Una nación tan dividida, como indispensable

Columna
El Mercurio, 20.07.2024
Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab

Los llamados a la unidad posteriores al atentado frustrado contra Donald Trump bajaron brevemente la intensidad de los ataques verbales y difusión de falsedades que han marcado la campaña, pero lo cierto es que la grieta es profunda en la sociedad estadounidense. Y por lo que se aprecia, ni el expresidente ni el incumbente Joe Biden parecen tener la capacidad de convocatoria y credibilidad para superar la aguda polarización, de modo de reencaminar al país como un todo.

Es cierto que no es la única sociedad que vive momentos de división, que tampoco son los peores de su historia; como lo fue la lucha por los derechos civiles o, más atrás, la guerra de secesión. No obstante, la disfuncionalidad de la política en Estados Unidos termina afectando a todo al mundo, por el rol que todavía cumple ese país en mantener los remanentes del sistema internacional liberal de posguerra.

Cuando Trump ganó la elección en 2016, analistas y reputados diarios reconocieron que se olvidaron de escrutar lo que estaba ocurriendo en el centro del país, donde los marginados de la globalización lidiaban con trabajos mal pagados, familias partidas y adicciones en el cinturón industrial (rust belt). Es decir, la apacible vida de clase media se había vuelto inalcanzable tras el cierre de las grandes fábricas.

El libro “Hillbilly, una elegía rural” de J.D. Vance, ahora aspirante a la vicepresidencia republicana, ciertamente hablada de esto. Así como también “El desmoronamiento”, una narración coral sobre el declive estadounidense, donde George Packer recopila las historias de varias personas durante 30 años, como una madre obrera que intenta sobrevivir al hundimiento de su ciudad, el gurú de la tecnología Peter Thiel y el político conservador Newt Gingrich. Un panorama desolador, donde la gente común vive el día a día, las élites tradiciones son desplazadas a codazos y las instituciones colapsan.

Sobre todo, sería la pérdida de movilidad social lo que parece estar dañando profundamente a la sociedad estadounidense, al punto que su optimismo radical como fe ciega en el progreso individual como base del colectivo ha dado paso a la desconfianza profunda sobre la política tradicional de Washington.

Aunque las encuestas tienden más bien al empate técnico, tras el atentado fallido y la Convención Republicana, Trump parece hoy estar dominando la agenda y cada vez se ve más probable su regreso a la Casa Blanca, en la medida que también los procesos judiciales en su contra empiezan a caerse uno a uno y voces al interior del Partido Demócrata dudan públicamente sobre la conveniencia de seguir manteniendo a Biden en carrera.

Al ser ungido como candidato, el expresidente republicano que dijo haber sido “salvado por Dios” del atentado e hizo un llamado a “sanar” a la sociedad de los “desacuerdos y las divisiones”, lo que duró solo los minutos que pasaron hasta que empezó a acusar a los demócratas de “destruir el país” y emplear el covid-19 para “engañar” con el fin de robarse la pasada elección. También calificó al liderazgo actual de la Casa Blanca de “incompetente” y trató de “loca” a la dirigente Nancy Pelosi. El resto un festín para los factcheckers.

Si unir al país está entre las principales tareas del próximo gobernante, en el caso de Trump incluso existe experiencia sobre su administración previa, la que no es muy auspiciosa. Los comentarios más lapidarios incluso provienen de quienes fueron estrechos colaboradores: Jim Mattis, su secretario de Defensa, y John Bolton, su asesor de seguridad nacional. Mientras el exjefe del Cuerpo de Infantería de Marina ha dicho que su antiguo jefe fue “el primer presidente que no intenta unir al pueblo estadounidense”, sino más bien “dividirlo”, el veterano halcón diplomático afirmó que el exmandatario “no es apto” para ejercer la jefatura de Estado por su errática conducción interna del país (siempre basada en el cálculo electoral) y la política exterior (complaciente con dictadores).

Todo lo anterior conduce a un panorama bastante desolador, tanto para una sociedad que así de dividida difícilmente podrá seguir liberando todo su potencial ni, por lo mismo, tener un rol propositivo en el mundo y en el continente americano, donde los autócratas de alto y bajo perfil ganan espacio.

De forma temprana, Tocqueville advirtió en “La democracia en América” (1835) sobre las tiranías de las mayorías, el despotismo tenue, las batallas partidistas y la posibilidad de que los no mejor preparados lleguen a cargos de responsabilidad.

“Debo confesar que en Estados Unidos vi más que Estados Unidos. Busqué la imagen de la democracia misma, con sus inclinaciones, su carácter, sus prejuicios y sus pasiones, para aprender qué tenemos que temer o esperar de su progreso”, sentenció.

No hay comentarios

Agregar comentario