo cierto es que hay otro balance regional y Bolivia, en su calidad de nuevo socio del Mercosur, tendrá que ir ajustándose a la situación, lo que también implica adecuarse a los estándares de derechos humanos que rigen en ese bloque. No sucederá automáticamente ni con facilidad, pero este escenario abre posibilidades de fiscalización y presión que la oposición democrática deberá capitalizar.

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