Una bomba nuclear saudita?

Columna
La Razón, 20.06.2015
Fareed Zakaria, analista internacional

¿No podría Arabia Saudita simplemente comprar una bomba nuclear? Eso es altamente improbable

De los distintos aspectos desconcertantes respecto al futuro de Medio Oriente, no cabe duda de que una carrera de armas nucleares estaría a la cabeza. Para alimentar aún más esta inquietud, el reino de Arabia Saudita ha estado insinuando periódicamente que si las ambiciones nucleares de Irán no son controladas, él también tendrá que obtener armas nucleares. Hace dos semanas, el embajador saudita en Londres realizó una amenaza explícita, advirtiendo que “todas las opciones estarán en la mesa”.

Cabe preguntarse cuán cierta es esta amenaza nuclear. A mi entender, Arabia Saudita difícilmente podría fabricar un arma nuclear. De hecho, el reino saudí ni siquiera ha fabricado un vehículo hasta ahora (se espera que en 2017, luego de mucho esfuerzo, el país árabe creará su primer automóvil). Arabia Saudita puede cavar fosas subterráneas y bombear el petróleo, pero no mucho más. Los ingresos del petróleo representan cerca del 45% de su Producto Interno Bruto (PIB), una cifra asombrosamente alta, mucho mayor que la de los petro-Estados como Nigeria. El crudo constituye casi el 90% de los ingresos del Gobierno saudita. A pesar de décadas de enorme inversión realizada por el Estado, generosos subsidios y energía barata, la producción es menor al 10% del PIB saudita.

¿En dónde entrenaría Arabia Saudita a los científicos para trabajar en su programa atómico secreto? El sistema educativo del país está atrasado, es disfuncional y ha sido entregado en gran parte a sus dirigentes religiosos puritanos y reaccionarios. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, el país se encuentra en el puesto 73 en la calidad de enseñanza de matemáticas y ciencias; una posición considerablemente baja para un país rico. A pesar de 36 años de sanciones y un PIB per cápita mucho menor, Irán clasifica mucho mejor, en el puesto 44 de este ranking.

¿Y quién trabajaría en la supuesta industria nuclear de Arabia Saudita? En un libro muy sugerente, Karen Elliott House, antiguamente columnista del diario The Wall Street Journal, describe el mercado laboral saudita de la siguiente manera: “Una de cada tres personas en Arabia Saudita es extranjera. Dos de cada tres personas con trabajo en cualquier área son extranjeras. Además, en el débil sector privado de Arabia Saudita, íntegramente nueve de cada diez personas que poseen trabajo no son sauditas... Arabia Saudita, en resumen, es una sociedad en la cual demasiados hombres no desean trabajar en puestos para los cuales están calificados, en donde a las mujeres, en general, no se les permite trabajar, y en la que, como resultado, la mayor parte del trabajo es realizado por extranjeros”.

Nada de esto sugiere que el reino se encuentra en peligro de colapsar. Al contrario, pese a que el gasto público sigue aumentando y a que los ingresos del petróleo han decaído en los últimos años, las finanzas del régimen son fuertes. La familia real ha utilizado hábilmente el patrocinio, la política, la religión y la represión para mantener al país estable y quieto. Sin embargo, esto ha traído como consecuencia un sistema de estancamiento para varios sectores de la población, con una élite dorada que gobierna por encima, con sumas de dinero casi inimaginables.

La creciente firmeza de Arabia Saudita ha sido interpretada como estratégica. De hecho es una respuesta emocional y de pánico frente a Irán, alimentada en gran medida por un fanatismo tradicional anti chiita. Es una estrategia de farsa de resentimiento. En octubre de 2013, luego de haber gastado millones de dólares y años en campaña para obtener un puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, abruptamente rechazó el puesto en el último minuto, señalando que estaba molesto por la política de Estados Unidos en su región.

Su campaña aérea en Yemen, que es su activismo internacional más reciente, ha fracasado seriamente. Bruce Riedel, antiguo asistente de la Casa Blanca, dice que el daño a los civiles y a la infraestructura física “han creado una animosidad considerable entre los yemenitas y sus ricos vecinos del golfo, que envenenará las relaciones por años. Los yemenitas siempre expresaron resentimiento hacia sus hermanos ricos; ahora muchos querrán venganza”. Y agrega que la campaña aérea está siendo dirigida por el nuevo ministro de Defensa, el príncipe Mohamad bin Salman, de 29 años, quien no posee experiencia alguna en asuntos militares ni en ninguna otra área diplomática.

¿No podría Arabia Saudita simplemente comprar una bomba nuclear? Eso es altamente improbable. De realizarse, tendría que ser en secreto, bajo la amenaza de sanciones, represalia e intercepción occidental. Arabia Saudita depende en gran parte de los extranjeros y de sus firmas para que lo ayuden con su industria energética, a construir su infraestructura, para que compren su petróleo y vendan sus bienes y servicios. Si estuviese aislado como Irán o Corea del Norte, su sistema económico entero colapsaría.

Se suele afirmar que Pakistán vendería armas nucleares a los sauditas. Además, es cierto que los sauditas han rescatado a Pakistán de crisis económicas en reiteradas oportunidades. Sin embargo, el Gobierno en Islamabad está completamente consciente de que tal acuerdo lo convertiría en una paria internacional, y tendría que enfrentar sanciones por sí mismo.

Además, es muy improbable que ponga en riesgo su relación con Estados Unidos y otros países occidentales, aunque fuera para complacer a su “protector” en Riad. De hecho en abril, Pakistán rechazó varias peticiones sauditas para unirse a la campaña aérea en Yemen. Así que, permítanme hacer una predicción, sin importar lo que suceda con el programa nuclear de Irán, dentro de diez años Arabia Saudita no tendrá armas nucleares. Simplemente porque no puede.

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