Al rescate de la democracia en Venezuela

Editorial
OpinionGlobal, 30.04.2017

(We Heart It)

El centro de atención del mes que termina se concentra, no cabe duda, en la aguda crisis que vive Venezuela. La situación empeora cada día más y no se vislumbra una solución a corto plazo, porque el régimen chavista -perdedor en cualquier elección abierta- solo huye hacia adelante y profundiza el enfrentamiento, en tanto que la oposición democrática -habiendo perdido el revocatorio y engañada por los diálogos con el gobierno- se limita a exigir la liberación de los presos políticos, la independencia de la Asamblea Nacional, y el llamado a elecciones, antes de emprender cualquier negociación.

Con el fracasado intento del Poder Judicial (controlado por el Ejecutivo) por asumir las facultades legislativas en desmedro de la Asamblea Nacional y, luego, la convocatoria del gobierno a una constituyente nacional comunal para reemplazar la constitución, se ha producido un golpe de estado de hecho en Venezuela. Nicolás Maduro se ha sacado la mascareta de demócrata y no tiene empacho en asumir derechamente una dictadura cívico-militar para defender en minoría la Revolución Bolivariana. Por su parte, la Mesa de la Unidad Nacional (MUD), que reúne a las fuerzas políticas democráticas del país, ha reaccionado con firmeza al llamar a la ciudadanía a la rebelíón contra ese golpe de estado y la subsiguiente dictadura.

Planteadas así las cosas, el tema es ¿Qué se puede hacer? El principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados no es válido tratándose de la democracia y de los derechos humanos, el llamado al diálogo entre las partes se encuentra totalmente sobrepasado a estas alturas, la aplicación de la Carta Democrática Interamericana ya no tiene sentido (Venezuela se retira de la OEA), y el retiro de algunos embajadores sudamericanos de Caracas no ha surtido el efecto deseado.

¿Cuál debe ser, entonces, la respuesta de la comunidad internacional? No queda otro camino que aumentar la presión externa sobre el régimen dictatorial de Maduro, partiendo por una militancia sustancial de parte de América Latina, que se vea complementada por un apoyo más decidido de la UE y de los EEUU. Las multitudinarias manifestaciones de protesta han demostrado que los venezolanos han perdido el miedo a la dictadura, pero igual necesitarán de una creciente solidaridad internacional para sostener -a pesar de las bajas diarias sufridas- los embates de gases lacrimógenos, balas furtivas y amenazas individuales, así como de la violencia de policías y colectivos en general. Los chilenos sabemos muy bien cómo la dictadura de Pinochet fue derrotada al final cuando, fruto de la oposición interna y la presión internacional, lo llevaron a llamar a un plebiscito primero y a eleciones después.

En suma, los gobiernos latinoamericanos deben proceder a romper relaciones diplomáticas con Caracas, en tanto que la UE y los EEUU deben hacer sentir su peso a través del boicot en sus respectivos intercambios comerciales. No faltarán, por cierto, las quejas de albistas y populistas de la región, o bien, el interés de los Putin y de los fundamentalistas islámicos de este mundo para ganar posiciones en Venezuela. Sin embargo, las disputas entre globalización y proteccionismo, internacionalismo y nacionalismo, liberalismo y populismo, democracias y dictaduras, es una realidad que no será resuelta por el mero apaciguamiento entre los actores internacionales.

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