Transición “creativa e inminente” en Cuba

Columna
El Líbero, 24.02.2025
Ivan Witker, académico (U. Central) e investigador (ANEPE)

Cuba lleva varios días sin energía eléctrica. Se han suspendido las clases en todos los niveles, así como en la mayoría de las actividades productivas. El ya de por si escaso alumbrado público también ha desaparecido. El país está literalmente colapsado. En tinieblas. Es obvio, sin energía, nada funciona.

Si otro país latinoamericano estuviese en situación similar, habría un escándalo gigantesco. Los medios de comunicación afines al wokismo estarían con despachos en directo y levantando todo tipo de acusaciones y adjudicando responsabilidades. Pero las tragedias de la isla se miran con benevolencia.

Es curioso. La información sobre las estrecheces alimentarias, la represión policial y sobre la crisis eléctrica, cuyo deterioro dura ya un par de años, se hace público a cuentagotas. Ni que hablar de sus “elecciones”. ¿Qué explicación podría haber?

Por un lado, está el dolor de presenciar el fracaso y estar imposibilitado de disimularlo. Cuba representa, especialmente para toda esa pléyade de organismos jacobinos, como los Foros de Sao Paulo, los ALBA, los CELAC, los grupos de Puebla y quien sabe qué otros, la utopía esfumada.

Por otro lado, está la comodidad. Esa que prefieren los llamados progresistas. Ante situaciones adversas, miran para el lado. Es la vieja política del avestruz. Enterrar la cabeza y no querer asimilar la realidad. Siempre mirando este tipo de experimentos de manera paternalista y, por supuesto, a conveniente distancia.

Jacobinos y progresistas piensan que siempre ha habido y habrá un ángel piadoso, dispuesto a posarse sobre la isla. Un salvador. Como cuando surgió Chávez, en el momento más desesperado. Justo cuando el país se balanceaba sobre el precipicio tras el derrumbe de la URSS. Es como Vladimir y Estragón, esos que se sientan a la sombra de un árbol a esperar a Godot.

Sin embargo, la administración Trump parece tener planes más inmediatos. El enviado especial de Trump para América Latina, Mauricio Claver-Carone dio algunas luces, a las cuales, quizás por las mismas razones señaladas, también se les ha prestado poca atención mediática. Dijo que muy pronto habrá noticias. Fueron varias las cosas de interés que mencionó.

Primero, que la transición en Cuba no sólo es “inevitable, sino inminente”.

Segundo, que, a su juicio, la gran incógnita radica sólo en “cómo y quién liderará ese cambio”.

Tercero, que la opción a ser impulsada por la administración Trump, será “muy creativa”, aunque no quiso entrar en detalles.

Esto cambia por completo las previsiones y en el horizonte cubano aparecen tres elementos a considerar. Que los cambios son inminentes, serán creativos y que sólo se estaría a la búsqueda de las personas que dirigirán la transición. Parecieran ser excelentes noticias.

Sin embargo, más allá de las expectativas, lo más urgente para la sociedad cubana es solucionar, aunque sea de manera transitoria, las dificultades energéticas. Es el lado más desagradable del colapso. Los apagones han detonado numerosas protestas estos últimos años. Los casos más agudos ocurrieron en julio de 2021, agosto de 2022 y marzo de 2024.

La solución no parece tan rápida de implementar. Desde el punto de vista técnico, se sabe que Cuba dispone sólo de unas pocas centrales termoeléctricas y otras flotantes. La información oficial indica que la mitad de las centrales están con averías graves y problemas de mantenimiento. Las flotantes no disponen de combustible para entrar en funcionamiento. Por eso, hay ciudades enteras que carecen de suministro a lo largo del día y la noche. Incluso, La Habana, que siempre se ha procurado privilegiar dentro de la escasez, está sufriendo cortes de hasta seis horas por estos días.

El asunto más difícil es la solución estructural de este problema. Se estima que sólo para salir de la crisis se necesitan US$ 10 mil millones.

Mirado desde fuera, lo interesante de todo esto es que la crisis energética pone sobre la mesa la importancia del modelo de desarrollo. Como se sabe, el declive cubano se compone de numerosas facetas, muchas de ellas desconocidas. El detalle se conocerá una vez producida la transición, tal cual ocurrió con el derrumbe de Rumania, Albania, Bulgaria y demás experimentos totalitarios de Europa oriental. Con rapidez se fueron conociendo en los años siguientes las carencias, privaciones y dramas vividos. Una vez ocurrido el derrumbe definitivo del modelo cubano se harán accesibles los detalles de las crisis vividas desde 1959.

Y se añadirán nuevas acepciones y matices al concepto crisis. Es tan dramática la situación en esta materia que ocurrirá algo similar a cuando se descubrió que los esquimales disponían de numerosas palabras para definir “nieve”. Es la llamada hipótesis Sapir-Whorf, que consigna cómo una lengua desarrolla varias acepciones y matices a la hora de describir elementos y circunstancias especiales. Por eso, el acervo esquimal tiene tantas palabras para designar “nieve”. En el caso de la revolución cubana se conocerán padecimientos únicos.

Pero también, en términos generales, se conocerán otras facetas de igual o mayor interés. Por ejemplo, los resultados de la aplicación de un modelo estatista extremo. El tema energético habla de una ineficiencia total. Sin embargo, no hay una sola actividad económica que desde 1959 a la fecha haya sobresalido. Es lo que se desprende de una migración tan masiva y diversa. El grueso de éstos no huye por razones climáticas, religiosas o étnicas. Huye de una asfixia económica tan agobiante, que ya se mira con nostalgia los años prerrevolucionarios.

Lo interesante de tal recuento es que los más de dos millones de cubanos en Florida exhiben dinamismo y fuerte espíritu emprendedor. Para ser más precisos, y acordes con la historia económica de la isla, se refleja en ellos la pujanza que tuvo Cuba hasta el 1959. Miami vino a corroborar que la gran mayoría de los cubanos -como la mayoría de las personas- se siente satisfecho en un ambiente que privilegie la libertad y el esfuerzo individual.

Por lo tanto, la “creatividad” a la hora de impulsar la transición, aludida por Claver-Carone, está necesariamente relacionada con la salida política a la crisis. En materia económica, a estas alturas, ya parece haber unanimidad.

Desde el colapso soviético se empezó a discutir sobre cómo abrir la economía cubana dado el fracaso evidente. Incluso círculos progresistas admitían la posibilidad del “camino vietnamita” o “camino chino”. Es decir, una apertura controlada y paulatina, mediante la instalación de zonas económicas especiales. Se intentó muy preliminarmente en el puerto de Mariel, pero el régimen desahució la idea a poco andar. Hubo temor a un descontrol rápido.

Hoy, cualquier camino intermedio parece insuficiente. La crisis energética obliga a plantearse la duda de para qué se querría un camino intermedio si la solución pasa por una transición completa.

Por todo esto, lo interesante es la alusión genérica de Claver-Carone referida a la necesidad de encontrar un liderazgo adecuado. J.J. Linz, el politólogo español que más ha trabajado temas de transición, explica que, para producir una transición pactada, se necesita que ambas partes, pongan lo suyo.

El nivel de la crisis actual obliga a preguntarse, ¿qué podría poner el régimen de Díaz-Canel?

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