Columna El Líbero, 31.05.2025 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
En los días que corren se habla mucho de Gaza, con justificada razón, y bien poco de Venezuela, que va cayendo en “El olvido que seremos”, título de la novela de Héctor Abad Faciolince.
Las elecciones a gobernador del domingo pasado en los 23 estados venezolanos (más Esequibo); a sus respectivos consejos legislativos; y a la Asamblea Nacional, donde se disputaban 285 escaños, arrojaron dos resultados: el oficial, que estaba previsto desde antes, y según el cual el triunfador fue el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, que habría obtenido un 83,42% de las preferencias de acuerdo a las cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE), que nadie pudo auditar; y la abrumadora abstención que, según dicha institución, alcanzó casi al 60% del padrón electoral. Conforme a estudios independientes más confiables que el CNE, la abstención llegó a un 87,4%. Es decir, la voz del silencio resonó en todos lados, mucho más que los resultados alegres y viciados de la dictadura.
En Caracas, el régimen necesita maquillar la voluntad popular y presentarse con una institucionalidad “en regla” ante países y partidos políticos a los que les interesan las apariencias más que la verdad. Nicolás Maduro pretende avanzar en su “legitimación” y esquivar, con el paso del tiempo y la complicidad de una parte de la izquierda regional, las críticas mundiales ante el bochornoso robo de las elecciones presidenciales de julio pasado y la grosera pantomima del domingo. El Foro de São Paulo, al que pertenecen los partidos humanista, socialista y comunista de Chile, dio el puntapié inicial al saludar en la plataforma X: “El triunfo del PSUV y pueblo venezolano en la jornada electoral (del) 25M, pacífica y por la paz”. La idea es dar vuelta la página.
Si todo sigue por ese carril, no tardaremos mucho en ver al gobierno de Lula tratando de equilibrar en Venezuela dos humillaciones seguidas. La primera, haber sido incapaces de obtener de la dictadura los salvoconductos para que cuatro dirigentes de la oposición al régimen, asilados en la embajada de Argentina pero bajo la protección de Brasil, pudieran abandonar la sede diplomática durante su largo secuestro. La segunda, haber sido aparentemente sorprendidos por una operación dirigida o auspiciada por Estados Unidos, que liberó con éxito a estos refugiados sin que hasta ahora hayan recibido explicaciones de nadie, según confesó recientemente el Canciller brasileño ante la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa del Senado de su país.
No obstante, los acontecimientos políticos que atañen a Venezuela pueden ser más complejos. Varios elementos podrían incidir para que el olvido de Abad no se convierta en futuro:
Falta de control
La Operación Guacamaya que rescató a los rehenes en la embajada de Argentina demostró que el régimen de Maduro está lejos de controlar a sus fuerzas de seguridad, sus espacios internos y sus fronteras exteriores. La operación se ejecutó con una impecable coordinación local y externa que pasó desapercibida a la dictadura.
Desobediencia civil
Las elecciones del domingo demostraron que sigue viva la desobediencia civil. Si creemos las cifras del mismo régimen, mucho más de la mitad de los venezolanos se negaron a acudir a la urnas y se arriesgaron a ser castigados. Esto es más notable si los que se abstuvieron de votar dependen del estado para subsistir.
Nerviosismo en el régimen
Según las cifras de Foro Penal, al 26 de mayo había 922 venezolanos presos por motivos políticos. De ellos, 169 son militares. La semana previa a la farsa electoral del domingo, 70 personas fueron encarceladas. Entre ellos, Juan Pablo Guanipa que, junto a María Corina Machado, representa la resistencia a la dictadura desde la clandestinidad. Esta semana, la represión fue protagonizada por Diosdado Cabello que “descubrió” una “estructura terrorista” donde algunos “conspiradores” tienen más de 75 años (y uno 84). Encontrar confabulaciones externas para desestabilizar al régimen llevó esta semana a que varios gobiernos pidieran a sus ciudadanos, encarecidamente, abstenerse de viajar a Venezuela.
Inseguridad económica
Esta semana, el gobierno norteamericano puso fin a la licencia de Chevron para operar y exportar petróleo en Venezuela. Con ello, caerían los ingresos por impuestos y royalties; dividendos, y venta del producto o derivados. Esto representa un riesgo de inflación y volatilidad en el mercado cambiario. En términos de producción, algunos medios calculan que su caída oscilará entre un 15% y un 30% hacia fines de año, revirtiendo la recuperación que se estaba generando. La medida obligaría al régimen a depender más de intermediarios para colocar el crudo en mercados poco transparentes, y a un mayor costo de transporte.
Esequibo
Por primera vez, el domingo se celebraron elecciones para elegir autoridades en este territorio reclamado por Venezuela y que corresponde a dos tercios de la superficie de la vecina Guyana. Pretenden crear un precedente; un reacomodo institucional; remover la fibra nacionalista y, al mismo tiempo, vincular el régimen a un objetivo hasta ahora inalcanzable. Las autoridades elegidas ejercerán su poder, como máximo, sobre localidades que ya son venezolanas y que nunca estuvieron en poder de Guyana, como el municipio de Sifontes, en el estado fronterizo de Bolívar.
Es como si Bolivia, basándose en su propia Constitución, creara el departamento marítimo, celebrara elecciones legislativas en las que participaran algunos pueblos fronterizos con Chile, y generara autoridades ejecutivas y legislativas regionales y nacionales. Crearía una situación inaceptable para nosotros y, atención, la analogía puede convertirse en una realidad si no reaccionamos ante el precedente venezolano.
Como decía esta semana el articulista Robert Sanders, ampliamente respetado en todo el Caribe: “Las elecciones realizadas fuera de la jurisdicción (de un estado) no confieren legitimidad, sino que invitan al conflicto”. Agrega poco más adelante: “Las naciones caribeñas, sus vecinos latinoamericanos y aquellos socios internacionales que respetan el derecho internacional deben enviar un mensaje claro (a Venezuela): las fronteras no pueden ser redibujadas en virtud de decretos internos, y (de hacerlo) ningún estado se encuentra libre de responsabilidad legal”.
Para obtener el territorio Esequibo existen dos vías: la militar y la jurídica. La primera, implica el riesgo de arrastrar en esta aventura a Estados Unidos en defensa de Guyana, y el aislamiento político internacional de Venezuela por los lazos de Caricom con el G-77. La vía legal es posible, pero la retórica del régimen la rechaza. A pesar de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) es el mecanismo acordado para resolver esta diferencia, Caracas desconoció la autoridad de la CIJ, que a principios de mes les pidió abstenerse de promover elecciones en un territorio que no controla. Por el contrario, Maduro persevera en las provocaciones a Guyana y se acerca a la vía de los hechos.
En resumen, mientras el régimen busca regularizar su situación con el apoyo de partidos afines en nuestra región; no posee el control del territorio, ni de sus ciudadanos, y se muestra inquieto. Paralelamente, se abren flancos externos y económicos que lo debilitan. La presión cívica, pacífica y democrática sigue vigente y se puede articular en torno a agrupaciones intermedias para producir el cambio. Desde Chile debemos contribuir a ello y no dormirnos en la conformidad. Que nunca se nos reproche ese poema nuestro que reza: Alma, no me digas nada, /que para tu voz dormida/ya está mi puerta cerrada. / Una lámpara encendida/esperó toda la vida/ tu llegada.