Mutti

Columna
Pulso, 27.09.2017
Juan Ignacio Eyzaguirre, ingeniero civil (PUC) y MBA-MPA (Harvard)

El domingo reciente, Angela Merkel logró su cuarta elección como canciller de Alemania, un récord sólo conseguido por Konrad Adenauer y Helmut Kohl. El primero lideró la reconstrucción de un país devastado tras la Segunda Guerra Mundial. El segundo, la reunificación alemana tras la caída del Muro de Berlín.

La Mutti –“mamá” en alemán, como la llaman cariñosamente- resulta extrañamente refrescante en estos días de bravatas geopolíticas nucleares, de nacionalismos añejos, en los cuales los compromisos políticos tienen tanto peso como un paquete de cabritas.

Su éxito electoral se ha basado en proyectar el statu quo, en mantener la estabilidad y predictibilidad que ha hecho de Alemania el motor de Europa, en evitar exabruptos y algarabías, en rara vez subir el tono, y en explicar sus propuestas claramente, casi hasta el aburrimiento.

Merkel encarna la Alemania de postguerra, reconocida por su mesura y seriedad política, su fortaleza económica y su respeto institucional. Valores forjados por la memoria de un duro pasado de liderazgos odiosos, nacionalismos extremos, hiperinflaciones y guerras devastadoras. El mero recuerdo de la precariedad y del sufrimiento ha dado al pueblo alemán la madurez para mantener el progreso y el desarrollo, alimentados ambos por su sana vida política.

Es interesante el paralelo de Alemania y Chile en algunos de estos aspectos. Nosotros también pasamos duros episodios. Y por varias décadas, desarrollamos una cierta madurez económica y política que nos trajo un creciente progreso construido sobre amplios consensos. Así, cada gobierno avanzaba sobre lo que el anterior lograba.

Sin embargo, pareciera que terminamos con ese ciclo virtuoso. Pues al próximo Gobierno le será difícil avanzar. Si gana el candidato mejor evaluado en las encuestas, le tocará arreglar algunas de las reformas inacabadas, como la tributaria, la sindical, y la educacional, deshaciendo mucho de lo impuesto en este ciclo. Si gana el candidato oficialista, pareciera que mantendrá con ahínco la controversial retroexcavadora. Y cualquiera sea el ganador, deberá lidiar con un creciente e insostenible déficit fiscal que no será fácil nivelar.

El problema de estas vueltas de carnero políticas es que entre idas y venidas los problemas crecen. Perdemos años de progreso. Generaciones pasan en vano. Y las frustraciones se acumulan. Bien lo recuerda Alemania. En los catorce años previos a la elección de Adolf Hitler, en lo que se llamó la República de Weimar, hubo catorce cancilleres que hacían, deshacían y no conseguían más que la confusión y los fracasos que terminaron por pavimentar el camino de Hitler al poder.

Hoy Merkel goza de superávit fiscal, fuerte crecimiento económico y bajísimo desempleo. Empuja la economía alemana, por ejemplo, apoyando a las grandes automotoras germanas a adaptarse al auto eléctrico para mantener su liderazgo global. ¿Qué le dirían a Merkel en Chile si abiertamente apoyara a las grandes mineras, las empresas de retail o las financieras para mantener sus posiciones de liderazgo regional? ¿Duraría más de un día de campaña alguien como Beatriz Sánchez, que abiertamente define ciudadanos de segunda categoría con quienes ni siquiera compartiría la mesa? A veces pareciera que estamos muy confundidos, que no sabemos cómo ni hacia dónde avanzar.

Lamentable. Nuestros gobernantes deben aprender que una verdadera Mutti sabe dejar de lado sus caprichos para conciliar a sus hijos. Pues sin ello no hay avance que perdure.

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