¿Qué está en juego en la inminente cumbre Trump-Putin?

Columna
Infobae, 15.07.2018 
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE

El presidente de Estados Unidos llegó a la Casa Blanca con la promesa de encontrar un nuevo equilibrio con Rusia, además de considerar que es un actor que no debería ser aislado o ignorado. La próxima reunión en Helsinki, que recuerda a otros procesos de distención entre ambas potencias en esa misma ciudad, puede ser un paso que aclare perspectivas para la reanudación de un diálogo que permita tratar de manera más constructiva una infinidad de asuntos, que incluye principalmente la preservación de la estabilidad geoestratégica basada en el equilibrio de la capacidad militar de los respectivos arsenales nucleares, hasta el gerenciamiento de conflictos internacionales como la situación en Ucrania, Siria y, entre otros, el acuerdo nuclear con Irán o la desnuclearización de la península coreana.

Es probable que el encuentro de Helsinki produzca alguna primera coincidencia en materia de reducción de armamentos nucleares, ya que ambos, según cifras oficiales, se encuentran ligeramente por debajo del límite de las 1550 ojivas nucleares y de los 800 sistemas o plataformas de lanzamiento fijados por el tratado Start III del 2010. Así, se podrían establecer las bases para un Start IV o, por lo menos, la prolongación del Start III más allá del 2021.

No obstante, es difícil que por el momento acuerden otras limitaciones en una carrera de armamentos de última generación que lamentablemente se encuentra fuera de control desde la denuncia de Estados Unidos, en el 2002, del Tratado ABM de 1972 que prohibía los sistemas de defensa antimisiles.

El trasfondo de la cumbre Trump-Putin podría interpretarse como la intención de adaptar una página de la diplomacia triangular de Henry Kissinger de1972, durante la administración Nixon, y volver a posicionar a Estados Unidos en el rincón más beneficioso del triángulo de poder conformado por Estados Unidos, Rusia y China, e interrumpir el eje emergente entre Beijing y Moscú. También aprovechar eventuales vulnerabilidades y asimetrías, en particular la histórica desconfianza mutua. Sin embargo, uno de los desafíos de esa estrategia es que el mundo de hoy no es el mismo del de la década de los setenta, además de que rusos y chinos parecen tener hoy más en común con la gobernanza global que el enfoque polémico que viene planteando la Casa Blanca.

Un tema al que Washington debería prestar cuidadosa atención es la percepción de Bruselas, como de la OTAN, que Moscú está al acecho de cualquier tropiezo de la Unión Europea, en particular a la preocupación europea que del encuentro se debilite la Alianza Atlántica, reduciendo compromisos militares norteamericanos, ya sea en el despliegue de material y efectivos en Europa Central y el Báltico o limitar la participación en maniobras conjuntas. También que Washington adopte una actitud más complaciente respecto a Crimea. Ya Kissinger, que se ha reunido con Vladimir Putin más de una docena de veces, y con Trump en mayo de 2017, habría aconsejado esa posibilidad.

Para el presidente Putin el objetivo de la cumbre es, por un lado, reafirmar el estatus de superpotencia y de actor indispensable para resolver los principales conflictos mundiales. Sin embargo, más allá de las especulaciones que pueda generar la cumbre Trump-Putin, resulta oportuno que tengan un primer encuentro de trabajo formal. El último había sido en Hamburgo, en el 2016, en oportunidad del G20, probablemente el próximo sea en Buenos Aires, en noviembre, en un escenario similar.

Es de esperar que en el tratamiento de diferencias entre Washington y Moscú prevalezca un pragmatismo realista. El mundo de hoy necesita de mayores actitudes diplomáticas cooperativas que visiones confrontativas.

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