Trump y Kim sin resultados

Columna
La Tercera, 04.03.2019
Samuel Fernández I., abogado (PUC), embajadaor (r) y profesor (U. Central)

La reunión de Hanói concluyó rápidamente. En el encuentro de junio del año pasado en Singapur, los asuntos pendientes quedaron para esta nueva cita. No ha ocurrido, y no hay avances que puedan consignarse en esta oportunidad. Ha sido lamentable, pues sigue siendo una de las situaciones mundiales potencialmente más explosivas, la que permanece como estaba hasta entonces, sin progresos, tanto para Estados Unidos, Corea del Norte, importantes países vecinos, y el mundo en general. Se asegura que las conversaciones prosiguen reservadamente, aunque no sea comprobable. Parece simple evaluarla como un fiasco a primera vista, pero tal vez, sea necesario observar lo sucedido con un poco más de proyección, por sobre lo inmediato.

Trump no anota beneficios en una apuesta internacional alta y riesgosa. Demostró no estar dispuesto a hacer concesiones inaceptables, en una negociación que ya ha alcanzado etapas que requieren decisiones y resultados concretos en los objetivos buscados, por sobre el simple hecho de encontrarse, o de mostrar gestos formales como logros. Ciertamente pudo repetirlos ante la mirada del mundo, pero hubiere sido un error. No sólo no habría podido ocultar que no se alcanzaron, sino que la contraparte lo habría revelado, con su propaganda habitual o con hechos indesmentibles. Total, sólo Trump está permanentemente sometido al escrutinio interno y mundial. Kim no corre riesgo alguno en su control absoluto, ni tiene elecciones que ganar. Y en lo internacional, ya se encuentra desde hace tiempo, sometido a sanciones unánimes de la comunidad internacional, las mismas que ciertamente algunos ignoran y aprovechan en su beneficio. De otro modo no se explica cómo todavía subsiste uno de los regímenes, mas tiránicos y fracasados del planeta.

Quienes nada perdonan al Presidente seguramente lo festejan, y le enrostran un fracaso diplomático. Como es sabido, los nuevos tiempos exigen resultados inmediatos, que en la diplomacia verdadera no existen, y si los hay, son imperfectos y duran poco. En particular los demócratas, que han llevado su oposición a niveles no vistos, hacia lo político o lo personal que el actual mandatario representa, por la ferocidad y persistencia demostradas. Buscan recuperar la Presidencia de todas maneras, y Trump muchas veces lo provoca o facilita, con el estilo inesperado y avasallador que ha demostrado durante su administración. Resulta significativo que, en plena reunión con Kim, en Estados Unidos fue más importante y mejor difundida, la fría venganza personal de un ex asesor, con epítetos y descalificaciones pocas veces escuchadas en el Parlamento. Un personaje tan poco confiable, durante dicha asesoría, como ahora arrepentido de haberla prestado.

Un ingrediente más que seguramente ha pesado en la intransigencia de Kim, que no quiso cerrar definitivamente ningún asunto abordado, como la desnuclearización total y verificable, que sólo ofreció parcialmente, o el finiquitar la paz con Corea del Sur. Además, como los tiempos en las culturas asiáticas no tienen la misma urgencia que en el mundo occidental, de nada sirvieron halagos o las promesas de colaborar en un brillante desarrollo económico-comercial futuro, a imitación de su principal sostenedor, China, o de Vietnam que los acogió, o de Corea del Sur. Un punto que no conmueve a Kim y que no le es prioritario.

En la mente y objetivos de estos regímenes autocráticos actuales, no está el beneficio de su propio pueblo que aseguran defender. Al contrario, todo progreso ciudadano se mira como un enorme riesgo a su propia permanencia, basada precisamente en dicho sometimiento. Cuando un súbdito busca sólo sobrevivir de manera elemental, resulta mucho más fácil manipularlo y someterlo a su antojo, mediante dádivas o prebendas que garanticen su fidelidad. Si no, se les castiga. Está escrito en todo “Manual del Dictador” que desee sobrevivir. La dinastía Kim lo ha practicado por décadas.

Para Trump todo es diferente y el mal paso con el norcoreano lo perjudica, en momentos en que, sea con el muro con México; con China y la guerra comercial; o con Rusia y sus desafíos, dispuesta a reeditar capítulos de la Guerra Fría por Venezuela, no puede demostrar logros palpables, ni apoyo alguno cuando intenta, aunque sea veladamente, aludir al poderío militar norteamericano. Kim le hubiere dado un respiro positivo y lo sabía. En este escenario, no es descabellado pensar que China, gracias a su innegable influencia y situación privilegiada con Corea del Norte, hubiere incidido en un Kim más sonriente, pero menos dispuesto a ceder a las exigencias y condicionamientos norteamericanos. La guerra comercial es un hecho que le pesa seriamente y no le conviene que Trump siga en la Presidencia potenciado por acuerdos con Corea del Norte. Por su parte, Kim Jong-un no tiene prisa, su auto-endiosamiento dinástico no corre riesgos. Si se abriera a los temas que le fueron exigidos por Norteamérica, posiblemente quedaría condicionado. No son asuntos accesorios o dignos de ser negociados, son la causa y razón de su subsistencia en el poder y prestigio, como su potencial nuclear. No hay eventual aceptación internacional, ni ningún tipo de progreso económico ofrecido, que lo compense. Toda apertura la ve como un peligro.

Trump ahora lo ha comprobado y es muy probable que no insista en reuniones en el futuro próximo. Si se mantiene el auto-control de Kim respecto a los ensayos nucleares o las demostraciones con misiles por encima de sus vecinos, el objetivo primario pero fundamental de los esfuerzos de Trump, de mantener abierto el diálogo y no la confrontación con Kim Jong-un, seguiría siendo válido. Se cifraron posibilidades poco realistas en la reunión de Vietnam, pues parecía que habría resultados fructíferos y reales en estos campos a la brevedad. No ha sido así.

Sin embargo, al menos la tensión no ha escalado como se temía hasta junio del año pasado. Los magros resultados de entonces, al parecer, se mantienen. Algo no despreciable que sigue siendo esperanzador.

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