Editorial El Mercurio, 11.03.2017
Argentina, Brasil, Chile y Perú deberían responder en conjunto a la gravísima autorización del Presidente Evo Morales de casi duplicar las plantaciones de coca en territorio boliviano. Estimaciones de Naciones Unidas señalan que sobre el 90% de las producciones bolivianas terminan en el narcotráfico de cocaína y de pasta base a través de los países vecinos. El Presidente Macri ha reaccionado reafirmando el control en la frontera argentina. Brasil lo ha estado haciendo sostenidamente, aumentando la vigilancia militar fronteriza con Bolivia frente al creciente suministro a las violentas bandas que operan el comercio de cocaína, el mayor peligro para la seguridad en Río y en las grandes ciudades brasileñas.
Chile debe seguir el ejemplo de Argentina y Brasil incrementando el control fronterizo con Bolivia. Corresponde emplear los recursos disponibles, reforzando la acción policial y complementándola con los medios de vigilancia e inteligencia de las Fuerzas Armadas. A la luz de esta nueva realidad, es oportuno que los ministerios del Interior y Defensa extiendan el Plan Frontera Norte.
Hay evidencia de que el mayor volumen de la droga boliviana que ingresa al país se consume internamente. La restante, que se reexporta, afecta nuestra imagen internacional y crea nexos criminales en Chile por el mal uso boliviano de su derecho de acceso al Pacífico. El Papa Francisco ha enviado un reciente mensaje de inquietud por las graves consecuencias del narcotráfico en la juventud y en las poblaciones marginales chilenas.
Coincidente con la amenaza del narcotráfico proveniente de Bolivia, se ha detectado mayor contrabando y trata de personas de ese mismo origen. Así lo demuestran el creciente ingreso organizado de inmigrantes ilegales y los perjuicios al patrimonio fitosanitario nacional. Por descontrol en la entrada subrepticia de alimentos y mercaderías desde Bolivia, agricultores de Arica y de zonas contiguas están sufriendo los daños de la mosca de la fruta que se ha extendido a otras regiones del país.
Evo Morales, cuyo liderazgo se debe a los cocaleros, está dispuesto a aumentar las transgresiones de los convenios internacionales sobre cultivo y tráfico de estupefacientes, sin consideraciones de los daños internacionales que provoca y, menos, de los que causa a Chile y a las naciones vecinas.
Los países limítrofes de Bolivia deben denunciar a la comunidad y a los organismos internacionales la responsabilidad del gobierno del Presidente Morales en el narcotráfico. A la vez, es necesario fortalecer el control de la frontera y una mayor cooperación vecinal en el intercambio de información para combatir el comercio ilícito de drogas.