Columna El Dínamo, 06.01.2024 Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado, exdiplomático y columnista
Como lo indiqué en una anterior columna, el 2024 será un año electoral recargado en todo el mundo. Más votantes que nunca en la historia acudirán a las urnas, ya que al menos 64 países que representan una población combinada de aproximadamente el 49% del total mundial- celebrarán elecciones Nacionales.
El continente asiático ocupará un lugar destacado este año de elecciones, tanto por la cantidad de votantes (en sintonía con ser la región más populosa del mundo) como por la relevancia regional y global de ciertos países. Entre estos se encuentran la isla de Taiwán, Indonesia, Corea del Sur y el subcontinente indio (India, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka).
Lamentablemente, al igual que a nivel global, buena parte de las elecciones se dan en un contexto democrático deteriorado. Es decir que no cumplen con las condiciones de una democracia plena con sus premisas de libertad de asociación, reunión, una prensa independiente e instituciones que aseguran el voto libre y secreto y dan paso a la alternancia en el poder. En un número creciente de países las Elecciones se están convirtiendo en una suerte de formalidad con pocos efectos reales en el sistema. En muchos casos no se interviene en ellas directamente y son limpias, pero no se cumplen los requisitos para que se exprese la voluntad popular (restricción en las candidaturas, erosión de los poderes de los parlamentos en beneficio del ejecutivo, censura de la prensa, etc.).
Sin embargo, por más controlada que esté una sociedad, los comicios generales son siempre una instancia de ansiedad para los regímenes autoritarios o en vías de serlo, porque siempre está la posibilidad de una sorpresa y la historia abunda en ejemplos al respecto. Por eso, a pesar de todas las limitaciones y controles, es mejor tener la posibilidad de una elección que ninguna (recordemos el plebiscito de 1988 en Chile).
Asia no ha escapado al declive democrático global y esta circunstancia parece alentar al campo que pregona que la democracia es ajena a la cultura asiática. Sin entrar a esta discusión, solo mencionar que parte de las premisas artificiales como que hay “una” cultura en el continente y además queda en entredicho con casos opuestos dentro de una misma cultura que supuestamente no tiene afinidad con la democracia, como sería la situación de China y Taiwán.
Pero volviendo al análisis de algunos de los hitos asiáticos que se vienen durante el 2024, el primero es precisamente la elección general en Taiwán. Precisamente, el factor chino es el peligro principal para la democracia taiwanesa. China ve que la democracia de la isla no solo alienta su curso autonómico e incluso independentista, también constituye una amenaza para el férreo modelo de control político del Partido Comunista. Por eso se han multiplicado en los últimos años los esfuerzos del gobierno chino para influir en la formulación de políticas, los medios de comunicación y la infraestructura democrática de la isla, además de la permanente presión militar.
Los taiwaneses deberán elegir entre profundizar la senda del gobernante DPP, esto es seguir con el camino propio, o una relación más conciliadora con China de la mano del partido opositor KMT, que podría revivir algún tipo de acuerdo o arreglo de reunificación. De hecho, las autoridades chinas consideran al candidato del DPP y actual vicepresidente de Taiwán, Lai Ching-te, como un separatista, y los analistas esperan que Beijing aumente la presión militar si se impone.
Las elecciones de Taiwán de la próxima semana plantean un tremendo reto para la relación sinoestadounidense, cuyo punto potencial de conflicto más peligroso gira en torno a esa isla. Gane quien gane, se generará el primer factor de incertidumbre real en 2024 en los vínculos entre las súper potencias y además esto incidirá en las agendas internas de ambas y por supuesto en la campaña electoral en Estados Unidos.
Otra elección importante en la región, esta vez en el Sudeste Asiático, ocurrirá en Indonesia el 14 de febrero. Este país es no solo el más poblado de ASEAN con 280 millones de habitantes, también es aquel con la comunidad musulmana más numerosa del mundo (seguido por Pakistán y Bangladesh).
Prabowo Subianto tiene un triste historial en materia de violación a los Derechos Humanos, especialmente en Timor Oriental, cuando este territorio entonces en poder de Indonesia votó masivamente en un plebiscito por su independencia (una de esas elecciones que, a pesar de todos los controles, lograron expresar la voluntad mayoritaria). Tras esa votación, las tropas indonesias bajo el mando de Subianto arrasaron con el país antes de irse.
Es válido preguntarse qué podría significar la elección de Subianto para la democracia de Indonesia y si implica un nuevo papel de los militares en la política. Otra señal inquietante es la elección del hijo de Widodo, Gibran Rakabuming Raka, como compañero de fórmula, lo que revive la posibilidad de que el nepotismo y el amiguismo -marcas distintivas de la era de Suharto- estén resurgiendo.
El 10 de abril será el turno de las elecciones parlamentarias en Corea del Sur. Esto naturalmente incidirá en el rumbo del gobierno del presidente Yoon Suk-yeol, que, en caso de perder, seguirá en lo que resta de su mandato como un gobierno de administración, sin capacidad de grandes medidas, salvo por pactos con la oposición. No contar con una buena representación parlamentaria podría además afectar los esfuerzos presidenciales por generar una alianza con Japón, restañando las heridas del pasado. Esto es sensible en un período de alta incertidumbre regional con la posibilidad además de que Estados Unidos vuelva a propiciar un retiro de la primera línea en Asia del Este de la mano de Trump.
En el caso del subcontinente indio, sin duda el evento más destacado serán los comicios generales en India, los que se desarrollarán entre abril y mayo (por la cantidad de votantes el proceso tiene fases por áreas geográficas). Lo que está en juego es si el Partido Bharatiya Janata (BJP), gobernará la nación más poblada del mundo durante cinco años más. Todo apunta a una nueva victoria de Modi. El BJP está exaltando su popularidad personal para triunfar.
Es cierto que bajo el mandato de Modi India ha adquirido mayor relevancia mundial y ha disfrutado de un impresionante crecimiento económico. Pero las minorías han sido crecientemente discriminadas e incluso perseguidas (particularmente musulmanes y cristianos).
También el rol del parlamento se ha deteriorado, con leyes que se aprueban con rapidez en un órgano que sesiona además cada vez menos, y una prensa que ha sido amordazada en gran medida o se acomoda al BJP. Una victoria del BJP con Modi probablemente acrecentará las tendencias descritas. También fortalecerá o estimulará las opciones autoritarias en el resto de los países del subcontinente.
En suma, entonces es un año crucial para la democracia en el continente asiático, con alcances que irán mucho más allá de esta región. Y el súper ciclo parte con Taiwán. Habrá mucho por observar y comentar en el resto del año.