Un gran embajador

Columna
El Mercurio de Valparaíso, 09.07.2024
Demetrio Infante Figueroa, embajador (r)

En las elecciones parlamentarias de 1961 los partidos Liberal y Conservador -que eran los sostenedores políticos del presidente Jorge Alessandri- tuvieron un mal resultado y entre ambos no alcanzaban un tercio más uno de los miembros de la Cámara o del Senado. Ello obligó al jefe de Estado a buscar alianza con otro partido a fin de asegurarse al menos un tercio más uno de los votos en el Congreso y así poder aprobar las observaciones presidenciales (veto) a los proyectos de ley que no estaban en los planes del Gobierno. Es así como se incorporó el Partido Radical.

Fruto de esa nueva alianza llegó al cargo de ministro de Relaciones Exteriores un joven y entonces desconocido político, Carlos Martínez Sotomayor. Se sabía que había sido un activo miembro de la juventud radical y que pertenecía a la masonería. Con el tiempo llegó a ser un personaje importante en la política nacional. Al poco tiempo el nuevo Canciller emprendió un viaje a Europa y su avión debió hacer escala en Buenos Aires. Como era la costumbre toda la Embajada en Argentina fue a saludar el nuevo ministro al aeropuerto y en correcta formación de acuerdo con el grado recibieron al viajero. El último de esa fila era un joven diplomático, amigo del nuevo Canciller, radical y masón como él. Su nombre: Pedro Daza Valenzuela. En un determinado momento Martínez tomó de un brazo a Daza, lo llevó a un rincón y le dijo: "Mira, he resuelto cambiar al Subsecretario y quiero que tu asumas el cargo. Claro que habrá que esperar unos tres meses. En el intertanto no debes comentarle esto a nadie. Es un absoluto secreto." El sorprendido Daza agradeció el gesto y le aseguró al ministro que en esos tres meses nada saldría de su boca. La vida continúo en la Embajada como de costumbre y Daza cumplía con sus deberes habituales como último del Escalafón. "Daza: ¿Cerraste la valija?"  "Daza: ¿cifraste el mensaje que hay que mandar a Santiago?" Daza: "tienes que ir al aeropuerto a buscar a fulano de tal", eran órdenes que recibía de todos sus superiores, las que Pedro cumplía con rigurosidad. A los tres meses sucedió lo que Martínez le había confiado a su amigo y todos los miembros de la Misión en Buenos Aires quedaron absolutamente atónitos con la noticia. Pedro Daza pasaba a ser la segunda autoridad de la Cancillería y todos, incluyendo al Embajador, pasaban a ser sus subordinados

Pedro Daza fue un gran Subsecretario. En el desempeño del cago demostró tener una inteligencia muy superior a la normal. Exhibía una capacidad negociadora sorprendente e incluso el propio presidente de la República, que no era una persona fácil, depositó en él toda su confianza. Luego fue sucesivamente Embajador en Montevideo, Ginebra, OEA y Naciones Unidas, volviendo cada cierto tiempo a Santiago a desempañar funciones superiores. Tenía la habilidad de saber congeniar con todo el mundo y de tener un oído especial para escuchar a los Embajadores extranjeros residentes en Santiago. Era capaz con ellos de crear lazos que facilitaran en forma sustantiva las relaciones bilaterales. Los que en algún momento estuvimos cerca de él nos admirábamos por su habilidad y por su capacidad por obtener para Chile cosas que parecían imposibles. Sobresalía notoriamente sobre la gran mayoría de sus pares.

Puedo acotar una experiencia personal. Desempeñándome como segundo de la delegación de Chile en Naciones Unidas en Nueva York, Pedro llegó como Embajador. Éramos amigos. El trabajo cotidiano era una verdadera lección al verlo moverse en un ambiente que en general en esos tiempos era allí muy hostil a Chile. Él ponía a disposición del país toda su inteligencia, su prestigio y su capacidad para intentar salvar acuerdos que complicaban la posición permanente que Chile había tenido en el campo internacional. En Nueva York una inmensa mayoría de los países tenía una conducta adversa al país en casi todos los temas y él se movía inteligentemente para buscar salidas adecuadas. A veces obtenía cosas que parecían imposibles.  Entre los obstáculos que se nos presentaban había uno que no se había podido romper por años. Ningún diplomático chileno, desde 1973, había podido ser nominado para un cargo directivo de una Comisión de la Asamblea General, pese a los intentos que se habían hecho por años al respecto.  Pues bien, estando a punto de empezar la Asamblea General se reunieron los Embajadores latinoamericanos para acordar distribuir entre los diferentes países quién ocuparía las responsabilidades que correspondían a esta parte del mundo. Para gran sorpresa mía cuando regresó a la Misión después del encuentro indicado entró a mi oficina y me dijo: "Serás el relator de la cuarta Comisión". Lógicamente sin salir aún de mi sorpresa, le consulté "¿Y cómo te dieron el acuerdo para eso?" Moviendo su cabeza fruto de un tic que constantemente tenía, me respondió, "con un poco de manija". Sin haber hecho nada especial, Daza me convirtió en el primer chileno desde 1973 en ocupar un cargo en una Comisión de la Asamblea General.

