Zanjar un nuevo mapa

Columna
La Razón, 17.03.2016
Ignacio Romero, periodista boliviano
  • No sería una mala idea que Chile decida seguir el ejemplo de buena vecindad de Noruega

Durante el régimen zarista, la represión en Rusia era parte del diario vivir, principalmente en contra de los siervos (campesinos esclavos de los nobles). El zar Alejandro II eliminó la servidumbre con el llamado Manifiesto de Emancipación de 1861. Esa legislación, que buscaba liberar a los campesinos, no logró salvarlos de obligaciones hacia sus opresores ni mejoró su estatus económico o social. Es más, una vez libres, muchos de los antiguos siervos escaparon a las ciudades, transformándose así en la flamante clase obrera, una clase que tendría que lidiar con las nuevas reglas del juego en ese particular mundo industrial ruso: largas horas de trabajo, terribles condiciones laborales y bajos sueldos.

En los años venideros, el descontento social fue en aumento, especialmente después de la derrota militar ante Japón, en la guerra de 1904. Las protestas en contra del zar retumbaron una y otra vez, abriendo una puerta para los ideales marxistas, que tuvieron gran acogida entre los obreros. En 1914, Rusia entró en una nueva guerra, esta vez en contra de Alemania, en lo que se conoció después como la Primera Guerra Mundial. El conflicto bélico deterioró la economía rusa y ahondó el disgusto social hacia el zar, lo que condujo al estallido de la famosa revolución rusa de 1917, en la que los bolcheviques tomaron el poder.

Aprovechando el caos existente, el territorio ruso, que hasta entonces era conocido como el Gran Ducado de Finlandia, declaró su independencia y es así que el 6 de diciembre de 1917 la República de Finlandia fue creada.

Es justamente en este país en el que quiero enfocarme, ya que con solo un siglo de vida soberana, Finlandia se encuentra hoy entre las diez naciones más ricas del mundo por renta per cápita, siendo una de las más industrializadas. Sus sistemas de salud y educación son de los mejores en Europa, y según el último informe de Transparency International, esta república es la segunda menos corrupta del planeta, después de Dinamarca.

Por la celebración de los 100 años de su existencia, el Gobierno de Finlandia viene preparando un extenso programa de eventos y proyectos que se llevarán a cabo durante el transcurso de 2017. Como una muestra de amistad, uno de los países vecinos quiere unirse a la festividad con un obsequio que podría cambiar el mapa europeo. Para entender mejor el regalo, es necesario explicar la interesante situación geográfica de ese país nórdico.

El territorio de Finlandia está colmado de miles de lagos e islas, su horizonte es básicamente llano y posee algunas colinas de baja altura; su zona más elevada se encuentra en el monte Halti, a 1.324 metros de altura. Sin embargo, ésta no es la cima de la montaña, el pico del monte Halti se localiza en Noruega, a 1.365 metros de elevación. Es decir, el monte Halti se sitúa en la frontera entre Finlandia y Noruega, y el punto más alto de esta montaña queda en Noruega.

Es por este motivo, y para hacer felices a sus vecinos en la celebración de los 100 años de su independencia, que un grupo de noruegos lanzó una campaña por las redes sociales para pedir a su Gobierno la entrega total del monte Halti a Finlandia, esto como un regalo de aniversario. La propuesta tiene el apoyo de miles de ciudadanos en Noruega y hasta un eslogan: “Llevemos a Finlandia a nuevas alturas”.

Esta iniciativa me lleva a pensar en otros dos países que comparten fronteras en las alturas, en los que la buena vecindad se encuentra en tela de juicio, y lo de juicio es real. Bolivia, uno de los países más pobres de Latinoamérica, recientemente tuvo que llevar su caso ante la Corte Internacional de Justicia, ya que durante más de 100 años ha reclamado a su vecino Chile, una salida soberana al océano Pacífico, y éste se la ha negado. Recordemos que Chile, una de las naciones con mayor costa marítima del mundo, despojó a Bolivia de su salida al mar en la Guerra del Pacífico de 1879. Tal vez no sería una mala idea seguir el ejemplo de buena vecindad de Noruega y no esperar otro siglo para poder zanjar un nuevo mapa.

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