Columna El Líbero, 24.04.2025 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
Esta semana asistí en Madrid a la presentación del libro “Salir al mundo: guía práctica de vida diplomática” (Marcial Pons, 2025, 180 páginas), de Pedro Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, ex embajador de España en Praga, que sirvió como ministro consejero en El Cairo, Quito y en distintos puestos al servicio de su país. Actualmente, es cónsul para asuntos culturales en Nueva York. Estaba repleta el Aula Magna de la Universidad San Pablo CEU. Algo extraño y auspicioso para este tipo de actos.
El libro fue comentado por Inocencio Arias, brillante como siempre a sus 85 años, figura clave en la historia reciente de las relaciones diplomáticas españolas como secretario de Estado de Cooperación, Subsecretario de Asuntos Exteriores, embajador en Naciones Unidas, entre otros cargos, ampliamente respetado por todo el abanico político hispano. Igualmente, excelente fue la crítica de Alberto Aza, que además de haber servido como embajador de España en México o el Reino Unido, durante años fue Jefe de la Casa del Rey. En representación de las generaciones de diplomáticos jóvenes intervino Alba Espino, una de las promesas del servicio exterior peninsular que ingresó al Ministerio en 2021. Las tres participaciones le dieron al libro, a su presentación y a su contenido un valioso sentido de estabilidad institucional de su diplomacia.
El texto ilumina el sentido de la profesión diplomática al situarla en lo que realmente es: representar al Estado, buscando todos los recursos lícitos para defender y acrecentar sus intereses; proteger con pasión al país y a sus ciudadanos en el exterior; negociar a favor de los objetivos nacionales, influyendo en las decisiones o el comportamiento de la contraparte a través del diálogo, la persuasión, el cultivo de redes; e informar, de lo que ocurre en el otro Estado y se adopten las decisiones correctas. Este libro prestigia la labor diplomática, reivindica a sus actores, hace a un lado estereotipos, e ilustra sobre las complejidades que implica la actividad.
Cuando acabé de leerlo, dos reflexiones fueron inevitables: primero, un agradecimiento al autor por incluir nuestro lema “Pro Chile loquor” (hablo por Chile) como epítome de la profesión; segundo, que me hubiera gustado haberlo tenido como libro de cabecera a lo largo de mi vida diplomática.
Nuestra generación estudió un par de años en la Academia Diplomática de Chile. Recibimos allí una formación sobre derecho, relaciones internacionales, historia, temas consulares, protocolo y un sin fin de cursos y cursillos adecuados a la función que nos tocaría desempeñar. Aprendimos normas sobre cómo redactar determinadas comunicaciones moldeadas por la historia y la costumbre, a diferenciar las distintas figuras de la función y un sinfín de conocimientos no siempre coherentes. Para la vida práctica, salimos premunidos de algunos consejos, pero, sobre todo, de un ilimitado compromiso con Chile, de una indomable voluntad, de la necesidad de mantener los ojos bien abiertos y de una cuota de suerte.
Pedro Calvo-Sotelo escribe con erudición desde su experiencia, con versatilidad, sentido de humor, amplitud de mundo, vasto conocimiento de cine y literatura, lo que hace muy amena su lectura. Sin embargo, destaco ese aire de sutil consejo paterno, orientación sin aspavientos, asesoramiento en un mundo donde no abunda el sentido común. Aunque el autor se sitúa en la perspectiva de un diplomático español, los consejos son aplicables a todos los miembros de los servicios exteriores y a quienes asumen funciones de agregados en cualquier categoría. El libro puede ser útil también a empresarios que se aventuran al mundo en cargos de responsabilidad, a los que se ocupan de asuntos corporativos, a periodistas, a los que estudiaron relaciones públicas. Todo lo referente a la preparación y adaptación al país de destino, la acuciosa preparación de la entrega de un mensaje y otras muchas recomendaciones, son universales.
El texto se complementa muy bien con “La función diplomática” del exembajador chileno, Eduardo Jara Roncati, lanzado en 1989 (reeditado en 2015, por RIL Editores). Nuestro compatriota escribió una completa obra para dar a conocer una profesión “que permita comprender y poner en práctica los principales aspectos que abarca una actividad tan amplia y variada”, como desconocida por el ciudadano promedio.
El libro de Calvo-Sotelo no es un denso tratado, sino una guía necesaria y grata de la experiencia acrisolada, útil por su amplia aplicabilidad, que se recorre fácilmente a través de sus párrafos enumerados. En suma, una obra más que recomendable para nuestros diplomáticos en cualquier grado que se encuentren, y un texto de consulta a subrayar para todos los demás.