Podría narrar decena de actuaciones como la recién indicada. Pero es interesante acotar algo sobre el ser humano mismo. Como dije era masón observante, pese al pío ejemplo de su madre que era una devota católica y muy cercana a la Virgen María. Por ello el mes de María tenía para él un significado muy especial. Durante ese mes cuando tenía que ir a una tenida masónica en la calle Marcoleta se iba a pie y pasaba a rezar a la Iglesia de San Francisco que le quedaba en el camino.  En una oportunidad tuve con él un diálogo especial en Nueva York que demostró lo que era en el fondo como ser humano. Estábamos al comienzo de la Semana Santa y el viernes santo es en Naciones Unidas un día laboral como cualquiera. En mi calidad de segundo de la Misión le señalé: "Como tú sabes los funcionarios que laboramos contigo somos católicos y ese día particular nos gusta ir con nuestras familias a la Iglesia a los oficios propios del viernes santo. De acuerdo a la norma vigente deberíamos venir a trabajar como todos los días. Te pido que hagas la excepción y nos permitas que no vengamos a la oficina". Con cara de sorpresa me respondió: "¿Cómo se te ocurre que vamos a trabajar el viernes santo? Por ningún motivo y aunque el ministerio en Santiago nos reprenda por ello yo asumo toda la responsabilidad de la medida."  Lógicamente la Misión de Chile ante la NU estuvo cerrada ese día.  En el diálogo antes indicado luego me preguntó: "Qué vas a hacer el viernes santo". Le respondí que iría a la iglesia a los oficios y que el resto del día me quedaría en mi casa. A su vez, yo le consulté "¿Y tú qué vas a hacer? Me respondió "Voy a ir a comprar pescado". A lo que le retruqué "Está bien que yo vaya a comprar pescado para seguir una tradición católica, pero tú ..." El me replicó: "¿Y ponte que la cuestión en que tú crees sea cierta? Tengo que hacer algún mérito por si acaso". Ese era como hombre este brillante servidor público.

Durante decenas de años era fácil ser diplomático chileno en el exterior. Chile tenía un reconocimiento de todos los países del mundo y era respetado por sus posiciones. Desde el mismo 11 de septiembre de 1973 la Unión Soviética y las diferentes naciones asociadas que abarcaban todas las regiones del mundo, montaron una campaña anti-chilena muy fuerte y bien coordinada, la que se fue incrementando con otros países en la medida en que se hacían denuncias por violación a los derechos humanos. A nadie le importaban las miles de desapariciones de contrarios al gobierno que se producían en Argentina o las decenas de expulsiones del territorio de políticos y dirigentes sindicales que se llevaban a cabo en el Perú. El tema era Chile. En ese período complicado de las relaciones exteriores hubo un grupo pequeño de destacados diplomáticos de carrera que defendió a Chile y tuvo éxito en muchas ocasiones sustantivas para el futuro del país. Pusieron todo su prestigio personal a disposición de Chile. Entre ellos ocupó un lugar de privilegio Pedro Daza.

Respecto de este brillante personaje de marras, cabe agregar que, junto a Carmen, su encantadora mujer, formó un hogar feliz. Sus hijos, todos profesionales, fueron doctores, economista y periodista. Entre ellos esta Paula. Esa menuda distinguida mujer que con voz calmada todas las mañanas durante meses nos informaba a los chilenos sobre el estado de la pandemia de Covid que nos azoló. Su capacidad de comunicadora le viene en la sangre. La última noticia que ha dado uno de los hijos de Pedro es la del destacado economista José Luis Daza, quien después de una extraordinaria carrera en la Banca neoyorquina, ha sido designado subsecretario de Economía en Argentina, asumiendo así la responsabilidad de ser la segunda autoridad en el manejo de la economía de ese país. Lo conocí de muchacho y desde esa época era brillante.

No sé si Pedro habita hoy en el Oriente Eterno o en el cielo, pero de todos modos está en un lugar de privilegio y desde allí debe mirar con cara de satisfacción lo que sembró en la tierra. Vaya para él mi homenaje y reconocimiento por todo lo que hizo por Chile y en lo personal mi gratitud por haberme dado la oportunidad de ser su amigo.

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