Ucrania y el diálogo de los Melios

Columna
El Mostrador, 07.03.2022
Sergio Toro M., abogado (U. de Valparaíso), LLM (EUI), MPA (Harvard) y diplomático chileno

En El diálogo de los Melioslos fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. Las noticias e imágenes que recibimos desde Ucrania no pueden ajustarse mejor a esta frase. Para Joseph Nye Jr. esta cita es la base de los llamados “realistas” en las relaciones internacionales: el escenario internacional es anárquico, un juego de suma cero donde prima el deseo de maximizar el poder, la competencia, el deseo de conquista, supremacía o influencia. En la iconografía más simple, el escenario internacional es la mesa de billar para los realistas.

El diálogo de los Melios estuvo presente durante la vigencia de la Guerra Fría, con la analogía que EEUU era una potencia marítima (Atenas) y la URSS una potencia de tierra (Esparta), ambos con sus respectivos aliados, la Liga de Delos (OTAN) y la Liga del Peloponeso (Pacto de Varsovia), respectivamente.

Con la caída del Mauer en 1989, esa confrontación ideológica y geopolítica llamada Guerra Fría se dio por fenecida y los temas que la ciencia política llama de “alta política” —seguridad, defensa y política del poder— cedieron a favor de la cooperación, la libre circulación de personas, bienes y servicios, así como la profundización de las tecnologías de la comunicación e información, la evolución del derecho internacional, la democracia liberal, la promoción y protección de los derechos humanos. Con el tiempo, los países pequeños y medianos incrementaron su participación en diversos espacios, redes y foros internacionales, a lo que se sumó la ampliación de la agenda internacional. A esta evolución los analistas llamaron “globalización”.

En otras palabras, con el fin de la Guerra Fría el diálogo de los Melios se debilitó considerablemente como base conceptual para comprender y estudiar el comportamiento externo y forma de relacionamiento entre los Estados.

En un primer momento, EEUU se erigió como vencedor de la Guerra Fría y asumió el rol de potencia unipolar, convirtiéndose en el “single operator”. Queda por definir cuándo ese rol comenzó a eclipsarse, ya sea por el nacimiento de un mundo multi-polar, el regreso al bi-polarismo o por el nacimiento de un sistema de multi-actores (con actores estatales y no estatales), o por todas las anteriores.

Sobre esa nueva ola de globalización que comenzó en los 90, mi mirada distingue la existencia de una “globalización de nuevos temas y actores” y una “globalización de las cosas”. Sobre lo primero, superar el pilar de seguridad internacional permitió a Naciones Unidas redefinir su agenda hacia el pilar de desarrollo, incorporando temas que eran “invisibles” o lisa y llanamente nuevos. Esta dinámica fue acompañada también por la presencia de nuevos actores (estatales y no estatales) -Fareed Zakaria llamaría a este fenómeno “the rise of the rest”. Un primer ensayo significó la aprobación de la Agenda de Desarrollo del Milenio el año 2000; pero ya en el 2015 se acordó una aún más ambiciosa: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y, en el 2016, se firmó el Acuerdo de París sobre cambio climático, que es hoy el tema prevalente en la agenda global -siempre bajo el supuesto que no exista un tema de paz y seguridad activado.

Pero la globalización se manifestó también por medio de la expresión “globalización de los mercados” (globalización de las cosas). Esta es la acepción más popular de la palabra “globalización”, ya que cuando una persona escucha esta palabra, en general, se entiende que alude a un fenómeno más bien económico, comercial y financiero. Con la globalización de las cosas se aceleró la integración de los mercados, el transporte internacional y el libre intercambio de bienes, servicios e inversiones. La creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995 y el posterior ingreso de China, en diciembre de 2001, reforzaron esta manifestación de la globalización y ayudaron a legitimar un sistema multilateral de comercio de perfil capitalista.

Por lo mismo, en términos analíticos, aún con todas las críticas que se pueden formular a la globalización —que las hay, muy buenas, buenas y de las otras—, en retrospectiva lo más relevante es que, con el fin de la Guerra Fría la agenda internacional se orientó a los temas de desarrollo, incluida la arquitectura de protección y promoción de los derechos humanos con la creación del Consejo de Derechos Humanos en 2006. Esta modificación sustantiva del escenario internacional implicó que la agenda global se distanció de la lógica de los temas de paz y seguridad y, en su reemplazo, se posicionó una agenda de desarrollo cuya lógica es la cooperación orientada a aumentar el bienestar general de la población. Con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el paradigma pasó a ser la combinación equilibrada de las dimensiones económica, social y medio ambiental que resulta en un estadio superior de desarrollo humano.

El cambio de énfasis, desde el pilar de paz y seguridad al pilar de desarrollo, tuvo lugar bajo el manto de un multilateralismo que tenía en su centro al sistema de Naciones Unidas. Sin embargo, al momento de esta transición en los énfasis ya se podía observar un debilitamiento del orden multilateral creado a partir de la Segunda Guerra Mundial —por acciones unilaterales, burocratización y pérdida de la affectio societatis de algunos actores relevantes—, lo que se vio acelerado por la pandemia y una falta de respuesta multilateral efectiva, especialmente al acceso a las vacunas (se falló en el cumplimiento del mantra multilateral: a problemas globales, respuestas globales).

Hoy las imágenes y acontecimientos en Ucrania suman una variable adicional de retroceso en los esfuerzos por consolidar un sistema internacional centrado en el desarrollo sostenible de los países. Es un desandar poco feliz hacia El diálogo de los Melios, ese pasaje de la “Historia de la Guerra del Peloponeso”, escrita por Tucídides, que relata el asedio de Atenas a la isla de Melos en el año 425 a.C., en plena segunda Guerra del Peloponeso. A la sazón, Atenas les exigió pagar tributo o ser destruidos. Los melios señalaron que, si bien eran cercanos a Esparta, lo cierto es que eran neutrales en la guerra y que siendo injustas las amenazas de Atenas, los dioses o Esparta los protegerían. Los melios se negaron a aceptar las condiciones de Atenas y fueron conquistados. Los atenienses optaron así por una visión pragmática de las relaciones exteriores: fuera de las murallas que dan vida a la Polis ateniense: “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. El diálogo de los Melios se aparta de la prosa tradicional de Tucídices, ya que está escrito en forma de diálogo teatral, lo que lo convierte en una sección que puede ser entendida por sí sola, además, de ser susceptible de ser teatralizada.

Con El diálogo de los Melios se trazó una distinción conceptual que se mantendría por siglos en las relaciones internacionales: las reglas que fijan el comportamiento humano al interior de una entidad política determinada no son las mismas que rigen el comportamiento de esa entidad con otras “extramuros”, es decir, en las relaciones internacionales prevalece una visión de poder, expansión, conquista, seguridad, influencia o equilibrio. Los avances a nivel internacional de los últimos 30 años significaron que los esfuerzos globales se reorientaron, en forma predominante, hacia la lógica de la cooperación como base para un desarrollo sostenible, especialmente concentrados en la erradicación de la pobreza y el hambre, así como en el empoderamiento de la mujer y la igualdad de género y la lucha contra el cambio climático.

Al recordar a Tucídides y observar la realidad actual podríamos reflexionar que, si bien la historia no se repite, a veces rima con aquellos sonidos más bien grises que emiten las ondas sonoras producidas por los obuses que atraviesan el aire y que al golpear un cuerpo sólido dejar flotar ese aroma a pólvora que siempre resulta en sequedad y mal sabor de boca. Sí, la guerra es mucho peor. Estoy de acuerdo.

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